Si algún día se inventa un congreso de derrotas inocuas, que duelen poco o nada, Atlético podría presentar el 0-2 de ayer ante Huracán. Incluso se alegraría de ganar ese premio a la derrota: descontarle a River tres puntos y 13 goles para alcanzarlo en el cuarto puesto era una quimera. Si la noticia no tapa la historia, el “Decano” debería festejar el campeonato que terminó con una herida que no hiere.
En una imagen no tan habitual en los estadios de Buenos Aires, es curioso cómo las nuevas construcciones del sur de la ciudad asoman por encima del estadio de Huracán. Ayer al mediodía, algunos curiosos se infiltraron en esas construcciones aun no terminadas y, aunque se tratara de hinchas locales, pareció un símbolo: eran testigos que presenciaban un hecho histórico en los 117 años del “Decano”, su segunda mejor ubicación en ligas argentinas, compartido con el quinto lugar que también consiguió en la temporada 2016 y sólo por detrás de las semifinales del Nacional ’79 (sin contar los torneos de Copa, como el subcampeonato en la Copa Argentina 2017).
Más allá del 0-2 final, y aun lejos de su gente, para Atlético se trataba de un partido celebratorio, como esas fiestas de despedidas para los grandes ídolos, pero en este caso para cerrar una campaña fantástica: Atlético jugó por el placer de jugar una última fecha sin riesgos de nada, con todo lo que eso significa.
En ese contexto sin tensión, contra un rival conflictuado y que parecía jugar más contra sí mismo que contra Atlético (más allá de que se jugaba su chance de entrar a la Copa Sudamericana), el “Decano” intentó resumir su temporada en 90 minutos: un equipo que incomoda a los rivales, que los expone, que los hace enredarse en sus limitaciones.
Lo único que le faltó ayer, y en este caso se entiende, fue la ambición de ponerle la estocada final: hubo largos pasajes en que Atlético mostró más que Huracán y tal vez mereció ganar, pero una gran tarea del arquero local y algunos desajustes en la definición de Leandro Díaz le privaron de tres puntos que, después de todo, tampoco habrían sumado tanto.
Una gran reacción de Antony Silva ante Díaz y un tiro libre de David Barbona que pegó en la parte externa de la red fueron los coqueteos de Atlético para llegar al 1-0 en el primer tiempo, una sensación de gol que se acentuó en el segundo tiempo cuando Huracán se adelantó en el campo y le dejó el contraataque al “Decano”. Es cierto que Cristian Lucchetti (hablando de jugadores que merecen un partido de despedida, cuando él así lo defina) debió intervenir ante Federico Mancinelli, pero Barbona y Díaz tuvieron el 1-0.
Si el 9 había sido el responsable del gol ante Aldosivi, ayer se apuró a definir, a veces sin levantar la cabeza para visualizar a un compañero, como si quisiera festejar ante un público que lo hostigó desde el comienzo (Díaz tuvo un desafortunado paso por Huracán en 2014 y, ya en Atlético, festejó con vehemencia un gol que le hizo por Copa Argentina en Salta).
Un minuto después de que Javier Toledo se quedara esperando la asistencia que nunca llegó de Díaz, Cristian Chávez marcó el imprevisto 1-0 para Huracán. Todavía faltaban 20 minutos, pero fue como si Atlético diera por terminado el partido y el campeonato, ya más pendiente de la Copa de la Superliga, incluso satisfecho en la derrota, sin importarle el 2-0 de Lucas Barrios.
El “Decano” modelo 2018/19 inventó un concepto: ganó hasta el día que perdió.