“Vigilante”, el mundo femenino desde una garita

Laura Sbdar escribió y dirige a Mariana De la Mata en un monólogo donde los deseos y la violencia están presentes. Un ladrón humano.

ESPEJOS Y MIRADAS. Mariana De la Mata sale de su garita en la obra para preguntarse quién vigila a quién. ESPEJOS Y MIRADAS. Mariana De la Mata sale de su garita en la obra para preguntarse quién vigila a quién.

ACTÚA HOY

• A las 22 en la sala Orestes Caviglia (San Martín 251). Los socios del Club LA GACETA tienen 2x1 en entradas.

Laura Sbdar contesta con una pregunta retórica cuando es interpelada acerca de las lecturas que se pueden hacer de las tensiones que atraviesan su obra “Vigilante”, que llegará desde Buenos Aires esta noche a la sala Orestes Caviglia, en única función.

“¿A qué no hace referencia la violencia?”, responde, dejando latente las múltiples interpretaciones que se desprenden de su texto (el cual además dirige) sobre los deseos y ansias de una guardia de seguridad privada que habita una garita callejera, personaje interpretado por Mariana De la Mata.

“Hay un doble fuera de lugar: de género y de clase. Por un lado, una mujer ocupa el lugar de un trabajo tradicionalmente efectuado por hombres. Por otro lado, una mujer trabajadora ocupa un barrio burgués. Lo que buscamos es pensar el mundo del trabajo, la maternidad, la violencia y las posibilidades de la ficción desde las dos perspectivas que mencioné”, asegura en diálogo con LA GACETA.

Un punto central en la narración es el joven delincuente del cual se enamora la protagonista. “El ladrón es un ser humano, no es necesario humanizarlo. Se lo deshumaniza para poder reprimirlo y enjaularlo, para ahorrarse algunas preguntitas: ¿Por qué roba? ¡Qué trabaje! ¿Y si no tiene trabajo? ¡Es porque abandonó la escuela! ¿Y si no tenía zapatillas para llegar? ¿Si no tenía abrigo para salir? ¿Si no tenía lápices para escribir? ¿Si no tenía leche para pensar? Pero entonces, aquel hombre ojitos del cielo ¿por qué roba?”, puntualiza.

“Hay un peligro muy grande en naturalizar los hechos sociales. Es y ha sido históricamente la forma en que los poderes económicos y sociales han perpetrado su dominación. Las cosas son así por naturaleza y así seguirán. Si creo que algo es natural, entonces no hay posibilidad de modificarlo, de cuestionarlo, de rasgarlo. Si creo que el “destino” de una mujer, de una adolescente o de una niña es ser madre, entonces no habrá lugar para pensar si está preparada, si es el momento indicado y sobre todo si lo desea. La naturalización es un procedimiento ideológico: dejamos de ver las garitas, las vallas y las cámaras de seguridad mientras estas nos ven y nos controlan. ‘Vigilante’ saca a la garita de su camuflaje, para poder mirar de nuevo. ¿Quién controla? ¿A quién? ¿Por qué?”.

El uniforme masculiniza a De la Mata, pero no le impide mostrarse como una mujer deseante, que fantasea y se apropia del poder. Se suelta y revela detalles cada vez más sórdidos de su rutina y de su historia mientras se desarrolla la obra.

Identidad generacional

A sus 28 años, Sbdar (con lazos familiares en Tucumán) fue enrolada en la llamada Novísima Dramaturgia Argentina, pero se ríe de los encuadres: “no sé si seguiré siendo Novísima en unos años; no leo las interrelaciones estéticas en términos generacionales, sino que creo que las poéticas se entrecruzan por la sonoridad, el ritmo, la sustancia, el vacío, las preguntas, las posiciones, los encuentros y las fugas”.

“De todas formas entiendo que formar parte de una generación significa pertenecer a una época y como dice mi mamá citando a Lacan ‘que renuncie quien no pueda incluir en su horizonte la subjetividad de la época’”. aclara, y reconoce que más que un monólogo clásico, en “Vigilante” hay constantemente diálogos con ausentes desde un único personaje en escena: “no me interesaría escribir sin hacer trampa”.

Sobre la creciente presencia de dramaturgas femeninas en escena, Sbdar duda de que sea mayor que en otras épocas (“las mujeres que escribían teatro lo hacían a escondidas, sus textos eran quemados o expropiados por hombres que los firmaban como propios”), pero admite que están “conquistando territorios que antes nos estaban vedados; el gran desafío es pensar cómo ocupar esos espacios sin reproducir mecanismos patriarcales. Que seamos mujeres, lesbianas, travestis o trans no nos exime de la ardua tarea de replantearnos constantemente desde dónde construir nuestros propios territorios, en los límites, en las fronteras, en los baldíos, porque son los que han logrado que hoy estemos donde estamos”.

Junto a De la Mata y a Consuelo Iturraspe integra además el grupo de escritura feminista Cabeza, que pone en escena en la Capital Federal “Un tiro cada uno”, una obra basada en casos de femicidios reales cometidos en Tucumán.

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