En la historia hubo matrimonios por conveniencias políticas y matrimonios políticos por conveniencias históricas, o urgencias temporales, como el de Cristina y Alberto Fernández, unidos por la necesidad de ganar; hoy soportando tensiones internas y externas por esa convivencia. Los que aplaudieron saben que no pueden horadar al Presidente para debilitarlo porque implicaría el fracaso del peronismo en todas sus vertientes. Sintetizan en dos frases por qué no debe ni puede ocurrir la grieta interna, o el divorcio, más allá de que deben preocuparse por la gobernabilidad: porque cuando le pegamos a Cristina apareció Macri y porque si Alberto fracasa o no continúa, Cristina va presa. Imposible mayor reduccionismo, o sincericidio, destinado a evitar que estallen las diferencias en un oficialismo donde confluyen tres espacios de poder: Cristina y sus camporistas, Alberto y los gobernadores y Sergio Massa.

Sobresale la ex presidenta, por lo que cada gesto, palabra o movida que hace en ese esquema se lee de diferente manera, ya sea desde el oficialismo o desde la oposición, según los intereses que los muevan. Complicado sistema de contrapesos que sugiere que el Gobierno se mantiene en equilibrio inestable; así es fácil de desestabilizar, por eventuales disputas internas o por la acción opositora. Por eso hizo ruido la designación de Fernanda Raverta al frente de la Anses y disparó especulaciones sobre quién tiene el poder en la coalición gobernante, o quién se impone a quién. ¿Cámpora al Gobierno, Cristina al poder? Más caja para La Cámpora, fue la rápida lectura, aunque en los hechos implique más capacidad de gestión y mayor responsabilidad de Gobierno para los chicos cristinistas; si fracasan será el fracaso de ella. Tomó riesgos y los arrojó a la parrilla para que se fogueen de cara al futuro, si es que el camporismo es un proyecto de poder que sobrevivirá a la ex senadora, si serán vagón de cola del peronismo o si en algún momento lo conducirán.

Un “nestorista” que supo ser funcionario en la época de Kirchner afirma que La Cámpora es un proyecto acotado al territorio bonaerense y a algo de la Capital Federal; y que se despreocupa del interior del país. No le interesa, dice. En ese marco, en Tucumán, ¿La Cámpora tiene poder de fuego? En la provincia, el camporismo, se reduce a tres nombres con peso político propio: Jesús Salim, su esposa, la diputada nacional Mabel Carrizo, y el ex diputado Marcelo Santillán. Hoy, a nivel local la organización se encuentra desestructurada y en búsqueda de un líder para abandonar la horizontalidad y para recomponerse después de la diáspora de dirigentes y militantes que significó la derrota en 2015.

En 2019, con Cristina otra vez en el poder, reaparecieron con fuerza en los planos nacionales y también en la provincia por influencia de sus padrinos políticos: Andrés Larroque y Wado De Pedro. Con este Manzur terminó acordando los espacios regionales para Salim (gerente regional de Anses) y para Santillán (director regional de Empleo y Trabajo del Ministerio de Trabajo).

En esas negociaciones el gobernador obtuvo otros cargos para satisfacer intereses de sus nuevos hombres de confianza en la política; así es como aparecieron Enrique Salvatierra como gerente de Anses Tucumán, a consecuencia de la buena relación del mandatario con el diputado nacional Mario Leito, o Facundo Vargas Aignasse en la gerencia de Empleo, quien es primo del legislador Gerónimo Vargas Aignasse y que supo ir en su lista de candidatos a concejales. Gerónimo es uno de los principales escuderos del titular del Ejecutivo, su sombra en las salidas públicas y cabeza de playa en la Legislatura. El gobernador, además, puso a un hombre suyo en el PAMI: Julio Dip, un puesto para el que sonaba Salim.

Justamente, durante la semana que pasó, a Manzur se lo vio compartiendo encuentros con los tres camporistas por causas vinculadas por la pandemia, pero que le sirven para mantener la proximidad con los referentes locales que tienen buena llegada con la primera línea de la dirigencia camporista nacional. Con Salim estuvo en el Hipódromo, durante el pago del Ingreso Familiar de Emergencia a trabajadores informales y monotributistas, con Santillán visitó un microemprendimiento de tapicería en el barrio La Merced, y con Carrizo se cruzó en el Salón Blanco, durante el ensayo de sesión virtual de la Cámara Baja. La diputada llevó ese día un barbijo con las imágenes de Alberto y de Cristina, creatividad al servicio del matrimonio político unido por conveniencia.

¿Los tres son los únicos para mencionar como integrantes de la agrupación nacional en la provincia? Hay otros con trabajo territorial en el interior; supieron ser bastantes en sus mejores épocas, pero a raíz de haber salido del esquema de poder que gobernó el país entre 2003 y 2015 quedaron reducidos a menos de la mitad de camporistas puros u originales. En julio de 2015, antes de los comicios provinciales y nacionales, armaron un partido político para salir a disputar cargos políticos, sin demasiada suerte electoral: Podemos. Manzur, junto con Santillán, Salim y Carrizo, estuvo presente en la ocasión, y dijo: la militancia pura está acá, ustedes forman parte de una de las estructuras políticas más grande de la provincia.

Cuatro años después, esa estructura formó parte de la alianza Hacemos Tucumán, que postuló a Alperovich a gobernador, muestra de que el camporismo implosionó después de la victoria de Macri. Se desbandó. Al senador, esta pata le daba el aire kirchnerista que necesitaba para pelear contra la dupla Manzur-Jaldo, aunque luego no consiguiera la buscada bendición de Cristina. Tener su guiño era fundamental en ese momento, ya que la imagen de la ex senadora tenía un 60% de aprobación en la provincia. Alperovich no lo consiguió, pero tampoco lo obtuvo la dupla que triunfó, aunque para ellos era más importante que no los negara; les bastó el respaldo de Alberto.

Los camporistas aseguran que tuvieron que ver para que su jefa natural no viniera a Tucumán y le diera ni la foto al ex gobernador a partir de sus contactos con los principales referentes de La Cámpora, lo que supone un vuelco político en favor del oficialismo local y la decisión de jugar con el peronismo gobernante. De hecho, algún camporista sueña con sumarse a la estructura del PJ como parte del proceso de crecimiento dirigencial. Finalmente, Mabel Carrizo integró la lista de diputados nacionales en segundo término del Frente de Todos, sellando el pacto político y la afinidad entre el camporismo local y el Gobierno. ¿Los camporistas le aportan votos al oficialismo? Poco y nada. Cuando en 2017 se integraron a Unidad Ciudadana y compitieron en la interna del PJ para elegir los candidatos a diputados (lista UC-Magenta) logró 24.000 sufragios, frente a los 440.000 que consiguió la nómina que lideró Jaldo.

En esa línea, un observador justicialista sintetiza la relación y el peso que tiene el camporismo tucumano con el oficialismo con la siguiente definición: pueden dañar, más que aportar. La frase, cargada de desconfianza, minimiza al grupo como expresión de poder en el juego provincial, pero revela que aunque sean pocos, su valor político reside en el contacto con la conducción nacional de La Cámpora. El peso de la “influencia” es notable. O sea, mejor tenerlos de amigos. Se entiende que Manzur los considere y los respete, aunque él tenga línea directa con Wado De Pedro, con quien finalmente arregló la distribución de cargos de influencia regional entre sus respectivos muchachos, y al que recurre para pedir auxilio económico de la Nación.

Sin embargo, los camporistas entienden que son más que ese núcleo o trípode local y señalan militantes territoriales que están haciendo un significativo trabajo social en el interior y que entre ellos están los futuros conductores de La Cámpora en Tucumán. Así es como mencionan a Ricardo Zupan, ahora en los equipos del Congreso; a Marcelo Asmet, que supo ser candidato a concejal de Alderetes; a Alejandro Melo, que tendría el perfil para conducir la agrupación; a Nicolás Arévalo, que trabaja en cocinas comunitarias en Río Seco y Villa Quinteros; a Laura Sánchez, de San Pablo, y a Gabriela Impa, de Concepción, militantes feministas, a Mario Carrizo, de Tafí Viejo o a Florencia Amaya, de Banda del Río Salí.

¿Están con Manzur o con Jaldo? La respuesta es coincidente: sólo suman para la unidad. Lo que supone un interés por integrarse en algún momento al peronismo, pero no desde la división sino desde la unidad de ambos, de igual manera que lo expresaba el dibujo del barbijo de Mabel Carrizo. Porque por aquella unidad a los camporistas les está yendo bien, han resurgido y ocupan espacios en el Estado y tienen una cuota de poder y capacidad para desarrollar un trabajo territorial en Buenos Aires. En Tucumán, como espacio de poder, dependen del padrinazgo del ministro del Interior y del secretario general de La Cámpora: Larroque. Y allá, protegen y cuidan a sus “pollos”. Aquí deben militar desde sus espacios de poder, y gestionar.

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