El “perro verde” y el límite a punteros y a dirigentes

08 Marzo 2019

El caso del perro “Macaco”, que recibió un baño de pintura verde fluorescente por parte de dirigentes políticos, tuvo trascendencia nacional por lo que implicó en cuanto a maltrato hacia a los animales. La indignación de los tucumanos y de los argentinos ganó los foros de las redes sociales y de LAGACETA.com por ese abuso hacia el can, desde todo punto de vista condenable. También se cuestionó a los punteros o dirigentes políticos que responden a la legisladora Sara Assán y a su padre, el secretario de Saneamiento de la Provincia, Carlos “Alito” Assán, ya que con el color que se identifica a su espacio político inundan paredes, postes, árboles y, como se vio en el video, también animales. Ambos pidieron disculpas y echaron de sus cargos a los hombres que acometieron con el pincel contra el cuerpecito alegre de “Macaco”.

Más allá del caso del “perro verde”, como ya dijimos desde todo punto de vista deleznable, el hecho habilita un debate más profundo respecto del accionar de punteros, dirigentes y candidatos en general cuando comienza la campaña electoral. En Famaillá, por ejemplo, arrecian las denuncias por las redes sociales de presuntas peleas intestinas entre seguidores de la actual intendenta, Patricia Lizárraga, y sus antecesores, los mellizos Orellana. Ello incluye guerras con pintadas y rotura de pasacalles. Se teme que la parafernalia pueda pasar a mayores. Años anteriores ya se registraron hechos de violencia en actos entre seguidores incluso de distintas facciones de un mismo partido político. En abril del año pasado se enfrentaron dirigentes del concejal Rodolfo Ávila (afín al intendente Germán Alfaro) con seguidores de Assán (encolumnado con la Casa de Gobierno). El incidente fue en Villa Alem y varias personas terminaron con heridas.

Estas y muchas otras acciones que se repiten en toda la provincia llevan a preguntarse cuál es el límite de la militancia y quién controla el accionar de las personas que salen a las calles a “militar” en nombre de dirigentes de distintas fuerzas políticas. Si bien es cierto que, por ejemplo en el caso de “Macaco”, los candidatos no tienen una injerencia directa en el accionar de los punteros, ¿no son ellos quienes deben controlar y marcar los límites? ¿No deben ser los postulantes, más aún si son funcionarios o poseen un cargo electivo, quienes den directivas claras a las personas que trabajan en su nombre? Los líderes políticos podrán argumentar que es difícil conocer a todas las personas que comparten su espacio ideológico, pero resulta clave para sus propias aspiraciones, y para la sociedad toda, que se instrumenten mecanismos tendientes a controlar las acciones de los denominados punteros o dirigentes territoriales. Las imágenes de calles, paredes, postes, árboles y cuanto lugar disponible con pintadas de distintos colores molestan a la ciudadanía. Ni hablar las escenas de pugilato entre militantes o las acciones clientelares que desde hace tiempo se instalaron en Tucumán en la campaña e incluso en el día de los comicios. Sería sano para la democracia que la instalación de los candidatos se diera por otras vías que no sea la de la vulneración de los derechos ciudadanos, mucho menos la de los animales, como muestra de madurez democrática y de respeto. Al fin y al cabo, en algún momento nuestros dirigentes deberían sobresalir por ideas y no por repetición de distintivos que hagan prevalecer sus nombres por encima de los de sus rivales.

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