El relato de un tucumano que pudo despedir a Maradona: "apenas entrás se te eriza la piel"

Gonzalo Abel tuvo horas de espera por sólo segundos frente a Diego; la sensación de haber vivido un momento histórico.

PRESENTE. Abel, antes de ingresar a la Rosada. PRESENTE. Abel, antes de ingresar a la Rosada.
26 Noviembre 2020

"Apenas entrás se te eriza la piel". Así lo describe Gonzalo Abel (38), un tucumano que vive en Buenos Aires y que pudo despedir esta mañana en Casa de Gobierno los restos de Diego Armando Maradona, el astro del fútbol mundial.

"Llegué temprano, cerca de las 7, y había un montón de gente. La cola era de varias cuadras, pero esperé en la fila con mucha emoción, entre cánticos y lágrimas de las miles de personas que buscaban darle el último adiós a "Pelusa". Cerca de la entrada te controlaban, por ejemplo, que no ingreses con celulares o con gorra. Pero, una vez adentro, la emoción fue enorme", le cuenta a LA GACETA Abel.

El tucumano afirma que, para su suerte, pudo ingresar a ver el féretro de Maradona en el momento que el presidente, Alberto Fernández, ponía la camiseta de Argentinos Juniors en el cajón de Diego. "Se pegaron un fuerte abrazo con (Santiago) Cafiero y después retumbaron los aplausos en el salón", afirma. Y agrega: "no podía contener la emoción de vivir ese momento".

El relato de un tucumano que pudo despedir a Maradona: apenas entrás se te eriza la piel

"En lo personal, me quebré apenas vi el ataúd. Fue un momento único; increíble, sinceramente. Haber estado ahí me movió todo. La respetuosidad de la gente es algo que destaco. Muchas familias, distintas generaciones y clases sociales. Lo más loco fue ver la cantidad de gente con las camisetas de fútbol de todos los cuadros: los de River y Boca juntos; los de Racing e Independiente, también. Algo impresionante que sólo Maradona lo pudo lograr. Para mí Diego es inmortal", expresó.

FOTO GENTILEZA GONZALO ABEL FOTO GENTILEZA GONZALO ABEL

La procesión de los fieles

En promedio, los hinchas invierten de cuatro a cinco horas desde su llegada al microcentro porteño para despedir al ídolo, que es velado a cajón cerrado en uno de los salones de la casa del Ejecutivo. En recinto, un clima denso y de emoción por el eco de las expresiones conmueve a todos los presentes.

Es que ese instante tan efímero y a la vez eterno, será recordado por cada fanático que le destinó a Diego -como le sucedió a Abel- una ofrenda, un aplauso, un gesto o un grito desgarrador de agradecimiento.

Camisetas de fútbol, banderas, flores, cartas manuscritas y otros objetos de valor sentimental para los hinchas fueron arrojados al pie del cajón; puños apretados y saludos peronistas, los saludos más elegidos para darle el último adiós a la leyenda del pueblo argentino.

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