Su historia no es como se la contaron y ahora busca a su madre biológica

Se estima que en Argentina hay tres millones de personas que desconocen su verdadero origen.

EN BUSCA DE SU HISTORIA. Luis Hogas tiene 31 años y posa en la foto junto a su pequeño hijo Tiziano. EN BUSCA DE SU HISTORIA. Luis Hogas tiene 31 años y posa en la foto junto a su pequeño hijo Tiziano.

A la historia de Luis Hogas (31 años) le falta un eslabón. Como si alguien hubiera arrancado un capítulo completo de su vida. El no sabe de dónde viene. Por qué lo abandonaron. Cómo será su mamá biológica. Su papá, ¿sabrá que existe?

A los 18 años, Luis llevaba una vida totalmente normal. Hasta que en un asado con amigos alguien le hizo un comentario que iba a desmoronarlo todo. “Eran las tres y media de la mañana y uno de los chicos empezó a llamarme “A” todo el tiempo. Me cansé y le pregunté por qué me decía “A”. Me constestó: “A de adoptado”. Tu mamá se le contó a la mía”, le dijo.

“No sabía si pegarle una trompada o romper todo. Me levanté y me fui a casa. Los desperté a mis padres a los gritos. Mi mamá quedó paralizada. Mi papá me llevó a la vereda y me dijo que era cierto”, recuerda. La primera pregunta que le surgió a Luis, quebrado hasta las lágrimas, fue: ¿por qué no le dijeron antes? La respuesta, sencilla y desgarradora a la vez, fue: “porque teníamos miedo de que nos abandonaras”. Le suplicaron que no se vaya. El, a cambio, pidió saber toda la verdad.

La versión que le dieron fue que una partera se los entregó en una casa de Tafí Viejo. Esto ya había sido pactado cuando estaba en la panza de su mamá. “Supuestamente se trataba de una mujer soltera, muy joven, llamada Imelda. Ella quiso quedarse conmigo pero mi papá biológico le dijo que era imposible porque él ya tenía una familia. Se borró y por eso ella decidió darme en adopción”, detalla.

Apenas nació, sus papás adoptivos, José y María Elena, se hicieron cargo del bebé y se fueron a vivir a Buenos Aires. “Después me enteré que una de las veces que fuimos de visita a Tafí Viejo mi mamá biológica me estuvo buscando”, señala. “También hay una versión de que el parto fue en medio de los cerros y mi madre me tuvo tres días antes de entregarme”, añade.

Los padres adoptivos lo inscribieron como hijo propio y lo criaron como tal. Así figura en la partida de nacimiento. Nació el 15 de diciembre de 1988, pero lo anotaron 13 días después. “Ellos no podían tener hijos. Fue duro enterarme cómo actuaron, pero igual estoy muy agradecido. Todo lo que soy, lo que me enseñaron, el amor que me dieron... todo se lo debo a ellos. Por eso, cuando murieron, les di las gracias y se que se fueron tranquilos”, explica Luis. Nunca sospechó nada en su infancia o adolescencia. Lo único que le parecía extraño era la edad de sus padres: “ellos me llevaban más de 40 años”.

Escenas repetidas

Fue liberador saber la verdad. Sin embargo, ahí no iba a terminar todo para Luis. Cada día que pasaba, sentía (y aún lo siente) angustia. Rastrear su origen, su identidad se convirtió en una obsesión. Se contactó con sus familiares. Obtuvo varias versiones. Supo que tiene un hermano que también habría sido dado en adopción. Supo que la partera habría sido amiga de sus padres adoptivos. Y que hay varias historias parecidas a las suyas. Buscó a la partera. Pero ya murió. Publicó su historia en sitios web y redes sociales. Ahí descubrió que la escena se repite. Como su caso hay millones.

La agrupación “¿Quiénes somos?” sostiene que más de tres millones de personas en Argentina desconocen su verdadera identidad. Algunos han sido entregados al nacer, sustraídos o vendidos. La gran mayoría -calculan que un 70%- se enteró de la verdad siendo adulto, según distintas organizaciones que se dedican al tema.

Los grupos se mueven por las redes sociales. En Facebook hay varios: además de “¿Quiénes somos?, están “Raíz Natal”, “BúsquedaVerdades Infinitas” y “Herman@s y Madres del Alma”, entre otras. En estos espacios, quienes buscan su origen se pasan datos, fotos y videos. Están seguros de que la tecnología ayuda. No obstante se encuentran con varios escollos: cuando fueron entregados no quedaron registros, sus partidas de nacimiento son apócrifas, los obstetras y las parteras han muerto y sus padres adoptivos también o prefieren guardar silencio. La búsqueda se vuelve un laberinto de obstáculos y de secretos. Nada es lo que parece. Y de pronto ellos sienten que su vida parece salida de un libreto de telenovela.

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