Vecinos de Lules y de La Reducción destruyeron las casas de los acusados del crimen de Rocío

Los habitantes del asentamiento La Chabela le solicitaron al intendente Carlos Gallia que se limpie los basurales cercanos y que se vea una manera de empezar a contar con los servicios básicos. En el barrio no hay luz ni agua y pocos residentes tienen gas en garrafa.

Vecinos de Lules y de La Reducción destruyeron las casas de los acusados del crimen de Rocío

Los vecinos del asentamiento La Chabela (en Lules) arrasaron con la casa donde “La Madrina” Amalia Carolina Graneros (39 años) convivía con Hernán Caro (36 años), su hija y con Rocío Rojas, la nena de cuatro años a la que presuntamente esa pareja asesinó. El hecho ocurrió el 1 de julio y los acusados permanecen detenidos.

Los habitantes de ese barrio juraron que derribarían la casa una vez que dejara de ser de interés para la Justicia (faltaba recolectar muestras para pericias), pero por el crimen de la niña no cayó una casa, sino dos: la segunda estaba a cuatro kilómetros de distancia, en el barrio San Ramón, en La Reducción, donde habría vivido el tercer acusado, Mauro Véliz (21 años).

“Si no fuera porque la Policía está cuidando, esa casa ya no seguiría en pie. Estamos horrorizados con lo que hizo esta gente, nosotros también tenemos chicos y nunca había pasado algo como esto”, le dijo el 4 de julio uno de los vecinos a LA GACETA, cuando una consigna de cuatro policías de Infantería Oeste aún custodiaba la vivienda de “la madrina”. Ese día, un grupo de residentes se había acercado a la casa con la intención de quemarla y de convertir ese lote en una plaza para los niños de La Chabela. Los uniformados lograron disuadir a los vecinos al decirles que aún faltaban hacer pericias en el precario inmueble.

No quedó nada

Ayer un equipo periodístico de nuestro diario regresó al asentamiento. En el terreno de Graneros no quedó nada. La vivienda desapareció, y salvo por un lavamanos que había al costado del lote, no había señal de que en ese terreno se hubiera erigido una construcción. “Algunos se habrán llevado las cosas de interés: sillas, por ejemplo. La necesidad gana en estos casos, pero realmente no sé qué hicieron con lo demás. Era una prefabricada, así que seguramente quemaron lo que no le servía a nadie”, señaló Martín González, uno de los jóvenes de ese barrio.

En La Reducción

A cuatro kilómetros de La Chabela se ubica el asentamiento San Ramón, de La Reducción. Según la investigación que lleva adelante el fiscal de Homicidios Ignacio López Bustos, tras matar a la niña en Lules, los sospechosos trasladaron los restos de la niña hasta la letrina de una finca y la quemaron. Luego, según se cree, llevaron el cuerpo hasta una prefabricada del San Ramón donde lo habrían quemado nuevamente. Esa casa también fue destruida.

“Somos familias que intentamos iniciar una vida aquí con lo que podemos. Somos pobres y esto es lo que tenemos. No vamos a permitir que se instalen aquí personas capaces de hacer algo tan horrible como matar así a una criatura. La decisión del barrio es que se vayan”, sintetizó doña Lucrecia, que señalaba a sus hijos mientras los niños jugaban con un volantín. “Con los chicos, no”, agregó.

En el terreno de La Reducción se veía un cartel que colgaba de un pequeño árbol: “Flia Véliz”. Allí estaban las paredes y el techo de madera que alguna vez conformaron una vivienda y donde el ECIF y la Policía buscaron evidencias el viernes 2 de julio.  

Restos en el río

Por la ruta 301, tres kilómetros más al sur, hay un puente que cruza el río Colorado. Hasta allí fueron las personas que asesinaron a Rocío. Los peritos hallaron bajo ese puente restos biológicos que presentaban quemaduras y que corresponderían al cuerpo de un niño.

Carencias del barrio

En La Chabela los niños siguen jugando en las calles. En el lote de Graneros, los habitantes del asentamiento dicen que harán una plaza en honor a Rocío y que enviaron un escrito al intendente Carlos Gallia para que se evalúe que el municipio les brinde los servicios básicos. “Hemos pedido puntualmente que se limpien los basurales que se forman, no tenemos un lugar donde tirar la basura”, indicó González, quien estima que en el barrio viven unas 30 familias aproximadamente. “La realidad es que falta todo. No tenemos luz, los postes que se ven están colgados del barrio contiguo. Un camión de la municipalidad nos trae agua tres veces a la semana, pero cañerías no hay. Los que tienen gas es porque gestionaron una conexión para una garrafa, pero la mayoría no tiene y el canal que tenemos al fondo ahora está seco, pero en enero trae agua y cuando hay crecida inunda las casas del fondo”, añadió Luciana, otra vecina.

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