Arce entró en la historia del fútbol tucumano y algo más

"Nacho" se convirtió en el primer arquero en convertir de jugada, en un torneo nacional, jugando para un equipo tucumano

DESAHOGO. Arce lo gritó con furia y se lo dedicó a su papá, que había pasado unos días bien difíciles. la gaceta / foto de franco vera DESAHOGO. Arce lo gritó con furia y se lo dedicó a su papá, que había pasado unos días bien difíciles. la gaceta / foto de franco vera

No hay nadie más feliz que Ignacio Arce en este momento; no hay ningún tipo de dudas de eso. Nadie esperaba más que él vivir lo que le vivió el domingo en La Ciudadela. El “olé, olé, olé, ‘Nacho’, ‘Nacho’…” que bajó desde los cuatro costados, segundos después de que él clavara el empate contra Instituto, lo hizo temblar; se les aflojaron las piernas y sólo atinó a levantar los brazos y agradecer el gesto de los hinchas con una tímida sonrisa.

Pero lo que Arce a esa altura no sabía era que había entrado en la historia grande de la institución y también se había ganado un lugar importante en el cuadro estadístico del fútbol nacional. El gol con el que el paranaense no sólo niveló el juego contra Instituto, también salvó el invicto de La Ciudadela y le permitió a San Martín asegurarse el primer lugar de su zona por lo menos hasta la reanudación del torneo allá por febrero; también se convirtió en el primer grito de un arquero “santo” durante un partido. “No había antecedentes en la historia del club de un arquero que haya metido un gol durante los 90’”, aseguró en su cuenta de Twitter, Ramiro Villa, historiador “santo”.

“Es algo loco, inesperado. Siempre soñé con meter un gol, pero esto me superó. Primero logré el ascenso a la Superliga y ahora este hecho. Quiero mucho a San Martín y me desvivo por seguir entregándole alegrías”, le confiesa el héroe del momento a LG Deportiva.

Pero eso no es todo. Ese cabezazo que le recorrió el cuerpo, que rebotó en la punta de su pie izquierdo y que terminó metiéndose en el ángulo inferior derecho del casi imbatible Germán Salort, también le permitió entrar en el selecto grupo de arqueros del fútbol argentino que marcaron un tanto con pelota en movimiento.

De un tiempo a esta parte, los tantos de arqueros se transformaron en algo más o menos habitual. No son pocos los casos de goleros que son los encargados de patear penales o tiros libres en sus respectivos equipos. Pero lo de “Nacho” va más allá, resulta ser más meritorio y difícil de conseguir. Fue a buscar un centro y terminó ganando en medio de una maraña de jugadores rivales, algo que engrandece su conquista y deja a un costado a otros goles de arqueros que, si bien fueron con la pelota en movimiento (el rebote de un penal, por ejemplo, un caso bastante común) no tiene el mismo valor que el de Arce o que el de Carlos Bossio, el pionero en la materia allá por 1995 cuando le marcó de cabeza a Racing jugando para Estudiantes de La Plata. Es decir, con él gol del domingo, ingresó en el ínfimo club de arqueros argentinos, que en su país, convirtieron de jugada -excluyendo penales, rebote de penales, tiros libres y goles de arco a arco-.

Pero eso no es todo. “Loco” también será recordado como el primer arquero en la historia del fútbol tucumano que marcó, para un equipo de la provincia jugando en torneos nacionales, un gol con pelota en movimiento.

Eso sí, en la única que se quedó con las ganas es en la de haberse transformado en el primer arquero en marcar un tanto de jugada en la máxima categoría de ascenso de nuestro fútbol, conquista que está en manos del cordobés César Labarre, quien el 10 de octubre de 1998, de “palomita” marcó el empate de Nueva Chicago contra Arsenal.

Pero eso no le importa a “Nacho” en un momento en el que se siente casi en el aire. No cae de lo que vivió; fue demasiado para él. Y si bien no lo toma como revancha por la opaca salida a mediados de la temporada pasada, sí lo deja mucho más tranquilo. “Sé que hubo críticas y que había gente que no quería que vuelva. Pasé muchas cosas feas antes de irme, pero Dios siempre recompensa y le da las batallas más difíciles a los mejores guerreros”, jura, luciendo más tranquilo, cauto, pese a esas locuras típicas, propias de su ser, que lo impulsaron a ir a buscar el centro de Luis Aguiar, intuyendo que algo bueno estaba por pasar. “Volví mucho más maduro y me enfoco en tratar de tener el nivel que alcancé en la temporada del ascenso. Tengo los pies sobre la tierra; San Martín es mi lugar en el mundo y quiero seguir logrando cosas importantes acá”, remata el arquero del momento, ese que entró en la historia tucumana que guardará su nombre para siempre.

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