Casi-supuesto

Los presupuestos de la provincia no suelen ser asumidos con la responsabilidad que debieran tener. Tampoco la ciudadanía les exige, ni pareciera preocuparle mucho, lo que los poderes deciden hacer con su plata.

Un presupuesto es una de las cuestiones esenciales para desenvolverse en la vida. En el caso del ciudadano común a veces es mejor gambetearlo. Asumirlo implica muchas veces tomar conciencia del nivel de pobreza, de incapacidad y hasta de incertidumbre en la cual está sumido quien afronta programar los gastos que tendrá en el año. Puede -y suele- ser depresivo. En nuestra Argentina de vaivenes, tornados, tormentas y violencias económicas es más fácil acertar el resultado de un Atlético-San Martín que de cumplir un presupuesto.

En el caso de las empresas o de las instituciones públicas también los presupuestos implican una toma de decisión. También reflejan las intenciones que pueden tener. No dejan de mostrar además sueños y sinceridades. Sirven para construir con responsabilidad. Las cuentas son tan simples como la del hombre común. Si ingresan tanto y gasto equis dinero, con la diferencia puedo pergeñar proyectos, ilusionarme o simplemente guardar determinado monto. Eso significará el modo de vida que vendrá. En el caso de las empresas o de la cuestión pública la responsabilidad es harto mayor porque hay muchas vidas en juego. El humor social depende de esa toma de decisión. Tan simple y tan trascendental.

Este viernes los legisladores de Tucumán asumieron este rol tan importante. Fue el día en el que decidieron el futuro de los tucumanos y los que diseñaron el humor de los ciudadanos para lo que viene en 2019.

Horas antes de tratar el presupuesto en el vidriado y ¿transparente? edificio de la Legislatura un legislador oficialista fue interpelado en un improvisado encuentro callejero sobre el presupuesto. “No lo conozco”, fue la lacónica respuesta. También fue una contestación sincera. No lo que tuvo es una acción consecuente. Este legislador no tuvo, horas después, ninguna vergüenza para aprobar lo que no conocía.

Los presupuestos de la provincia no suelen ser asumidos con la responsabilidad que debieran tener. Tampoco la ciudadanía les exige, ni pareciera preocuparle mucho, lo que los poderes deciden hacer con su plata. El viernes el tema no fue central en las redes sociales ni mucho menos se escuchó en las charlas de café sesudos análisis sobre lo que el Poder Ejecutivo o los legisladores iban a hacer con la plata del pueblo.

El silencio ha venido siendo uno de los mejores amigos del poder. A diferencia de lo que ha ocurrido en el Congreso de la Nación, en la Legislatura el presupuesto ha sido un secreto cuidado, medido como si se tratara de la clave de acceso a una cuenta bancaria. Sólo unos cuantos la saben. Y, curiosamente, a muchos pareciera no importarles. Esa desinformación o desinterés desnuda cómo no asumen con la debida responsabilidad el mandato que le ha dado el ciudadano con su voto.

La consulta a un legislador de la oposición sobre cuánto sería el presupuesto de la Legislatura en 2019 tuvo una respuesta muy aparecida a la anterior. “No lo sé, no nos llegó el presupuesto de la Cámara”. Al refutársele si no sentía vergüenza sólo hizo un gesto de esto es así.

El martes pasado LA GACETA le consultó al presidente de la Legislatura cuánto era el presupuesto del Poder Legislativo. La pregunta no era caprichosa. Precisamente, se trata de montos que no suelen transparentarse como no es clara la remuneración de los legisladores ni de los privilegios a la que acceden los sublegisladores o empleados que celosamente esconden estas cuestiones. Pero no lleva implícita estas suposiciones, también han habido planteos judiciales en donde la principal preocupación de las autoridades legislativas ha sido no mostrar en lugar de abrir los libros que debieran ser púbicos ya que la gestión y la delegación del poder ha sido de los ciudadanos. En el mismo paquete se han visto trasladar por las calles de la ciudada valijas de fondos de la Legislatura (varios cientos de millones) sin que nadie asuma su responsabilidad.

Cuando LA GACETA le hizo aquella consulta a Jaldo sobre cuántos serían los millones del presupuesto legislativo, el titular del poder respondió: “el presupuesto es de casi 4.100 millones, aproximadamente. Casi 3.900 millones, casi un 93% es de personal”. Muy llamativa la respuesta de quien maneja el poder. No es sorprendente ya que es acostumbrado que el vicegobernador no tenga precisiones en sus discursos. Inclusive, ha acostumbrado a su propios adláteres a que sus promesas no sean ciertas, no digan la verdad. Peor aún que sus dichos sean contrarios a sus acciones. “Casi”: la Real Academia Española precisa que este adverbio no precisa nada. Indica que significa: “poco menos de, aproximadamente, con corta diferencia, por poco”. En síntesis, o el vicegobernador de la provincia -nada menos- no sabía o no quiso decir exactamente cuánto es el presupuesto con el que se manejará la casa del pueblo. Resulta imposible imaginar a un ciudadano común recibiendo “casi” un sueldo o lo que es peor pagando “casi” lo que indica la boleta de la SAT, de la luz o de Rentas.

Malos hijos

Hubo una reunión de los presidentes de bloque de la Legislatura con el ministro de Hacienda de la provincia, el enigmático Eduardo Garvich. Era una reunión para “explicar” el presupuesto. Con ese encuentro el Poder Ejecutivo con la complicidad del Legislativo trató de disimular o esconder el silencioso proceso de aprobación de los números públicos o parafraseando al vicegobernador “casi públicos”. En ese encuentro Garvich no respondió las consultas. Fue evasivo y crítico con el presupuesto nacional. Especialmente, se preocupó en señalar y hablar de los fondos que la Nación ya no enviará o de marcar diferencias con otras épocas. Garvich es tal vez de los funcionarios que más conoce de los vericuetos del presupuesto provincial. Fue un gran “sijosesista”. A él recurrió José Alperovich (y en aquel entonces, su fiel servidor Juan Manzur) para organizar el presupuesto de la Legislatura “a piacere”. Las remuneraciones poco transparentes de los legisladores y el secretismo del presupuesto fueron pergeñamos por este silencioso funcionario que ahora es “sijuancista”. Garvich “casi” explicó el presupuesto 2019 y todos se dieron por satisfechos para llegar al recinto y aprobar la “ley madre” de la provincia.

El enigmático

Garvich no es la única herencia que le dejó José a Juan. El manejo hegemónico también es algo que hoy disfrutan Manzur y Jaldo pero que fue construido por ellos y por Alperovich. Entre los tres poblaron la Legislatura tucumana de dirigentes que les respondían a como diera lugar. Si hay alguien que ha aprendido eso es la oposición legislativa que a veces parece invisible más aún cuando las diferencias internas la terminan diezmando aún más. El oficialismo tucumano navega sobre aguas tranquilas. La oposición es apenas una brisa que no mueve el barco, por el contrario hasta parece que puede justificar su andar. Los números de la abrumadora mayoría legislativa del oficialismo son los que permiten que el presupuesto no tenga importancia, son los que hacen más enigmático al ministro Garvich son los que justifican los “casi”. Como en el cuento de los Tres Chanchitos los soplidos de los opositores no hacen mella en la consolidada construcción oficialista.

Los soplidos de Eudoro Aráoz, Luis Brodersen, José María Canelada, Alberto Colombres Garmendia y de Adela Estofán fueron estériles a la hora de definir qué se quiere hacer con la plata de los tucumanos. Se advirtió que el Ejecutivo proyecta un crecimiento del 43% de sus recursos, aclara que de ese total los impuestos provinciales aportarán un incremento del 24%. Por lo tanto, la diferencia restante será del aporte de la Nación que es negado por el oficialismo. Precisaron que los fondos que recibirá del gobierno nacional serán más que los que pierde. Pero no sólo defendieron la posición de la Nación, también señalaron que se habla de un presupuesto equilibrado pero se deja abierta la posibilidad de contraer crédito por 20.000 millones de pesos, es decir un 20% del presupuesto original. Cuando hacen estas críticas advierten que las discrecionalidades que tiene el gobernador para mover partidas y administrar los fondos pueden ser una riesgosa tentación en un año electoral.

El esfuerzo opositor no alcanzó a modificar ni una coma en el presupuesto que hizo el monje negro de Juan y José. Sólo les alcanzó para gritar que el cálculo tiene que ver con un año político donde se dirimirá nada menos que el poder de los próximos cuatro años en la provincia. Desde el oficialismo nunca admitirán esa lectura por eso el escudero del vicegobernador Antonio Ruiz Olivares se preocupó por diferenciarse de la Nación y del discurso opositor. Por eso dijo que se trataba de un presupuesto atento al empleo, al personal.

Desde esa perspectiva que los números se escondan, que las verdades se digan a medias, que los pesos destinados a seguridad no sean consecuentes con los incidentes que sufre la población y que el presupuesto sea un mero trámite aunque no se lo conozca no tiene importancia porque indudablemente las preocupaciones son otras.

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