Entrevista a Andy Cherniavsky: “El rock de los 70 y 80 era más genuino”
Referente de la fotografía, y también del mundo del rock argentino, acompañó el crecimiento artístico de Charly García y de Andrés Calamaro, y fue testigo del fin de esa etapa revolucionaria para nuestra cultura. Final que se gestó en el año en que fallecieron Luca Prodan, Federico Moura y Miguel Abuelo y terminó, coincide Cherniavsky en diálogo con LA GACETA, con la revolución que provocó Fito Páez con “El amor después del amor”, en 1992. Entonces “se termina cierta manera de hacer música”, dice. Acaba de publicar Acceso directo, libro en el que recuerda desde adentro cómo era el movimiento que explotó con el regreso de la democracia.
Por Alejandro Duchini
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES
La entrevista, de casi una hora, se hizo a través de webcam. Detalle que sirve para contar que a Andy Cherniavsky se la nota realmente bien con la publicación de Acceso directo. Su sonrisa refleja su estado de ánimo. Solo dejará de sonreír en momentos en los que prime la melancolía de una época dorada que ahora ella mira con el marcado paso del tiempo. Por ejemplo, cuando hable de la muerte de Miguel Abuelo, uno de los artistas que, a su criterio, más incidió en el rock, sobre todo con Los abuelos de la nada, banda emblemática de la que surgió Andrés Calamaro, un joven que no paraba de hacer hits y al que se disputaban tanto Abuelo como Charly García.
Con Calamaro (de quien fue pareja), la relación -según cuenta en el libro- terminó cuando él se fue a España a encarar Los Rodríguez. Siguieron las cartas de amor pero en una charla con amigos se enteró de que se había casado sin decirle. No le guarda rencor, pero dice que el Calamaro de hoy no es el que ella conoció. Con Charly sigue en contacto. Lo describe como alguien con temor. Y en Acceso directo lo recuerda llorando en una fiesta y acurrucado al lado de una estufa porque se incendió su casa y “a nadie le importa”. Eran los tiempos del frustrado proyecto con Luis Alberto Spinetta. De ahí salió “Rezo por vos”.
-¿Qué te pasó al escribir sobre los 80?
-Fue fuerte. Ahora que la gente puede leer el libro me siento un poco expuesta o desnuda. Fue como hacer catarsis y sacar todo eso. Me gustó hacerlo. Era como una asignatura pendiente. Incluso mi hija, Liza (“mi evolución”, la refiere en la dedicatoria) me decía desde chica que lo escriba. Hoy tiene 26 años y está chocha con la salida del libro. Mi historia con ese rock coincidió con el final de mi juventud.
-Dedicás un espacio importante a Los abuelos de la nada.
-Es que la separación de Los abuelos de la nada como lugar de camaradería, de diversión, fue muy fuerte. El libro tiene una cosa de tristeza en el recuerdo y también de alegría. Mi vida de niña y adolescente era un poco triste y el rock se me hizo familia, me dio un lugar de pertenencia. En ese marco, Los abuelos de la nada era todo. Y también Serú Girán. El final de los 80, con las muertes de Luca (Prodan), Federico (Moura) y Miguel (Abuelo), era a la vez como el fin de una fiesta.
-¿Coincidís en que ese ambiente ochentoso terminó con la aparición de “El amor después del amor”, el primer disco masivo de Fito Páez?
-Así es. También se termina cierta manera de hacer música. Empieza un momento de locura de Charly. Hay como una parte que se vuelve triste. El rock de los 70 y los 80 era más genuino. Yo llegué tarde a que me guste Soda Stereo. Lo curtí después. Me gusta Divididos y muchas otras bandas, pero creo que en los 80 había una cosa de romper estructuras, de lucha, de poesía, que no tenía que ver con el mercado. El mercado se chupó todo eso. Sin desmerecer a nadie. Me encantan Soda, Babasónicos, Las pelotas, Divididos. Así que no es una crítica a lo que vino después ni a lo que hizo Fito ni a lo que hizo Charly. Antes había mucha más necesidad de expresión. Y más rockera.
-Quien no aparece tanto es Luis Alberto Spinetta. ¿Por qué?
-No lo seguí fotográficamente. No sé por qué. Lo retrataba más en los recitales. Aparte lo veía muchísimo en mi casa y en la suya. Era amigo de Andrés. Lo conocí más como persona que como fotografiado.
-Decías, ese ambiente te cobijó tras una infancia-adolescencia complicada.
-Esos años de vivir sola los pasé muy mal. Mi vieja se fue cuando yo era bastante chica, a mis 16. Y mi viejo… Ambos tuvieron malas parejas, a las que les jodían las relaciones con los hijos. Con el correr de los años esas cosas se enmendaron. Pero entonces me sentía sola, desamparada. Y muy responsable de mi hermano, dos años más chico que yo. Fue muy difícil crecer sin una referencia familiar. Aunque mi padre estuvo un poco más presente. A mis 17, si mal no recuerdo, me quedé absolutamente sola. Aunque estaban mis abuelos, mis tíos, vivíamos solos, mi hermano y yo.
-¿El rock te salvó?
-Sí, porque encontré un lugar de pertenencia, más allá de desarrollar una profesión. ¡Tenía un lugar! Había probado con la facultad y no cuajaba. Tenía mis amigas del colegio, pero también era como un bicho raro que vivía sola. Mi casa era como un lugar copado por amigos que se morfaban todo. No tenía teléfono ni relación con mis viejos. Así que el rock de alguna manera fue un espacio de pertenencia.
-¿Cómo recordás esos años?
-Desde mi laburo de fotógrafa con cariño. Pero también tienen un costado doloroso porque estaba sola. Salvo la parte familiar y la muerte de mi hermano, no cambiaría nada.
Andrés y Charly
-Fuiste novia y gran apoyo de Andrés Calamaro cuando no era masivo. ¿Cómo vivís su popularidad?
-Me encanta lo que le pasa a Andrés. Aposté cien por cien a que iba a llegar. Hice mucha fuerza para que eso pase en los 80. La separación la sufrí, pero más allá de eso me parece fabuloso. Algunas veces, en los 90, nos encontramos y fue como estar con otros amigos y músicos, abrazados todos con la complicidad de los 80. Merecido todo el éxito que tuvo y tiene. Fui su fan número uno y me parece que es un capo, más allá de que ideológicamente no comparto un montón de cosas que expresa hoy.
-¿Cómo se llevan?
-No tengo relación con él, pero por nada en especial. Estamos en mundos diferentes.
-¿Y con Charly?
-Me llevo re bien. Vino a ver la muestra Los ángeles de Charly que hicimos con Nora Lezano e Hilda Lizarazu. Con Charly hay una relación tan fuerte por lo que vivimos, que ya está todo como… somos un poco de cada uno. ¿Viste cuando sentís por tus amigos una unión muy fuerte? Bueno, eso.
Miguel Abuelo
-Miguel Abuelo es gran protagonista de “Acceso directo”.
-La suya fue la muerte fuerte, porque era con quién más cercanía tenía. Lo había seguido desde chiquita y la vida lo llevó a que esté presente en casa y hasta compartir viajes. Lo de Federico me puso muy triste por su familia, porque creo que era un tipo que también dio vuelta la escena. Y lo de Luca. Esas tres muertes me partieron al medio. Además marcaban el fin de los 80. Siempre cuento que me enorgullece que el Correo Argentino me haya comprado una foto de Miguel Abuelo y otra de Luca para estampillas. Para mí no fue un hecho comercial sino todo un símbolo.
-¿Cómo era Miguel Abuelo?
-Era como un marginal… aunque no sé si ésa es la palabra... Alguien que venía sin posibilidades en la vida y que sin embargo llegó a ser lo que fue. Miguel fue siempre como el Ave Fénix. Hubo tres etapas de Los abuelos de la nada y en cada una siempre brilló Miguel, que sufrió un montón la separación del grupo, a mediados de los 80. Pero la siguió luchando porque siempre fue, como le decía, el torito argentino. Creo que tuvo un gran reconocimiento en los 80 y lo supo vivir. Lo disfrutó. Era un gran “disfrutador”.
-Una personalidad fuerte, ¿no?
-Tenía una personalidad muy particular. Hablaba y se enojaba y al mismo tiempo se daba cuenta de que se iba al carajo y volvía. A la vez era simpático y divertido.
-¿Cómo imaginás que hubiese seguido Miguel en lo musical?
-Hubiera tenido el éxito merecido. Quizás “Cosas mías” no tuvo el tiempo para explotarlo lo suficiente. Andrés también tuvo que pasar por un período tremendo hasta llegar al éxito de Los Rodríguez. Melingo tuvo que reinventarse. Cachorro López salió por el lado de la producción. Pero a Miguel no le dio el tiempo. A ninguno le resultó fácil la separación de Los abuelos de la nada.
Distancia
-Tu alejamiento de ese ambiente no fue el mejor.
-Me fui un poco como enojada por el tema de la violencia en el rock. Ya no quería hacer fotos en vivo, pero seguía haciendo tapas de discos. Participaba desde otro lado, pero abandoné por completo el tema de la exposición física que implicaba un recital. Aparte quería aprender otras cosas. Hasta el día de hoy sigo sacando fotos de rock. Pero en ese entonces llegué a un punto en el que quería enfocarme en otro lado.
-¿Cómo es tu actualidad profesional?
-Estoy con fotos moda, publicidad, cine, teatro, y sigo haciendo tapas de discos. Quiero volver a hacer una muestra con Hilda Lizarazu y Nora Lezano. Y hacer libros de fotos. Enseño, algo que me encanta. Me gusta viajar al interior enseñando fotografía. Me hubiera encantado tener a alguien que me diga todo lo que hoy tengo para decir.
Costado humano
-¿Qué rescatás acerca de que tus fotos sean referencia del rock argentino?
-Lo que más valoro es que mis imágenes cuentan la historia. Eso es lo que va a perdurar. Posiblemente tu hija vea esas fotos como un libro de historia. Eso me enorgullece. En los 80 ni lo imaginaba.
-Me queda la sensación de que Acceso directo es una forma de humanizar a las estrellas de un movimiento cultural único.
-Creo que mi libro tiene una vueltita en el sentido de acercarse a contar cosas que muchos periodistas y escritores de rock no se animaron a desmitificar en cuanto al ídolo. Imaginate la cantidad de cosas que podría haber dicho y que no las dije por una cuestión ética. Pero quise ponerle sinceridad. Ninguno es un mármol impoluto. Me enoja que no se cuente un poquito del defecto que puedan tener como seres humanos. Y eso quise: mostrarlos como personas sin dejar de valorar la música y a la vez contar cosas tristes y otras divertidas. Hay millones de cosas terroríficas. Pero que ellos hablen por sí mismos.
© LA GACETA
Perfil
Andy Cherniavsky nació en Buenos Aires. Cuando sus padres se separaron, vivió sola con su hermano dos años menor. Adolescente en los 70, fue novia del hermano de Charly García. Empezó a sacar fotos en el incipiente ambiente del rock argentino. A ella le pertenecen algunas de las más emblemáticas tapas de discos y fotos de artistas de las más variadas ramas. Fue editora fotográfica de la revista G7 durante diez años, y publicó dos libros de fotografía: Corazón argentino y Charly, una biografía fotográfica de Charly García. Su trabajo ha recibido numerosos premios, como el Premio Perfil, el del Círculo de Mujeres Creativas y el del festival El Ojo de Iberoamérica. Junto con Hilda Lizarazu y Nora Lezano, en 2017 realizó en el Palais de Glace la muestra de fotos Los Ángeles de Charly. Actualmente, trabaja como fotógrafa y directora de arte para las principales marcas y agencias publicitarias de la Argentina y el mundo. Acceso directo es el libro en el que cuenta su experiencia con el rock en los 70 y 80.