Geografía, historia, costumbres... todo esto y mucho más se entrelazan en esta historia. Sumemos la poesía: “... al andar se hace camino”, escribió Antonio Machado. Es lo que han hecho durante muchos siglos los habitantes del Valle de Tafí, y lo que sigue haciendo el abogado Félix Montilla Zavalía, tanto con los pies como con la palabra: acaba de terminar su tercer libro referido al Valle.
“Los tres libros son el resultado de mis experiencias de la infancia y de casi 30 años de investigación en historia, geografía, arqueología, folclore; de muchísimos kilómetros de caminatas y trekking; ¡de haber aprendido a dibujar! De hecho, la Arquitectura es un deuda pendiente para mí”, relata y cuenta que no descarta volverse arquitecto.
Félix tiene 45 años y -cuenta- se enamoró cuando era niño de Tafí del Valle y de sus (entonces) modos de vida. Mamó ese amor en casa y lo siguió alimentando la posibilidad de compartir muchos momentos de la vida con los tafinistos “de antes”.
“Todavía resuenan en mis oídos el sonido del palo del mortero contra el maíz; los mugidos del ganado, el canto del joy joy...”, cuenta, y reconoce que escribe desde la nostalgia por un Tafí que casi no existe más.
“Este libro me lo imagino como una especie de ‘manual’ para saber qué hay y que hubo en esos lugares por los que uno va. Porque hay todo un mundo allí”, agrega, y resalta: “no es que estemos a tiempo, porque mucho se ha perdido. Pero al menos que nos abra los ojos para cuidar lo que queda”.
Cambia, todo cambia
“Desde que empezó la transformación de Tafí como un destino turístico muy convocante, la vida clásica de los tafinistos se va extinguiendo”, dice casi como quien piensa en voz alta, y describe: “dejaron el campo, los quesos, el ganado... Ahora trabajan en la construcción, en el comercio o cuidan la casas de los veraneantes”.
Sabe que la globalización es inexorable, pero intenta un acto a dos puntas: que las generaciones que aún viven y recuerdan esas tradiciones (y todavía se emocionan con ellas) puedan -a pesar del WhatsApp y del Tik Tok- transmitírselas sus descendientes, y que estos puedan recuperar la memoria, por un lado.
“Y por otro, que quienes hacen trekking por esos cerros que rodean el Valle de Tafí tomen conciencia de lo importante del lugar -se permite soñar-. No sólo desde la belleza del paisaje natural; también, y fundamentalmente, del cultural”.
Una guía muy completa
El libro ofrece dos apartados introductorios: uno que se encarga de ubicarnos geográficamente en la enorme riqueza paisajística de las “murallas” montañosas que rodean el valle. El segundo repasa la historia (prehispánica y criolla), la cultura y las costumbres; y hace hincapié en quienes son -quedan pocos pero están- personajes claves en su relato: los puesteros.
Y luego, con una riqueza increíble de detalles, describe una a una las rutas posibles por los cerros; esos caminos que, como los menciona también el poema de Machado, son las huellas de caminantes de por lo menos los últimos 1.000 años.
En sus andares dejando huella, Félix no sólo ha hecho trekking al más alto nivel. Además se “escapaba” de los grupos de deportistas para ir descubriendo las huellas del pasado y del presente que se va: desde restos arqueológicos hasta ruinas de “puestos”, donde no hace tanto vivían las familias criollas, que representan para él la esencia de Tafí; esa que -siente- se está perdiendo.
“Quedan algunos puestos en pie, y muchas veces allí reciben a quienes trepamos esos cerros”, cuenta mientras ojea el libro y muestra algunos de los muchos croquis que con infinito detalle (y cariño) dibujó para que los legos podamos imaginarnos los lugares.
“Como sistema productivo cada puesto tenía dos o tres casitas de planta cuadrangular (a diferencia de las prehispánicas, que eran redondas) con cocina y lugar para dormir, más los corrales... Este patrimonio material está allí; pero por sobre todo, está el patrimonio simbólico: la memoria aún viva de personas que han sido moldeadas”, destaca.
“Tomé conciencia de que es un Tafí que no va a volver, y empecé a registrarlo. Al principio sólo iba por esos lugares y extrañaba los puestos; un día, empecé a dibujarlos, a sacarles fotos y a imaginar cómo vivían los tafinistos hasta hace poco; cómo era esa vida criolla”, cuenta e insiste: “porque eso es los que somos; nuestra cultura no es indígena, ni española, ni italiana, ni árabe, sino una fusión de todo”.
Se trata, está convencido, de un paisaje que merece ser conocido y cuidado; de un patrimonio (tangible e intangible) que requiere ser protegido y mostrado al mundo; de una historia que merece ser contada. Y en eso está, incansable.
De hecho, ya está metiéndole mano al próximo libro...
Solidario
El autor, que es también editor, donó los libros
Este libro es el tercero de una suerte de serie que arrancó con “La Ciénega, Tafí del Valle: patrimonio natural y cultural”, (lanzado en 2018) y siguió con “Tafí del Valle, cultura y arquitectura” (de 2020). Ni el proceso de investigación ni la edición reciben financiamiento. Y los libros, salvo el inmenso placer de haberlos escrito, no le generarán beneficios al autor. “Los doné a Cáritas, de Yerba Buena; a la Parroquia de Tafí del Valle y al Seminario, para que obtengan fondos para sus tareas sociales”, comentó al pasar -pero no es un dato menor- durante la entrevista con LA GACETA.