A Pedro Luis Barcia
Señor Borges, aquí estamos hablando los dos. Usted me reitera: Soy los otros. Enmarco de modo singular en esos otros, a su tío bisabuelo paterno, Juan Crisóstomo Lafinur, tras haber advertido que habita en su poema Juan Crisóstomo Lafinur (1797-1824) publicado La moneda de hierro (1976), el general Manuel Belgrano.
Ahora bien, como punto de partida, es insoslayable destacar que su antepasado Lafinur ha vivido en nuestra provincia. Que ha sido alumno de la Academia de Matemáticas fundada por Belgrano en Tucumán. Integrante del Ejercito de Norte y gran amigo del vencedor de la gloriosa batalla librada en los campos de la Ciudadela. En síntesis, que el héroe del éxodo jujeño era un hombre por quien su tío bisabuelo, sentía una profunda y manifiesta admiración.
No en vano, señor Borges, así lo revelan sus palabras respecto a su admirado antecesor: “Yo lo he querido siempre, además de los lazos de sangre, y en casa yo recuerdo siempre el retrato de Lafinur y recuerdo algunos versos que mi padre repetía, y casi no puedo repetirlos sin sentir la voz de mi padre cuando recitaba la Oda a la muerte de Belgrano, escrita por mi antepasado en 1820.
En consecuencia, es válido inferir que la voz de su padre, recitando composiciones de su tío bisabuelo calaron muy hondo en la sensibilidad del autor del Aleph. No por mera casualidad emerge del poema que nos ocupa, fraternal simbiosis, aleatorio lirismo e identificaciones grava.
Pues bien, hora es de ir al encuentro del texto lirico referenciado. En él leemos:
El volumen de Locke, los anaqueles / La luz del patio ajedrezado y terso, / Y la mano trazando, lenta, el verso / La pálida azucena a los laureles. / Cuando en la tarde evoco la azarosa / Procesión de mis sombras, veo espadas /Públicas y batallas desgarradas; / Con usted, Lafinur, es otra cosa / Lo veo, discutiendo largamente / Con mi padre sobre filosofía / Y conjurando esa falaz teoría / de Unas eternas formas en la mente.
Advertimos de inmediato que en el verso cuarto del citado poema hay un cambio tipográfico. Un cambio que nos apela. Que genera interrogantes. Que almacena trascendencias. Que motiva. Que demanda respuestas. Y… hacia el encuentro con las mencionadas motivaciones, nos encaminamos.
Tras recorrerlo nos faculta decir sin ambigüedades que el verso: la pálida azucena a los laureles, proviene del verso XX del Canto Elegíaco a la Muerte del general don Manuel Belgrano, escrito por Lafinur en 1820. Él que, si bien dicha expresión no le pertenece a Borges el autor del Aleph cual Proteo inagotable, merced el cambio tipográfico, advierte que se trata de una cita sentida como propia. En consecuencia, la procesión de sus sombras, traduce al otro al evocarlas.
Ocurre que Borges, mediante su antepasado Lafinur, cumplida las cifras de sus pasos, abraza al general Belgrano desde soy el otro.
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Honoria Zelaya de Nader - Doctora en Letras, investigadora, escritora.