El consenso potencia las decisiones sobre la ciudad

Si hay una lección que está dejando la pandemia de coronavirus es la necesidad del trabajo conjunto, hacia un mismo objetivo consensuado, entre los distintos estratos del Estado y el sector privado. Un ejemplo claro y concreto han sido las acciones que lograron delinear las autoridades locales de Turismo, que en los meses más complicados del aislamiento social y con una actividad al borde del precipicio, proyectaron salidas que beneficiaran a toda la cadena productiva del sector y, por elevación también a los usuarios. De esta necesidad surgieron los paquetes del plan “Destinos abiertos”, que ponen en marcha empresas de transporte, servicios gastronómicos, hotelería y excursiones, a un precio diferencial para los tucumanos. Es el modo que, esperan, posibilitará que miles de turistas puedan hacer un viaje durante las vacaciones, a los destinos locales.

Otro ejemplo claro de la potencia de las decisiones cuando se toman en conjunto es la posibilidad que, a mediados de septiembre, habilitó la Municipalidad de San Miguel de Tucumán para que bares y restaurantes pudieran ocupar parte del espacio público. Nadie lo niega: ha sido un manotazo de ahogado, una jugada improvisada en momentos en que los gastronómicos se asfixiaban de gastos fijos con sus locales cerrados, con facturaciones nulas.

En ese marco, los empresarios pidieron a la Municipalidad que les tirara un salvavidas que, al principio, ni siquiera ellos sabían cuál podría ser. La vía de abrir sus salones, lo que realmente les asegura el funcionamiento de los negocios, no era una alternativa por las medidas provinciales y nacionales de distanciamiento social. La posibilidad de desplegar la atención en las veredas, de manera habitual o con ciertas restricciones en la capacidad, era una salida a medias para muchas firmas, o directamente inviable para otras. Es que las realidades en cuanto al espacio en esa parte de la vía pública son disímiles en toda la ciudad. Para muchos, no alcanzaba con las mesas en las veredas. Otros, directamente no tienen acera disponible.

La hora exigió entonces creatividad, apertura y flexibilidad. Los gastronómicos recibieron con los brazos abiertos el ofrecimiento de la Municipalidad, que cedió parte de la vía pública para que pudieran extender la capacidad externa de sus negocios, colocando mesas y sillas en partes de la calle o en plazas y otros paseos públicos.

Desde el punto de vista de los emprendedores, para muchos esa posibilidad fue la que les permitió seguir con sus negocios adelante, porque de otro modo hubiesen tenido que cerrar las persianas, presionados por las deudas y sin perspectivas de recaudación. Y si bien algunos quedaron afuera de esta chance, por su ubicación o características de sus locales, agradecieron en conjunto este golpe de timón por parte de la Municipalidad.

Desde el punto de vista de los usuarios y de la misma Municipalidad, la medida también fue un éxito: tuvo aceptación inmediata y de un día para el otro el paisaje urbano cambió, para mejor, de manera radical. Calles y circuitos animados; luz, vida, movimiento y más seguridad en la ciudad.

Fue una medida que, como dijimos, surgió de la improvisación y de la necesidad, no la planificación. Pero que, al ser tomada y motorizada en conjunto con todos los actores comprometidos, y no desde la imposición, dio resultados beneficiosos para la sociedad toda.

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