José Guirado: “nos volvemos clowns al buscar el supercontrol de las cosas”

José Guirado presenta “Frenesí” en La Sodería, un mago al cual las cosas le salen mal. La risa como eje del trabajo y su universalidad.

POR EL MUNDO. “Frenesí” ha recorrido más de 20 países, lo que le permitió abordar otras culturas y a la vez comprobar la universalidad del clown. POR EL MUNDO. “Frenesí” ha recorrido más de 20 países, lo que le permitió abordar otras culturas y a la vez comprobar la universalidad del clown.

“La risa es una bisagra fundamental del trabajo clownesco. El payaso va apareciendo de a poco cuando el actor trabaja con sus particularidades físicas, su campo de resonancias personales y hace reír, primero, con el devenir de sus flaquezas y fracasos. En las improvisaciones, cuando abordás este universo estás desnudo, no hay texto, contexto, vestuario, personaje,  música, nada de nada. Estás vos y el público que es tu compañero. Un inmenso vacío te puede devorar y llevarte a realizar 1.000 acciones estereotipadas para huir del pánico. Pero no se encuentra en soledad haciendo muecas en el espejo, sino que invita a un viaje para hacer juntos”.

Así define José Guirado su propuesta estética, que consuma en “Frenesí”, la obra que presentará esta tarde, a las 19, en La Sodería (Juan Posse 1.141), con la dirección de Gustavo Guirado.

El actor rosarino desarrolló su personaje “hace más de 15 años; tengo otras dos obras (‘Circo de bolsillo’ y ‘Naturaleza rota’) que fueron la síntesis de distintas búsquedas artísticas en su momento”. “Fue por muchos años solo un personaje que me permitía improvisar en la calle o en varietés, sin cargar con la responsabilidad de ser una obra, hasta que finalmente le di una unidad”, agrega.

Con su propuesta recorrió una veintena de países, lo que le permitió abordar otras culturas. “Es cierto que la diversidad cultural la podes encontrar a la vuelta de la esquina; ahora vivo en Rosario y recientemente actué en barrios donde nunca había llegado el teatro y con gente que no conoce el centro de la ciudad. La acción requiere lo más depurado del oficio para que la obra funcione y es muy diferente a estar en un teatro con un público que sabe lo que va a ver.  Las primeras veces que me presenté en Corea o Marruecos tuve especiales nervios y dudaba de si iba a funcionar. Pero la humanidad del clown es universal y la gente se ríe igual de una caída acá y en la China”, aclara.

En el argumento, interpreta a un mago que quiere sorprender al público, termina siendo el sorprendido y en medio de un desastre. “El fracaso es parte esencial del clown, se trabaja mucho para descubrir los puntos aparentemente débiles de un actor, que luego se convierten en su fortaleza en escena. Desnudarse y ponerse en ridículo no es fácil, pero la aceptación del error y del fracaso son puntos de conexión entre el universo personal de cada uno y el público que va a empatizar a partir de estos lugares. Nos volvemos muy clowns en la vida cuando perseguimos la omnipotencia y el supercontrol de las cosas, que nos pueden llevar a la soledad o al error fácilmente, dos estados muy propios del género y que desnuda el miedo o la fragilidad que está detrás de todo”, afirma.

“Para ser payaso el actor tiene que descubrir primero algunas cosas -explica-: acceder a las zonas más vulnerables de su ser, vencer el miedo al ridículo y abrir la actuación hacia el campo amplio que había en la infancia y se fue cerrando. Vencer las resistencias, las miles de veces que le han dicho a uno “pareces un payaso”; enfrentarse a todo y pasarlo es una tarea placentera y dolorosa. Hay que atacar el ego, reconocer los límites y dejarse llevar. La capacidad de escucha y de modificación son de las más importantes”.

El vínculo con la gente es esencial en Frenesí y en todos los personajes del género. “El clown actúa con el público y le otorga a este una superioridad. En escena el actor tiene que ser muy inteligente y operar de forma silenciosa para el payaso, que debe ser muy tonto, vulnerable, desprevenido. Se pone un sombrero que le tapa los ojos y se empieza a chocar con todo, se mezcla con la gente y se les cae encima, patea las butacas, lanza objetos, se pone en peligro... pero el actor es quien está controlando todo para seleccionar las acciones, elegir con que chocar, no poner en riesgo real a nadie. Te hace reír porque te identificas con tu propio fracaso o porque te hace sentir superior a él, y te dan ganas de ayudarlo o darle un abrazo”, asegura.

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