El “mal”
Una primera presentación opone el “Mal” al “Bien” haciéndolo una categoría esencial de la moral, de la religión y también de la teología. Los ámbitos en los que se hace presente pueden ser cualesquiera. Existe el mal que consiste en apartarse de lo justo, lo lícito o lo honesto, y aquel que reside en el daño, la desgracia, la calamidad, la enfermedad o el dolor.
Por Raúl Courel
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES
Lo malo y la maldad polarizan las significaciones que se despliegan en las alternativas del bien y hay tantos males como bienes nuestros ideales son capaces de reconocer. Son tantos cuantas las ocasiones de satisfacción el sujeto muerde o puede morder, procedan ya sea de Dios o de mujer, por capricho o por empecinamiento.
La maldad puede vincularse a la voluntad obstinada y también a la ausencia de propensión alguna, que suele ser la razón de la ociosidad. Está el mal de la prolijidad y el del descontento del perfeccionista, el de rechazar lo mejor y también el de exigirlo. La maldad es ocasión de llanto pero también de risa. Hay males que se sufren y otros que se paladean.
Existe el mal de ojo, maleficio que resulta del odio que hace también maldecir, o el de la mala educación, de otro tipo.
El mal de la violencia no es idéntico al mal de la perfidia. Asociado al crimen y al asesinato, es enemigo de la vida; vinculado al odio, se opone al amor; relacionado con el sexo se mezcla en el misógino con la desmesura que ve a cada instante en la mujer.
Hay males de todo tipo, intensidades y extensiones, y hay épocas en las que se destacan unos y las hay en las que sobresalen otros. El mal que encierra la corrupción del poder no es el mismo que el que teme la religiosa en el claustro. Asociado a la mentira, se relaciona con la verdad; identificado con la satisfacción sin compromisos deriva en indiferencia ante el dolor del prójimo.
El mal se esconde en la invocación de los más elevados ideales, en cuyo nombre se producen masacres devastadoras; ha sido con el propósito de satisfacer al buen Dios que las más crueles acciones se llevaron a cabo. En nuestra época, no menos que en otras, se asocia a ideales y fundamentalismos, también a la frivolidad y a la banalidad: de allí que alguien sea asesinado tanto por expresar ideas contra un gobierno como por ser hincha de un equipo de fútbol.
La religión hizo del mal resultado de las pretensiones del diablo, llamado “el malo”. Identificado con Satán y el Anti-Cristo, el mal aparece como oposición al padre. En las ciencias el mal ha sido depurado de esas inscripciones, asociándose, en cambio, a la falta de rigor lógico-matemático: un mal frío, indiferente a si alimenta o no posibilidades de generar desgracias. El psicoanálisis, en la medida en que aguzó la escucha a los clamores humanos, acabó dándole un nuevo lugar en lo que llamó pulsión de muerte.
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Raúl Courel - Psicoanalista, profesor e investigador; ex decano de la Facultad de Psicología de la UBA.