Eduardo L. Fracchia - Economista del IAE Business School
El crecimiento de Argentina cerrará cercano a un 2% negativo en 2019, otro año impar recesivo. La contracción surge como consecuencia de los desaciertos de la política económica local y, por supuesto, de la herencia K que todavía influye.
La economía en el segundo trimestre creció a ritmo mejor gracias al agro. A pesar de la política monetaria contractiva la inflación no bajará mucho y estaría cerca de 42%, mejor que en 2018 pero todavía muy alta. En este sentido, las expectativas de inflación que son cruciales para explicar su dinámica podrían influir en que la misma llegue a 25% para 2020 de continuar el oficialismo en el poder. Sigue siendo una tasa alta en la comparación mundial.
Sólo un puñado de 15 países tiene una inflación anual de más de dos dígitos. Los intentos de pacto social a “la chilena” para bajarla no están en la agenda oficial. El oficialismo planteó últimamente que una estrategia de mayor consenso es válida y se demuestra en la designación de Miguel Pichetto como postulante a la vicepresidencia de la Nación.
El dólar, dada la incertidumbre electoral, estará más volátil en la segunda parte del año. Se esperan aumentos moderados en el oficial. El gobierno nacional quisiera llegar a las elecciones de 2019 con un valor del dólar estable aunque esto afecte a la competitividad. Hay reservas del Banco Central de libre disponibilidad aún para aguantar una eventual escalada del tipo de cambio en los meses electorales. Hay apoyo explícito del FMI para amortiguar potenciales corridas.
En definitiva, estamos ante un panorama complicado en cuanto a nivel de actividad y de inflación. El descenso del PBI constituye una herencia compleja para la próxima administración que deberá además pagar la deuda contraída con el FMI y la asumida en la administración de Mauricio Macri.
Se espera que en el segundo semestre la actividad mejore parcialmente por el efecto Brasil y por el salario real. El 2020 será un año de rebote cíclico con crecimiento moderado. El crecimiento sostenido de largo plazo aún está por verse y hoy parece lejano si no se hacen las reformas estructurales pendientes (laboral, tributaria y previsional).
El contexto político le marca la cancha a la macro en este final de mandato. Es prematuro aseverar que la fórmula que integra Cristina Fernández obtenga un tercer mandato. Este escenario mete ruido en el sistema económico . Macri aspira a un segundo mandato para consolidar lo iniciado. No tendremos en los años venideros, de ganar Macri, vacío de poder como cuando murió Juan Perón, pero quizás continúe cierta falta de liderazgo tan crucial en el terreno económico.
Termina un ciclo de cuatro años relativamente pobre en cuanto a los indicadores económicos tradicionales: actividad, pobreza e inflación. El desempeño de la gestión de Macri fue bueno en 2017 gracias al aporte inicial de la experiencia acumulada en la ciudad de Buenos Aires y al contexto internacional conveniente. En 2018, la macro fue a peor y tuvimos que arreglar con el FMI. Hay chances para que Macri triunfe en 2019 por ser un político más dialogante, con mayor amistad hacia los mercados, con vocación de apertura al mundo y transparencia institucional. Es un voto útil para evitar a los candidatos de la oposición asociados al populismo y la discrecionalidad.
Todas conjeturas que hay que ver como se resuelven en las elecciones. Las mismas son clave para ver el rumbo en el que se desarrollará la política económica y, a la vez, para evaluar la confianza de los consumidores e inversores en el nuevo tiempo que se iniciará después de los comicios. La economía no cambiará en lo sustancial antes de las elecciones presidenciales de octubre de 2019. A grandes rasgos se espera que los lineamientos económicos generales sigan por el mismo cauce a lo largo del año: inflación con un intento de estabilización convergiendo a 40/45% anual en 2019, controles de precios limitados a 60 productos, corrección más tenue de distorsiones en los precios de la energía y transportes vía aumento moderado de tarifas. En lo que se refiere a la actividad económica, puede empezar a crecer a un ritmo acotado a partir del segundo semestre gracias a la recuperación del salario real. En cuanto a la inversión, su crecimiento será reducido, entre otras cuestiones, por el ajuste fiscal que condiciona parcialmente el financiamiento público de la infraestructura.