“Me tenían que sacar muerto”, decía Ezequiel Palacios luego del histórico triunfo de Argentina ante Italia (3-2, con parciales de 21-25, 25-22, 21-25, 25-21 y 15-9) en los cuartos de final del torneo olímpico de voley. La victoria ante los europeos los puso en la semifinal que mañana, desde las 9, se jugará en el Ariake Arena de Tokio ante Francia. Antes, a partir de la 1, Brasil y Rusia definirán el primer aspirante a la medalla de oro.
Si bien la declaración de Palacios es conmovedora teniendo en cuenta que ante los italianos siguió jugando luego de doblarse el tobillo derecho, no hacía falta que el formoseño dejara la vida por la camiseta. Tiene compañeros que aseguran los signos vitales de todos los que por algún motivo estén obligados a salir de la cancha. Si Palacios, quien reconoció que le “explotaba” el tobillo por el dolor, pedía el cambio, su reemplazo iba a entrar con la misma energía y nivel que él al inicio del partido. Esa es la imagen que la selección de Marcelo Méndez ha logrado durante los Juegos Olímpicos y que mañana deberá mantenerse. Mucho mejor si crece para evitar la incertidumbre que hace exactamente siete días atrás se vivió para derrotar a Francia. En la tercera fecha de la ronda clasificatoria, Argentina venció a los galos en cinco sets; fue la primera victoria en Tokio luego de dos derrotas consecutivas ante Rusia y Brasil, que dejaron en el camino hacia las semifinales a Canadá y Japón, respectivamente.
Lo logrado hasta aquí por Argentina, desde las estadísticas amenaza, en el más grato sentido, a la mejor actuación histórica del voley nacional: la medalla de bronce obtenida en los Juegos Olímpicos de Seúl 88. La Selección de Méndez volvió a poner a Argentina entre los cuatro mejores de los Juegos, algo que no sucedía desde Sidney 2000. Toma más relevancia la categórica actuación por la exigencia de la fase previa si se tiene en cuenta que los cuatro semifinalista provienen del grupo A, que era el “de la muerte”. El mismo del que Argentina salió más viva que nunca y va por más.