Manzur anhela festejar los goles que con Macri no pudo

Las que no pudo festejar con Macri en estos cuatro años, Manzur las quiere celebrar en los que vienen con Fernández, como si fueran goles propios. Nos referimos a las obras públicas, rubro en el que también se visibilizó la grieta o el fanatismo por la camiseta: que sí hubo obras de la Nación para Tucumán, que no las hubo; que la provincia no hizo obras, que sí las hizo. Chiquilinadas. Las diferencias políticas valen para los tiempos electorales o para marcar las faltas del oponente actuando como ojos avizores o fiscalizadores opositores de una gestión oficialista, pero desde las instituciones sólo caben esperar acuerdos desde el rol que les dio la ciudadanía -oficialismo u oposición-, para privilegiar acciones conjuntas que beneficien a toda la sociedad. La locura por la camiseta política propia obnubila y sólo permite ver enemigos, por eso las obras públicas que se hicieron en Tucumán fueron vitoreadas por cada lado como si fueran tantos propios, cada bando festejando los suyos.

En los cuatro años de Macri, desde la implementación del Plan Belgrano, hubo más debates sobre el origen de las iniciativas que convenios para avanzar en conjunto. La presencia del radical José Cano al frente del programa nacional exacerbó más las diferencias a nivel local, ya que de un lado se elogiaba la inversión de Cambiemos en la provincia y del otro hasta se llegó a sostener que la Nación no hizo una sola vivienda en suelo tucumano, por ejemplo.

Hubo obras, algunas relevantes, como los trabajos realizados en el aeropuerto local. Eso no lo festejó demasiado Manzur, que estima que con Alberto Fernández en la presidencia, por el solo hecho de pertenecer al mismo equipo político, podrá empezar a celebrar las obras públicas como propias, y venderlas como tales. Seguramente recordará los números de la gestión alperovichista en materia de obras públicas, que coincidió políticamente con el mismo color de camiseta que ostentaba la Nación, y anhelará la concreción de por lo menos un tercio de esas cifras: cuatro hospitales, 26.000 viviendas, 376 escuelas, 3.000 aulas y 48.000 soluciones habitacionales, valores que el ex gobernador y senador revela en su biografía.

A mediados de este año, desde el Gobierno provincial, en un informe subterráneo, se señalaba que durante la gestión macrista se habían iniciado 1.376 viviendas con fondos nacionales, pero que las casas no habían sido entregadas porque la Nación debía aprobar las adjudicaciones. Con el cambio de Gobierno desde el 10 de diciembre, esos goles -de concretarse- se gritarán en la tribuna del peronismo. La Provincia, según ese mismo informe, por esos tiempos, tenía 200 viviendas en ejecución, 300 en proceso de iniciación y 500 a punto de adjudicarse. Si se sumaban todas, las del equipo visitante y del local, se alcanzaba la cifra de 2.376 viviendas. Pocas comparadas con el promedio de 6.500 casas cada cuatro años de la administración alperovichista-kirchnerista.

Se entiende, desde esta perspectiva, por qué el gobernador se jugó la vida por la dupla Fernández-Fernández. Las expectativas provinciales son grandes; hace pocos días la interventora del IPV, Stella Maris Córdoba, lo revelaba en el programa de Panorama Tucumano: el desafío es poner de pie al Instituto y prepararlo para la política habitacional que va a venir en el período 2019-2023. Los goles que van a venir…

Sin embargo, en estos últimos días, Alberto Fernández, poco y nada dijo de la futura inversión en obras públicas, ya que está más preocupado por armar un gabinete para enfrentar las consecuencias de la crisis económica y un consolidar un consejo social para desarrollar políticas contra el hambre. Es su prioridad, como la “pobreza cero” de Macri. En materia de obra pública, el presidente electo escuchó hace pocos días los lamentos de la Cámara Argentina de la Construcción, que le demandó un plan de emergencia para los primeros 200 días, que contemple la concreción de 40.000 viviendas en todo el país a través de los institutos de Vivienda para paliar la crisis del sector. Es que según sus números, la construcción se desplomó 8,5% en septiembre respecto al mismo mes del 2018.

Todos necesitan y piden. Manzur, de manera previsora, solicitó a intendentes y delegados comunales que armen expedientes sobre las obras que necesiten para que, en su momento, las eleve a la Nación. Lo mismo que supo hacer Alperovich, en otro contexto, mucho mejor económicamente y más favorable desde lo político.

Otro informe de este año, pero del Gobierno nacional sobre las obras que realizó en Tucumán, deslizaba que en cuatro años de gestión invirtió en más de 3.000 viviendas, en puentes, autopistas, en la ampliación de la plataforma de cargas del aeropuerto, en construcciones contra inundaciones, obras de agua y cloacas en 28 localidades, en la entrega de casi 400 viviendas en Yerba Buena y en gastos por más de $ 1.600 millones en infraestructura en educación. Lo destacaban cuando podían los funcionarios nacionales o los dirigentes locales de Cambiemos para enrostrarles al PE que sí hubo obras de la Nación.

Una mínima repetición de ese nivel de trabajos públicos por parte de los nuevos residentes de la Rosada en Tucumán en los próximos cuatro años se festejará como si fueran goles propios. Porque la camiseta será la misma, aquí y allá. Muchas son las expectativas que tiene Manzur en las políticas de Alberto, en una devolución de favores que no se agote sólo en la incorporación de funcionarios tucumanos al gabinete nacional, y que se pueda expresar en el aporte de obras públicas a partir del mensaje de contenido federal del presidente electo. Justamente, a partir de que dice que gobernará con 24 gobernadores, muchos mandatarios aguardarán, por la lealtad ya manifestada en los comicios y por las posibles alianzas a futuro, que la moneda de cambio sean las obras públicas. Que si bien son necesarias, urgentes muchas, a la dirigencia les interesa más venderlas políticamente.

Hacer política con las obras públicas es de cajón. Una obligación. Y denunciar que no se invierte en ellas, o se desvían recursos para ese fin hacia otros destinos, también. Tal el caso de una ingeniosa y hasta chicanera iniciativa de los radicales Silvia Elías de Pérez y José María Canelada por las redes sociales. A través del hashtag #unaobraparaTucuman, plantean: “¿Conocés alguna obra que haya hecho Manzur en estos cuatro años? En Tucumán el sur se inunda, los puentes se caen, las rutas están destruidas y las calles se llenan de líquidos cloacales. Necesitamos de tu ayuda. Ayúdanos a encontrar alguna obra”. Más allá de la ironía, impulsan que sea la ciudadanía la que, a través de denuncias públicas, señale qué obras se necesitan en sus lugares. La senadora y el legislador remarcan que los indicadores revelan que Tucumán es la provincia que menos invirtió en infraestructura en comparación con otras provincias.

La obra pública, más allá de constituir una necesidad para la ciudadanía, seguirá estando en el debate, en la confrontación política. Manzur pretende que el paraguas albertista sea contemplativo con Tucumán a la hora de privilegiar un plan de obras, para poder gritar esos goles como propios, los que no pudo en la gestión de Macri. La oposición, con una particular iniciativa, ha resuelto seguirle los pasos y mostrar que poco hizo en materia de obras públicas.

En el fondo, las necesidades de uno y las denuncias de otro, ponen en evidencia que siempre hay urgencias cuando se trata de obras para satisfacer a la ciudadanía; sólo que la política de la grieta siempre mete la cola.

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