La Iglesia explotó en creatividad a través de las redes

Cómo vivieron los fieles católicos esta especial Semana Santa que concluye hoy. Misas por Facebook, vía crucis por Zoom, rosarios a través de las pantallas y en la casa.

VIA CRUCIS ENTRE FAMILIAS. Cada uno participó desde la computadora de su casa, cumpliendo con la cuarentena y con su fe. VIA CRUCIS ENTRE FAMILIAS. Cada uno participó desde la computadora de su casa, cumpliendo con la cuarentena y con su fe.

La Iglesia salió del templo y se metió en las casas, como diría monseñor Carlos Sánchez. No fue un fenómeno vivido sólo por los católicos, sino que fue compartido por los fieles de todas las religiones. La creatividad, así como la tecnología, estaban ahí, al alcance de la mano. Las religiones empujadas por el coronavirus se animaron a romper las barreras de las tradiciones para saltar al abismo de las comunicaciones. Fue en un acto de desesperación que tomaron el mouse que tenían en la mano o el celular y empezaron a cliquear. Y la distancia y el encierro desaparecieron; en su lugar, aparecieron las pequeñas iglesias domésticas, como pregona el catecismo.

De pronto la Iglesia de descentralizó de un día para el otro. El 19 de marzo las iglesias cerraron y no volvieron a abrirse. Pero la Semana Santa se celebró igual, y eso es lo que cada cristiano le contará a su descendencia. Haber sido testigos de un hecho que cambió la historia de 2000 años de la Iglesia, en unas cuantas horas. Aquí van esos testimonios contados en primera persona:

Representación en familia.- En la casa de los Brousse, la Cena del Señor se representó con el lavatorio de los pies, del padre a los hijos. “Rezamos el rosario, nos reunimos por Zoom para hacer el vía crucis. El encierro ha despertado la creatividad de los cristianos. El templo está vacío, pero la Iglesia católica está más viva que nunca”, resume Paula Lorena Eder de Brousse.

FAMILIA MUHALA. Reunidos alrededor del altar familiar que hicieron en el living. FAMILIA MUHALA. Reunidos alrededor del altar familiar que hicieron en el living.

Más unidos como familia.- “Esta Semana Santa fue diferente. Estamos más con la familia, y usamos otros medios para ir a misa, es algo distinto, un poco extraño, porque comulgamos espiritualmente”, dice Juan Manuel Muhala, de 13 años. Para su hermano, José Ignacio, de 11, “esta semana Santa ha sido especial porque pudimos disfrutarla más rezando el rosario. Aprendí que hay que tratar mejor a las personas. Los huevos de Pascua los hicimos en la casa y pudimos pasar más tiempo en familia; mis padres no fueron a trabajar”.

Un signo de nuestra época.- Para Romina Roda, madre de Martín, de 11 años y de Julián, de 9, “celebrar la Semana Santa virtualmente es un claro signo de nuestra época. Sentir la falta de los abrazos, de la cercanía de los afectos en las manos y los besos, nos hizo temblar a todos. Nos obliga a bajar la mirada y no sólo a la pantalla de nuestros aparatos, sino a la mirada del corazón. Todo es raro... ver las iglesias vacías, no sentir sus campanadas, ver la plaza de San Pedro vacía y un Papa solo. Si queríamos ver signos, en este tiempo estuvimos abrazados por ellos.

La Iglesia digital.- “Estuvimos unidos espiritual y digitalmente. Lejos de sentir desesperación y miedo, toda esta pandemia hizo que nos unamos más y nos acerquemos más a la oración. Nunca vi tantos medios de comunicación unidos en llevar la palabra de Dios”, dice Patricio Juárez, voluntario de prensa de la parroquia La Sagrada Familia, de Alderetes.

ROMINA RODA. Junto a sus hijos, Martín y Julián, con el altar familiar en su casa. ROMINA RODA. Junto a sus hijos, Martín y Julián, con el altar familiar en su casa.

En ayuno.- “A pesar de mi enfermedad ayuné toda la semana, tomando sólo algo líquido al mediodía, porque esta celebración fue muy especial, y la sentí de una manera distinta. Recé el rosario por el canal católico EWTN”, cuenta Fabiola Lucena, una tucumana que vive en Las Termas de Río Hondo con su marido. Ella padece una enfermedad autoinmune en los pulmones, sarcoidosis pulmonar quística, y sintió que su dolor se unía al de Jesús.

“Si nos está pasando, es por algo”.- Mariela Reche hizo su altar junto a su hija Sofía, de siete años. Se siente “bastante triste por no poder hacer el rito en la iglesia”, pero piensa: “si nos pasa esto, es por algo, pero siempre para bien de todos”. “A partir de ahora busco un cambio en mi interior, que trascienda la persona y que pueda llegar a los demás. En lo personal me quebré cuando vi a mi obispo tan triste, me sentí muy pequeña y vulnerable”, confiesa.

HERMANAS ESCLAVAS. Rezos y canciones en comunidad. HERMANAS ESCLAVAS. Rezos y canciones en comunidad.

Mirada desde la vida religiosa.- “Desde el primer momento la pandemia nos hizo cambiar toda nuestra vida. ¡Nuestras agendas llenas de cosas! Las clases (tenemos el colegio de las Hermanas Esclavas, un hogar de niños y el centro de espiritualidad). De pronto hubo que parar todo. Volver a reubicarse para seguir viviendo. Nosotros tenemos una misión y entre martes y miércoles solíamos viajar a la comunidad wichí, pero esta vez no pudimos hacerlo”, relata la madre Marita Barrionuevo, de la comunidad de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús. “Cuando todos esos problemas estuvieron planteados, vino la creatividad desde el amor, desde el corazón de Jesús que nos enseña. Hubo una movida solidaria muy buena que nos ayudó a juntar mercadería para la comunidad wichí, y a la vez Gendarmería nos llevó las donaciones que nosotras no pudimos hacer”, dice conmovida.

“Creo que todo esto ha sido una lección muy importante para la humanidad: primero que la historia está en las manos de Dios. Nunca nos hemos sentido tan vulnerables, tan frágiles como en este tiempo, con necesidad de volver a lo esencial, a reconocer que estamos en las manos de Dios. En segundo lugar, nos ha permitido experimentar lo más valioso, el poder de la fe y del amor, el no bajar los brazos, pensar en los demás, y en ese amor que nos une a pesar de que no nos podemos encontrar físicamente”, reflexiona la madre Marita.

LOS BROUSSE. El padre lava los pies de los hijos por el mandamiento de la caridad. LOS BROUSSE. El padre lava los pies de los hijos por el mandamiento de la caridad.

Las religiosas de la comunidad participaron de las distintas misas por Facebook y televisión e intensificaron sus momentos de oración.

“Todos juntos”.- “Nunca había vivido esto desde mi casa. Pude compartir la Semana Santa mucho más con mi familia, ya que antes cada uno tenía sus actividades, retiros y otras cosas por las que nunca estábamos todos juntos. Este año, de manera virtual, armamos un altar donde podíamos vivir la misa desde nuestro sillón en casa y comulgamos espiritualmente, algo que nunca me imaginé que se podía hacer”, dice sin salir de su asombro Eugenio Medina de la Fuente, de 17 años.

“La mejor Semana Santa de mi vida”.- Enrique Joaquín Herrera, de 16 años, confiesa: “esta podría ser la mejor Semana Santa de mi vida, porque al despojarnos de la ciudad nos permite enfocarnos de mejor manera en el dolor de la muerte de Jesús y en la gloria de su resurrección. Yo creo que es una oportunidad brindada por Dios para valorar realmente su sacrificio. En mi casa hay un altar familiar, que armamos entre todos”.

“Un desafío”.- “Los chicos se entusiasmaron con la preparación de cada ceremonia y tomaban protagonismo para dirigir algún rosario o leer alguna estación del vía crucis. Como padres sentimos un gran desafío de armar en medio de lo cotidiano un espacio de oración y reflexión en nuestra casa. En medio del desorden, de los juguetes y de los útiles hacer un lugar especial, un oratorio, para sentir la presencia de Dios y unirnos en oración”, cuenta María Alejandra Depalo de Merletti.

“En familia”.- “Estábamos tristes por no tener misas, pero fue la mejor semana santa en familia. Nos obligó a los padres a asumir un rol protagónico más fuerte en la transmisión de la fe. Los chicos sintieron que algo raro pasaba: no había visitas, no íbamos a misa, pero todo eso fue ayudando a concentrarnos en lo más importante. Ver el sufrimiento por la pandemia también los hizo más sensibles al dolor ajeno. Verlos arrodillados frente a la imagen de la eucaristía es realmente emocionante”, confiesa Matías Gordillo, que junto a su mujer se convirtieron en catequistas de sus propios hijos.

Por televisión.- “He podido participar en las ceremonias por televisión. He logrado orar junto a millones de hermanos provenientes de distintas latitudes en la plaza de San Pedro, escuchar la palabra evangélica a través de canales televisivos locales, dar oídos a los directos, profundos y cercanos mensajes de nuestro obispo, el padre Carlitos, asistir por medios diversos a las misas y conmemoraciones oficiadas por el sacerdote Manuel Alurralde, párroco de la iglesia ortodoxa, cantar junto a miles y miles de hermanos en la fe, ver films basados en la pasión de Cristo… en suma, he logrado llegar a una comprensión plena y profunda de la asistencia que pueden brindar los medios virtuales cuando son motivados por acciones trascendentes”, dice la escritora Honoria Zelaya de Nader.

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