El hombre de las cavernas circula entre nosotros

Agarró a su ex mujer de los pelos, la sacó de la casa donde estaba refugiada y la arrastró hasta la esquina. Ahí le dio tres puñaladas en el pecho. Tal como los estereotipos del cavernícola del que hablaba Hobbes: un tipo bruto, fuera de la civilización, hecho de violencia. Como los estereotipos del hombre primitivo que lo imaginaban con el garrote en una mano y con la mujer arrastrada de la cabellera en la otra mano. Luis Edmundo Martínez, de 55 años, tenía un cuchillo, no un garrote, lo cual no hace ninguna diferencia en el comportamiento homicida. Mató a su ex mujer, Maira Alejandra Sarmiento (22 años), delante de su cuñada -que ni a ladrillazos pudo detenerlo-, de sus propios hijos y del barrio marginal donde se sentía protegida, el asentamiento Los Sánchez, en calle 11 entre 24 y 22 de Villa Mariano Moreno.

La cuñada, Cecilia Vaca, declaró anteayer por videoconferencia ante la fiscala de Homicidios, Adriana Giannoni, desde la División Homicidios. Reiteró el relato que hizo a LA GACETA, sobre cómo Martínez sacó de los pelos a Maira (le decían “Mariana”) y la ejecutó. Agregó que el lunes 30, un día después de que ella lo denunciara en la comisaría de El Colmenar, Martínez se apareció por el barrio. “Estábamos tomando mate. Ella lo alcanza a ver por la ventana. No quería salir por miedo. Él le decía que vuelva a la casa porque la iba a matar”. El hombre volvió a aparecer el miércoles. Ese día llegaba Tribunales la denuncia que ella había hecho el domingo. El viernes a las 11.39 enviaron la información a manos del fiscal de Violencia de Género, Ignacio López Bustos. Pero ya era tarde: esa mañana, a las 9, Martínez había atrapado y asesinado a Maira.

Ya el hombre está detenido: el día del ataque, un vecino, Francisco “Shambao” Aguirre, agarró un palo y le pegó en la mano a Martínez- que estaba arrodillado junto a Maira agonizante- para que suelte el cuchillo. Luego lo apaleó. Una pareja de policías que vive en el asentamiento lo esposó. La madre de Maira ahora pide Justicia “para esas dos criaturas que han quedado solas”. “Que no salga porque tengo miedo de que los mate a ellos también”, le dijo a LA GACETA.

Ella también tiene que declarar. Dice que Maira se vino hace un mes con los chicos de Mendoza, donde estaban trabajando en la cosecha de uva, y que apenas llegó se fue a refugiar a la casa de su hermana, porque Martínez ya la había amenazado. La madre le aconsejó que lo grabase e hiciese la denuncia.

Agresiones anteriores

“Ella le tenía miedo, pero no se animaba. El anteaño pasado cuando vivían en el barrio 1 de noviembre (otro asentamiento) mi otra hija, Leila López, que vivía a la par, lo denunció porque la había sacado a ella desnuda, arrastrándola. Después llamé yo al 911 porque estaba haciendo lo mismo. Vinieron. Les digo que lo lleven y me dicen ‘señora, no lo podemos llevar, no le está permitido a la motorizada’ ”.

La denuncia tuvo muchos fracasos. En El Colmenar, según Cecilia, les dijeron que debía ir a Tribunales y a la comisaría de la Mujer, en Don Bosco al 1.800. No quisieron oír la grabación. En la Don Bosco un policía de guardia les explicó que estaba cerrado por coronavirus. En la comisaría de Villa Mariano Moreno, a donde fueron el lunes y el miércoles (cuando Martínez se apareció por el barrio) les dijeron que debían volver a El Colmenar. “Yo le dije al oficial que escuche el audio -remarca doña María- pero no quiso”.

En Tribunales nadie dice nada. La Oficina de Detección Temprana, a cargo de Augusto Moeykens, pasó dos días después la presentación a la fiscalía. Una fuente judicial deslizó que, por la emergencia derivada del aislamiento, por un lado no se estaban tomando denuncias presenciales en las fiscalías y por otro lado se enviaban “cada dos días” los “paquetes de denuncias” a las fiscalías.

Como sea, a raíz de la tragedia se pidió un informe interno a la oficina de Sumarios, a cargo de Javier López Pedraza, y al mismo tiempo el secretario judicial Tomás Robert encargó a la fiscala Mariana Rivadeneira que investigue las responsabilidades en todos los pasos de la denuncia de amenazas de muerte, en los cinco días previos al allanamiento.

Otra fuente judicial dijo que, “al parecer” no le habían dado importancia a la denuncia porque Maira había dicho que Martínez la amenazaba por teléfono desde Mendoza. Y creyeron que el agresor no podría venir a Tucumán por el aislamiento dictado a causa de la pandemia. Lo que no se explica es por qué no se activó nada cuando se denunció que el cavernícola merodeaba por el barrio Los Sánchez. Consultadas acerca de si las citaron a declarar por esto, tanto Cecilia como doña María dijeron que no. ¿Tendrá algún final la investigación de Rivadeneira por las deficiencias en la recepción de la denuncia?

Desde el lado de la Policía, el comisario Carlos Carrillo, jefe de la Unidad Regional Norte, de la que dependen las comisarías de El Colmenar y de Villa Mariano Moreno, aseguró en un comunicado que la Policía cumplió con el protocolo con respecto a las amenazas, dando a entender que habían avisado a Tribunales. Añadió que se estaba sustanciando un sumario para revisar la actuación policial. ¿Quién lo hace? “Asuntos Internos, depende del jefe de la Policía”, respondió. Nuevamente se consulta a Cecilia Vaca y a doña María: ¿las llamaron de la Policía para que relaten sobre todas las veces que fueron con Maira a hacer la denuncia? “Todavía no”, responde cada una.

Entonces, ¿llegará a buen fin la investigación interna de la Policía? Es curioso, las acciones oficiales de los últimos días han soslayado prácticamente esta tragedia. Un informe policial da cuenta de que han disminuido un 80% las denuncias por violencia de género. El fiscal López Bustos advirtió que esto podía deberse a lo que dijeron hace días dos juezas: que por el aislamiento en el que están encerrados víctimas y victimarios podía haber más violencia pero menos denuncias. No obstante, dijo que habían caído las presentaciones de 15 denuncias penales por semana a tres. Por eso recomendaron que se acepten denuncias hasta de los vecinos y la jueza civil Valeria Brand, que dice que en el aislamiento ha recibido entre una y tres presentaciones por día, insiste en que se ponga mucha fuerza en la campaña del barbijo rojo, para que la mujer que va a la farmacia pueda denunciar mediante ese simple pedido la violencia.

Ahora, según López Bustos, se ordenan hasta 60 medidas diarias de protección a víctimas de violencia de género. El ministro de Seguridad, Claudio Maley, dijo hace dos días que “en casos de violencia de género hemos tenido respuesta inmediata”. Eso no ha ocurrido en el caso de Maira.

Todo patas para arriba

La tragedia de esta joven de 22 años ha puesto patas para arriba el sistema y nadie asume responsabilidades. Deberían haber caído policías y funcionarios judiciales; deberían estar preguntándose qué se está haciendo mal para que una persona no pueda poner una denuncia considerada urgente ante un policía y que este le conteste: “tiene que ir a otra dependencia” o “tiene que ir a tribunales”. Deberían estar preguntándose por qué no sirvió el teléfono 144 en el caso de Maira. Deberían estar preguntándose qué sentido tiene llenarnos de burocracia, con una oficina de la Mujer en la Provincia (un observatorio) y otra en la Justicia, si sólo atienden en horario de oficina. La misma oficina de la Mujer en la Policía tiene horarios administrativos de atención. Y todo está adormecido por el coronavirus. Quizás han tenido la impresión de que, como los motoarrebatadores no pueden salir a asaltar en la cuarentena, los violentos no iban a actuar, adormecidos por el aislamiento. También hay oficina para la Mujer en la Municipalidad y ahora un cuerpo de abogados de la Secretaría de Derechos Humanos ha habilitado un teléfono para denuncias.

¿Pero saben los policías de todo esto? ¿Por qué no ha funcionado la supuesta capacitación que se les ha dado y no han cumplido la orden de que se informe de inmediato? A causa de la tragedia de Maira, se supo que estaban enviando tarde las denuncias y que no había un sistema digital para informar de inmediato. Lo están preparando a las apuradas y lo tendrían habilitado el próximo martes. Todas estas incongruencias les dan la razón a las organizaciones como Mumalá que reclaman que la violencia crece -ya hay cinco femicidios en lo que va del año- y que el Estado no hace nada, o no hace lo suficiente- para frenar esta otra pandemia.

Martínez es un cavernícola. Mumala y quienes desde hace tiempo vienen clamando justicia -desde Times up y #Metoo hasta las mujeres de cada casa- dicen que hay muchos cavernícolas más. Y que hay actitudes machistas que esconden al cavernícola, como los chistes de antaño que mostraban al picapiedra con el palo en una mano y la mujer agarrada de los pelos en la otra. Todavía el sistema y la sociedad siguen en la otra caverna, la de Platón. Su alegoría es que su vida social es civilizada, pero en la realidad, afuera, cada tanto salta un cavernícola.

Maira fue sepultada el sábado 4 en un lugar para los abandonados del mundo, “en el cementerio Puerta de los cielos, ruta a La Aguadita”, dice su madre. Y recuerda la amenaza de Martínez a su hija: “yo te voy a matar y que de los chicos se encargue Dios”.

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