Reflexiones en torno a la vida y la obra de Carl G. Jung

Su biografía y su pensamiento están estrechamente vinculados. Se recluía periódicamente en una torre construida por él mismo, en su vida en sociedad se rodeaba de mujeres, no hubo campo de interés al que eludiera, abrazó como pocos la libertad. Rompió con Freud, dejó una legión de seguidores pero pidió que no hubiera junguianos.

SABIO SUIZO. Jung nació el 26 de julio de 1875. Falleció a los 85 años. SABIO SUIZO. Jung nació el 26 de julio de 1875. Falleció a los 85 años.
02 Agosto 2020

Por Antonio Las Heras

PARA LA GACETA / BUENOS AIRES

Este 26 de julio se cumplieron 145 años del nacimiento del sabio suizo Carl G. Jung. Pareciera ser un buen momento para hacer algunos comentarios sobre su célebre vida y extensa obra.

Para comenzar, señalar que he advertido –en numerosas ocasiones– que suele separarse la vida de la obra de una persona destacada. He leído, por ejemplo, críticas a la forma en que vivieron Einstein, Dalí, Borges o Picasso junto a elogiosos comentarios sobre la obra realizada. Y me ha tocado debatir al respecto –y lo seguiré haciendo– sosteniendo mi posición de que la obra es –de manera ineludible– resultado de la forma de vida que ha tenido el creador. Sea en el campo científico, intelectual o artístico. Sólo determinada forma de vida –por ejemplo– puede dar lugar a la obra legada a la posteridad por Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, con todo lo controversial que –para algunos– pueden ser estas.

Mis palabras introductorias son a los efectos de dejar en claro cuál será mi posición al referirme a la vida y obra de Carl Gustav Jung (1875/1961), quien –en su momento– fue el psiquiatra más prestigioso de toda Europa y discípulo disidente de Sigmund Freud (1856/1939), el creador de la moderna Psicología de lo Inconsciente y del Psicoanálisis.

La amplia obra realizada por Jung –prácticamente– abarca todos los ámbitos de la condición humana. ¿Habría sido posible de concretar en una persona que tuviera una vida de esas que solemos denominar “normales”? Estoy seguro que no. A más abundamiento, recientes desclasificaciones de documentos secretos en los Estados Unidos permitieron informarnos de que el “Mago de Zurich” (como también lo llamaban) fue agente secreto –espía– de los aliados en tiempos del nazismo.

Casado joven y con varios hijos, renunció pronto a su empleo en un hospital neuropsiquiátrico para dedicarse a la atención de su consultorio y llevar una vida singular que incluyó prolongados viajes –tanto al África como a América–, períodos aislados en la Torre de Bollinghem –que construyó con sus propias manos– donde permanecía sin electricidad, ni teléfono, ni ninguno de los beneficios de la tecnología.

Su esposa decía que cuando lo veía partir remando en su bote, por el lago (cuya orilla daba al fondo de la residencia en que vivían) rumbo a la Torre, desconocía si habría de regresar al día siguiente, en una semana o transcurrido un mes… o más.

Jung vivió rodeado de damas –las que fueron conocidas como “Las Mujeres de Jung”– que lo acompañaban a congresos, estudiaban con él y hasta se ocuparon de formar el Instituto Jung que aún funciona en Suiza. Algunas de ellas –que despertaron celos en Emma Rauschenbach, su esposa; quien hasta escribió cartas a Freud comentándole sus dolores al respecto– se convirtieron en destacadas discípulas y biógrafas, continuadoras de la obra del sabio. Lo que también ocurrió con Emma quien dejó valiosos escritos sobre la simbología del Santo Grial así como de los arquetipos del Ánima y del Ániumus.

Jung fue un ejemplo de vida en libertad; de trabajo en disolver represiones y censuras que impiden la creación plena y el pensamiento profundo, original, transmutador. Se ocupó del I Ching (el varias veces milenario libro sapiensial y oracular chino), de la Alquimia, del esoterismo, de la Parapsicología… hasta del fenómeno OVNI. No hubo campo de interés al que eludiera. Esa libertad para el trabajo se halla entrelazada con la libertad que ejerció la mayor parte de su existencia. Que, además, aparece nítida en la ruptura con Freud precisamente por negarse a ceñirse a las limitaciones que el Maestro de Viena pretendió imponerle.

No hubiera quedado en la Historia el nombre de Jung de haber llevado una vida monótona, “normal”, de mayorías.

Entiendo que es muy importante que quienes han decidido transitar el Campo Junguiano lo tengan en cuenta. El Mago de Zurich dejó dicho que pretendía que, en el futuro, no hubiera “junguianos” sino continuadores que ampliaran lo ya hecho incursionando en nuevos desafíos.

Jung es mucho más que el creador de una escuela psicológica, o de una real antropología; se trata de quien nos ha dejado a la vista una herramienta para atravesar nuestro cotidiano existir sin aquellas innecesarias limitaciones que privan del bienestar otorgado por una vida en plenitud.

Como él mismo lo escribiera: Sólo si sabemos que lo que realmente importa es el Infinito, podemos evitar fijar nuestros intereses en futilidades y en todo tipo de objetivos que no son realmente importantes.

© LA GACETA

Antonio Las Heras - Doctor en Psicología Social, magíster en Psicoanálisis, director del Instituto de Estudios e Investigaciones Junguianas de la Sociedad Científica Argentina, presidente de la Asociación Junguiana Argentina, autor de Psicología Junguiana.

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