Había una vez... un equipo que pasó de jugar en el torneo de la Liga Tucumana a Primera sin escala. No es un cuento. Es una historia real. Tan real que quedó en la historia. Sucedió hace más de 30 años y lo protagonizó San Martín. De la mano del uruguayo Nelson Chabay concretó una campaña inolvidable que no pudo repetir ningún otro equipo en el fútbol argentino. Ni antes ni después. Ese logro es único. Por eso se lo recuerda tanto.
“Ese equipo realmente jugaba bien. Teníamos grandes jugadores. Un plantel extraordinario”, destaca Dante Unali, el lateral izquierdo que formó parte de ese proceso y lo recuerda 32 años después. Hoy está radicado en Córdoba, donde nació hace 53 años. En aquel momento era muy joven. Realizó las inferiores en Racing de esa provincia, donde lo conoció Chabay. El entrenador lo recomendó a los dirigentes y él aceptó la propuesta. “Llegué para jugar los últimos partidos del torneo liguista. Salimos campeones y nos clasificamos para jugar el Regional. Al final no paramos hasta llegar a Primera”, cuenta en la charla con LG Deportiva.
El conjunto de La Ciudadela venía de sufrir dos duros golpes. Primero perdió la final contra Atlético Concepción, que definía una plaza en el Nacional B, el torneo creado en 1986 cuando se reestructuraron las competencias organizadas por la AFA. Al año siguiente fracasó en el segundo intento, luego de ser eliminado por Arsenal en una polémica serie.
La tercera fue la vencida. Chabay construyó la base del equipo que fue campeón local y se consolidó con jugadores experimentados. “Para jugar el Regional llegaron (Walter) Villafañe, “el “Gordo” (Juan) Ibáñez, Jorge López, el uruguayo (Julio César) Jiménez, entre otros. Conseguimos el gran objetivo que era llegar al Nacional B sin mayores problemas”, sostiene.
En la fase inicial del Regional dejó en el camino a Talleres de Perico, Central Norte y Atlético Ledesma. Pasó a jugar el Zonal Noroeste, donde se impuso en los mano a mano contra Belgrano de Paraná (0 a 0, en Entre Ríos, y 6 a 2, de local); Sarmiento de Leones (1 a 0 y 1 a 1). En la final San Martín goleó a Güemes 5 a 1 en la ida y dejó la serie definida, pese a que perdió la revancha, jugada en Santiago del Estero, 1 a 0. Así se aseguró un lugar en el Nacional B
Una vez dado ese paso llegó el premio extra. El reglamento establecía que el equipo del interior que ascendía al Nacional B tenía la chance de jugar el torneo Dodecagonal donde estaba en juego el segundo ascenso a la máxima categoría. Los tucumanos arrancaron esa instancia eliminando a Tigre, al que derrotaron en los dos partidos. Luego llegó el turno de Cipolletti, al que golearon 5 a 2 en La Ciudadela y aseguraron la clasificación al igualar en Río Negro. El momento de duda apareció frente a Quilmes, con el que empataron sin goles en La Ciudadela, pero derrotaron de visitantes 2 a 1. La final fue contra Chaco For Ever. Triunfos de local por 1 a 0 con un golazo de José Humberto Noriega y de visitante por 2 a 0 (otra vez Noriega y Jorge López).
“El equipo se sacó una mochila pesada cuando aseguró el ascenso al Nacional B. Ese era nuestro objetivo principal. Lo otro no estaba en nuestros planes. El reglamento nos brindaba esa posibilidad y la aprovechamos. Estábamos consolidados como grupo y había jugadores con un nivel muy alto. Siempre jugamos en desventaja porque teníamos que enfrentar al rival mejor ubicado, ya que veníamos de abajo. Además, todas las llaves las definimos de visitante y estábamos obligados a ganar la serie porque en caso de igualdad avanzaba nuestro rival. Teníamos todo en contra, pero cuando salíamos a la cancha sabíamos lo que podíamos dar”, cuenta Unali.
San Martín -donde marcó sólo dos goles, ambos a Boca en el histórico 6 a 1 en La Bombonera- fue el trampolín que le permitió construir una carrera con 401 partidos que incluyó varios clubes: Mandiyú de Corrientes, Colón (tuvo dos ciclos y jugó allí 220 partidos), Huracán, Talleres de Córdoba, Estudiantes, San Miguel y Racing de Córdoba, el club donde se formó y eligió para poner punto final a su carrera. Alfio Basile lo convocó alguna vez para la Selección y estuvo muy cerca de jugar en Boca. “Settimio Aloisio compró mi pase y me tuvo dos semanas en Buenos Aires, pero las negociaciones fracasaron”, recuerda. Actualmente comparte sus días con sus hijos Matías (26), Giovanna (18) y Lucas (15), además de su nieto Gian Marcos. “Lo único que me une al fútbol es un campo deportivo de mi propiedad que alquilo para que se jueguen ahí campeonatos amateurs”, comenta Unali, protagonista de una historia que es real, aunque parece sacada de un cuento.