Los sismos, asustadores seriales en Trancas

El temblor que despertó asustados a los tucumanos en la madrugada de ayer tuvo epicentro en la zona conocida como El Molino. Los vecinos aseguran que los remezones son una constante. En 1826, un terremoto devastó la Villa Vieja.

EN EL EPICENTRO. Santiago Chebaia, en el casco de la reconstruida Estancia Zárate. Los vecinos llaman popularmente a la zona como “El Molino”. la gaceta / fotos de matías quintana EN EL EPICENTRO. Santiago Chebaia, en el casco de la reconstruida Estancia Zárate. Los vecinos llaman popularmente a la zona como “El Molino”. la gaceta / fotos de matías quintana
11 Enero 2022

Los tranqueños cuentan que ya están acostumbrados a los temblores. Sin embargo, aclaran, hacía más de 10 años que no experimentaban uno de la magnitud como el de anoche. Vidrios temblorosos, grietas en la pared y en el piso, objetos de los estantes en el suelo; ese fue el panorama que dejó en las casas de los lugareños el último sismo de 5,7 registrado en la madrugada del lunes.

Los vecinos coinciden en que el epicentro se dio en la localidad de Zárate, más precisamente en el paraje El Molino, entre Trancas y San Pedro de Colalao.

Mayer Sara es tranqueña, pero en la noche del domingo se encontraba en El Simbolar, un pueblo distante unos cinco kilómetros de Trancas. Contó a LA GACETA que la última vez que sintió un sacudón similar, su hija tenía 10 años: hoy tiene 25 años. El suceso de hace una década y media había sido más intenso, rememora. “Recuerdo muy bien esa noche porque era muy parecida a la de ayer: el cielo de verano limpito, estrellado. De repente comencé a sentir como si un animal corriera fuerte por debajo de la tierra”, reconstruye.

Mayer vive con su esposo y sus hijos y relato que, cuando sintió “un ruido fuerte” pensó era un vendaval que anticipaba la una tormenta que aplacase el tormento del calor. Sin embargo, cuando comenzó a ver las paredes tambalearse, se asustó. “Le repito: es como si un animal corriera por debajo de la tierra: una cosa que mueve todo y que corre rápido. Da mucha impresión” insistió.

Desde el último temblor fuerte hasta el de ayer, Mayer dice que han ocurrido otros, pero de menor densidad. Incluso, recuerda que la última vez un temblor logró mover el tanque de agua. “Estamos acostumbrados a los temblores, tiene que haber una explicación de por qué siempre se sienten tan fuertes aquí. A las casas se las construyen bien, pero si viene un sismo de 7 u 8 de magnitud, va a tirar viviendas”, aseguró, preocupada.

Aunque la percepción del tiempo se relativiza todavía más frente a acontecimientos como el de ayer, hay coincidencia entre los vecinos de que, cuanto menos en Trancas, el remezón duró un tiempo considerable.

“Yo calculo que fueron cinco minutos de movimiento fuerte. Para mí fue muy largo. Además yo sentía que venía, sentí el sonido hasta que llegó el sacudón”, describe Sara.

Eduardo Cortés, otro vecino tranqueño, relata que toda su familia dormía cuando despertaron por el el grito de los vecinos. Cuando logró acercarse a la ventana, vio que salían corriendo de sus casas buscando resguardo.

“Lo de anoche ha sido muy serio. Yo vivo en planta alta, así que escuche gritos, me desperté y se movía toda la parte de arriba”, explicó. Y agregó “Lo primero que hice fue ir a ver a mi hijito, que dormía en la otra habitación. Mi esposa también estaba asustada”. Cortés agradece a Dios que no se produjesen daños materiales significativos ni heridos, pero resalta que el susto despertó a todo el pueblo.

Las simples explicaciones que se escuchan en el común de la gente hacen referencia a las altas temperaturas a las que el norte argentino ya está acostumbrado. Las máximas no bajan de los 37 grados y es allí donde los tucumanos encuentran la razón del movimiento de las placas de la tierra, así como lo mencionaba Mayer: “con 40 grados era lógico que esto podía suceder”. Claro está, como explica el geólogo Pablo Grosse, una cosa no ocasiona la otra. (Se informa por separado)

Sin embargo, para el lugareño que se identifica como Eduardo, a secas, hay “razones” más oscuras. Él dice que “las personas de mayor edad” creían que El Molino era un lugar donde no se podía cultivar ni sembrar porque “estaba maldecido” y todo lo que allí se plantase no daría frutos.

“Supuestamente se criaban animales y salían con deformidades; entonces quedó desierto: todo es monte. Y la gente, por temor prefiere, cultivar en otro lado”, sugiere.

Cualesquiera sean las razones, Eduardo, a secas, opina que sería conveniente que “los especialistas informen más a la comunidad qué debe hacerse en estos casos” porque en su barrio “generó mucho miedo no saber qué hacer. Muchos creen que hay que quedarse debajo del marco de la puerta; otros dicen que no; entonces es muy peligroso”, afirmó.

En la estancia

Santiago Chebaia suele quedarse de lunes a viernes en su casa de “El Molino” para trabajar en la estancia familiar. Este fin de semana pasado también lo pasó allí y el temblor lo despertó.

En su caso, no es una mera anécdota: esa tradicional casa familiar tuvo que ser reconstruida porque el 19 de enero de 1826, a las 8, un terremoto de 6,4 en la escala de Richter destruyó parte de la edificación y la iglesia de la Villa Vieja de Trancas, además de incontables daños materiales. Hubo que lamentar, inclusive, víctimas humanas.

TODAVÍA ASUSTADOS. Mayer Sara, junto con su hijo, en El Simbolar.  TODAVÍA ASUSTADOS. Mayer Sara, junto con su hijo, en El Simbolar.

“Me acababa de despertar para ir a controlar el ordeñe de las vacas y de repente sentí que comenzaba a moverse todo. Me asuste, sobre todo por la historia del lugar”, cuenta Santiago. No es el primer temblor intenso que le toca vivir en la zona y asegura que en diciembre hubo otro, pero muy leve.

“La casa es muy antigua. Históricamente, esto era una gran estancia compuesta por esta localidad que se llama Zárate, Zárate Norte y Zarate sur. Este es el casco principal. De hecho, tiene la estructura de los cascos históricos en forma de herradura. Tenía una iglesia, que después fue transformada en molino, por eso el lugar es conocido popularmente como el nombre de El Molino, pero en realidad se llama Estancia Zarate Sur -describe-. Después, mi abuelo vuelve a transformar el molino en Iglesia y así quedó desde entonces”, detalla.

Agrega, a modo de detalle, que lo primero que hizo tras el temblor fue ir a la iglesia a ver si se habían caído los santos. Por suerte, seguían impecables. (Producción periodística: Graciela Di Vico)

“No es una casualidad”

Hechos históricos y teoría sobre una falla

“Es la zona que continúa la falla de California”, teoriza Raúl Antonio Chebaia, dueño de la Estancia Zárate. “El 13 de diciembre de 1692 desaparece la ciudad de Esteco al este de Rosario de la Frontera y tiembla Salta. Luego, en enero de 1826, un terremoto destruye la Villa Vieja de Trancas, desaparece la población de Zárate Sur y caen la capilla y la escuela. Hubo otros sismos importantes en Trancas, por la continuación de la falla de California. Al menos, el de esta madrugada, a pesar de haber tenido la misma magnitud que aquel que borró a la población de Zárate, no ocasionó graves daños”, concluyó.

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