Manzur y Jaldo meten miedo ... a los peronistas

Manzur y Jaldo meten miedo ... a los peronistas

La crisis del oficialismo, desatada por la elección del ombudsman, dejó tantas puntas para analizar como el número de verdades que proclama el peronismo, y con muchos aspectos a subrayar:

- como que el propio manzurismo contribuyó a dejar sin chance de re-reelección al gobernador.

- que se pelearon priorizando el 23 y se olvidaron que deben trabajar juntos este 21.

- que el jaldismo blanqueó el interés de su jefe al repetir como nunca antes que el vicegobernador es el candidato natural del PJ para suceder a Manzur.

- que la disputa por el Defensor del Pueblo fue por el liderazgo en el justicialismo, apuntando anticipadamente hacia el próximo mandato, o por lo menos para después de las elecciones intermedias.

- que el protagonismo excluyente de los entornos -con intereses particulares- atizó el conflicto, favorecido por la ausencia de diálogo entre el uno y el dos.

- que por necesidad o por espanto, Manzur y Jaldo tendrán que sincerar sus aspiraciones, precisar los términos de su relación política y cerrar un acuerdo electoral para octubre.

- si el oficialismo finalmente se fractura por antagonismos internos e intromisión nacional, la derrota será más que una posibilidad. Ese temor se está advirtiendo en la tropa peronista. Huelen derrota.

- que no habrá un pacto de gobernabilidad entre socios políticos sino un acuerdo forzado, impulsado por conveniencias mutuas y de gestión; si es que lo hay.

- el manzurismo peleó por ratificar a su jefe como el conductor del espacio y el jaldismo jugó para erigir al vice como el próximo candidato a gobernador del PJ. De ese cruce de intereses políticos derivó una crisis institucional.

- en el peronismo, en todas sus líneas, desde dirigentes hasta punteros y militantes, crece el miedo a perder los comicios y el poder por culpa de sus conductores y por las movidas de sus entornos.

- el jaldismo acotó su influencia a la Legislatura.

- los cruces de acusaciones y señalamientos sobre lealtades y traiciones pueden hacer detonar el PJ.

Al observarse los sucesos y las consecuencias del resultado de la votación para elegir al ombudsman, no sólo surge que el jaldismo y sus socios en la Cámara salieron fortalecidos -y que por lo tanto el vicegobernador se anotó un poroto-, sino también que con la derrota del manzurismo parlamentario se clausuró la reforma constitucional para instalar la reelección indefinida, a lo Insfrán.

Sin embargo, no se puede dejar pasar por alto una hipótesis: que no sólo haya sido la extrema confianza de los propios sobre que la ascendencia del gobernador era suficiente para doblegar voluntades y hacer fracasar la sesión del lunes, sino que desde el propio manzurismo se haya facilitado conscientemente el traspié. Si es posible, ¿por qué? Respuesta: sin posibilidad de competir para gobernador -porque la reforma ya no tendría cabida a partir del resultado legislativo-, Manzur debería bendecir obligadamente a un sucesor que, por cierto, tendría que salir de los peronistas leales de su sector. Lo que sería factible siempre y cuando la grieta se ahonde y el PJ se divida sin más vuelta entre manzuristas y jaldistas, y estalle. ¿Hay interesados en que suceda? Basta escuchar algunas declaraciones para afirmar que no faltan quienes fomentan la alternativa.

Aunque como hipótesis suena descabellada, no se la puede descartar porque en política todo es posible. De cualquier manera, ya sea porque calcularon mal, pensando que eran más en la Legislatura, o porque los jaldistas jugaron mejor sus fichas, el resultado es el mismo: la re-reelección del gobernador se cayó. Y si el proceso de fragmentación se consolida y el PJ se divide, Manzur sí tendrá entonces que elegir indefectiblemente un candidato para que lo suceda en el 23, además de imponer a los postulantes a senadores y a diputados por el oficialismo ejecutivo para agosto, si hay PASO. Ya hay anotados.

Por eso, la pregunta surge inevitable: ¿alguno de la propia tropa jugó para sacar a su jefe de la cancha y tratar de ser el heredero? Sospechar o descartar. Habrían sido aliados indirectos del jaldismo pero con otras motivaciones. Desde el manzurismo se negará, pero desde el jaldismo seguro aceptarán y hasta sugerirán que pudo ser factible. Por de pronto, los leales al gobernador reiteran que se lo traicionó y que pretendieron debilitarlo como líder del espacio. La palabra traición, por cierto, se revoleó como nunca. Según los leales abundan los traidores. Pero, quiénes son los leales y quiénes los traidores.

Si Jaldo es el candidato natural para sus adláteres, corresponde plantear quién es el candidato natural del manzurismo en el marco de esta crisis. Gerónimo Vargas Aignasse (Lealtad Peronista) responde tras decir que es desequilibrado hablar del 23: “nuestro compromiso político, y desafío, es que Juan Manzur siga siendo el jefe político más allá del 23, con o sin reelección”. Contundente. Naturalmente surge referir que, sin posibilidad de reelección, el candidato a sucederlo tiene que salir de ese espacio.

En ese marco de espíritus alterados Manzur no parece resignado a ver minado su poder, lo que expuso con el alejamiento de los jaldistas o de supuestos jaldistas del Ejecutivo; por cierto colaboradores que aleja y pierde, y que tal vez se conviertan en soldados del futuro adversario peronista. ¿Cómo contendrá a los suyos o cómo presionará para cohesionar una fuerza interna que combata a su vicegobernador y a los jaldistas sin fracturar al oficialismo y debilitarlo frente a una oposición que está con el cuchillo entre los dientes?: con el manejo de la caja.

Es un reto para el gobernador, al igual que los comicios de medio término, en los que debe “regalarle” un triunfo a su amigo Fernández, y con miles de votos para que el Frente de la Todos salga airoso en la elección.

Ahora bien, ¿con Jaldo en la sociedad o fuera de ella? Hay lujos que el mandatario no puede darse en cuestiones electorales; necesita un peronismo unido, un justicialismo que hoy teme, como nunca antes, que la fractura los lleve a una derrota. Esa sensación se palpa en sectores dirigenciales. Hay miedo a las consecuencias de la grieta por el poder.

La lección de 2019, con todos juntos, fue una enseñanza para los peronistas. Esa victoria se logró con leales y también con ex acusados de traidores. Si Manzur confía en que puede ganar fácil sin los jaldistas -aún sin conocer el peso territorial de sus referentes-, seguirá profundizando la división al tratar de acorralar al enemigo interno para reforzar que el poder real sigue y seguirá estando de su lado.

O bien deberá arribar a un acuerdo sostenido en conveniencias mutuas pero disfrazado de pacto de gobernabilidad para encarar la etapa electoral debido a las urgencias políticas del Gobierno nacional.

Sin embargo, he aquí una curiosidad, desde el mismo seno del poder central amonestan al vicegobernador y a los suyos, obstaculizando cualquier entendimiento local, ya que es el propio Gobierno nacional el que admite la grieta al jugar sus fichas por un sector, ahondando el desentendimiento político. ¿Eso pretende? Wado de Pedro fortaleció a Manzur -seguro por pedido del Presidente, difícilmente haya nacido esa idea de Cristina- pero debilita al oficialismo. Deja fuera de la ecuación electoral a Jaldo porque tal vez evalúen que triunfan en la próxima votación sólo con su legión de simpatizantes.

Manzur jugó sus cartas para recuperarse y obtuvo el respaldo nacional -no podía ser menos como vicepresidente del PJ-, pero la jugada vino con una contraindicación, como lo advirtió un avezado compañero: nacionalizó su derrota, que es lo mismo que decir que ofrece flancos y debilidades.

Ahora bien, el operativo limpieza de jaldistas habría llegado a su término con los sacrificados, pues la señal fue más que suficiente para demostrar que hay Manzur para rato. Hubo acción, falta la reacción, como puede ser despejar de militantes manzuristas la Legislatura y profundizar así el caos en el oficialismo. Depende del vicegobernador; y también del encono, de los entornos y de a quienes se elijan como vasos comunicantes. Porque, no hay muchas alternativas de finales: concluyen con listas separadas en las generales -nunca en las PASO, lección básica- o salen todos juntos en una sola boleta. Para eso debería integrarse la nómina con manzuristas y jaldistas, para garantizar una labor aunada y que nadie saque los pies del plato. Traccionar, no traicionar.

Las primarias serán el 8 de agosto, lo que significa que las listas de candidatos deben estar oficializadas un mes antes. Pero, atención, hay un elemento en la Legislatura que puede entrar a terciar en el conflicto de acuerdo a los estados de ánimo y que puede convertirse anticipar el acercamiento o el distanciamiento electoral: el tratamiento de la cuenta de inversión. Estos números se pueden analizar hasta mayo, después quedan aprobados de manera ficta. Si se habilita ese tratamiento, como deslizó un conocedor del tema, se abrirá la caja de Pandora. Cualquier cosa puede salir de allí, y el único perjudicado será el Gobierno. En un tiempo electoral jugaría en contra del oficialismo. Las cuentas de inversión no se vienen analizando en los últimos tres lustros sino que se aprueban a libro cerrado porque el oficialismo parlamentario actuó abroquelado en un bloque, lo que no ocurre hoy. Esta cuestión puede convertirse en prenda de presión y de negociación.

Entre otras más cosas, el Partido Justicialista también puede ser una caja de resonancia de las diferencias a partir de la intromisión de Wado de Pedro en favor de Manzur. El consejo provincial está bastante parejo en cuanto a la composición de manzuristas y de jaldistas. El mandato actual vence en 2023, por lo que si Alberto Fernández decide jugar en favor de su amigo para que no haya simpatizantes del vicegobernador en el PJ, no le quedará otra que intervenirlo; por eso de que los traidores afuera. En el oficialismo no parece haber caminos intermedios, es fractura total o juntada impuesta. En la cúpula peronista hay tensión y desconfianza y en las líneas dirigenciales medias y en las bases y referentes territoriales hay una creciente inquietud por la falta de compañerismo.

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