¿Cuándo vuelve Manzur a Tucumán?

Juan Manzur es una persona con suerte. Lobbista y palaciego, el hombre que siempre ríe suele encontrar un guiño del azar cada vez que se topa con un callejón sin salida. La explosiva renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque oficialista en Diputados es otra muestra de la dicha que acompaña su carrera política.

Sólo un par de ejemplos bastan para graficar la buenaventura del tucumano. Su designación como jefe de Gabinete, por caso, apareció en el momento más crítico de su interna con el vicegobernador, Osvaldo Jaldo. Apenas finalizadas las Primarias de septiembre del año pasado, la carta bomba de Cristina Fernández de Kirchner en contra de la gestión de Alberto Fernández lo colocó de inmediato como líder del equipo de auxilio de un abrumado Presidente, y permitió descomprimir una guerra con final incierto y de daños incalculables en el peronismo provincial.

Casi al final del año, una infantil jugada política de la oposición lo empoderó fuertemente. Al rechazar el proyecto de Presupuesto enviado al Congreso por el Poder Ejecutivo Nacional, los bloques enfrentados al oficialismo le concedieron el manejo de los recursos y su distribución entre las provincias. La legislación argentina contempla que si la “ley de leyes” no es aprobada, regirá la que estuvo en vigencia el año anterior con ajustes que deberá introducir el PEN y establece que la persona facultada para realizar esos ajustes es, precisamente, el jefe de Gabinete de la Nación.

Ya en este verano, la dimisión del hijo del ex matrimonio presidencial a la conducción de la bancada del Frente de Todos no podría haberle caído en mejor momento porque era, justamente, su “peor” momento como ocupante de una oficina en la Casa Rosada. El portazo de Máximo, apenas conocido el preacuerdo entre el Gobierno nacional y el Fondo Monetario Internacional (FMI), le devolvió alas. Basta con recordar las noticias de enero para dimensionar el favor que le hizo el diputado al actual jefe de Gabinete.

Tironeos

Antes de ese suceso, Manzur soportaba una andanada de rumores que daban cuenta de que su ciclo como ministro coordinador, a cuatro meses de su asunción, estaba cumplido. Se planteaban supuestos enojos del Presidente por su excesivo protagonismo, quejas por escasos resultados y hasta se reflotaron sus viejas diferencias con el kirchnerismo más duro. Pero sin que ese tembladeral hubiese pasado, otra contingencia fortaleció al ex ministro de Salud. De repente, Manzur tiene una mayor responsabilidad para apuntalar al Gobierno en sus intenciones de lograr que el acuerdo con el FMI, vital para la subsistencia del Gobierno de Fernández, sea aprobado en el Congreso.

Como antes los tejidos en el Parlamento corrían por cuenta de Máximo Kirchner, el gobernador en uso de licencia prácticamente no tenía mayor peso. Con esa casilla vacía, y mientras Germán Martínez se acomoda en el sillón de titular del bloque del FDT, Manzur recorre las provincias, habla con gobernadores para comprometer los votos necesarios y reparte recursos; de nuevo, apoyado en la gentil concesión de la oposición al no aprobar el Presupuesto. Desfilan por su oficina mandatarios peronistas o, sin pereza, los visita en sus distritos: además de Tucumán, en estos últimos días estuvo por ejemplo en Santa Fe, en Santiago del Estero y en San Juan. Con cada uno, además, exprime los votos que aportarían con sus representantes en el Congreso. Ayer, en Puerto Iguazú, se reunió con 10 mandatarios del Norte que apuntalaron el reclamo por las asimetrías en los subsidios al transporte respecto de Ciudad de Buenos Aires.

En paralelo, la partida de Máximo opacó a otro ministro que le hacía sombra dentro del gabinete: Eduardo “Wado” De Pedro. El líder de La Cámpora, que inició la crisis del albertismo en septiembre con su renuncia tras la derrota electoral, perdió terreno en estos meses y profundizó su lejanía del Presidente tras la fuga K. De esa manera, el tucumano tiene más motivos para hablar directamente con Alberto Fernández.

Otro hecho, también fortuito, le dio nuevos bríos a Manzur. La semana pasada, nada menos que en el Kremlin, el jefe de Estado se despachó contra el FMI y contra Estados Unidos. “Yo estoy empecinado en que Argentina tiene que dejar esa dependencia tan grande que tiene con el Fondo y con Estados Unidos”, dijo el Presidente ante Vladimir Putin. Por esas casualidades del destino, desde hacía tiempo Manzur tenía agendada para el día siguiente –tal cual confirmaron desde su entorno- una visita al embajador de Estados Unidos en Buenos Aires, Marc Stanley. Esas fotos, oportunísimas, fueron interpretadas como un intento del Gobierno argentino por calmar el malestar que había provocado la arremetida presidencial en la administración de Joe Biden.

Ya esta semana, el jefe de Gabinete se mostró con el embajador argentino en Washington, Jorge Argüello, en Tucumán y en Santiago del Estero, con el objetivo de fomentar las exportaciones locales a EEUU. Desde Barbados, mientras, Alberto Fernández lanzó una nueva diatriba contra Occidente. “He leído que le he mordido la mano a quien me ayudó. ¿A quien me ayudó? A mí, con el Fondo, me ayudaron los países europeos, me ayudó China, me ayudó Rusia, los países americanos y paro ahí. Sé quién hizo mucho para que ese préstamo sea dado. Eso sí lo sé, el gobierno anterior de EE.UU. No lo digo yo, lo dice el Fondo”, lanzó. El jueves, Argüello fue recibido por el Presidente en la Rosada.

Una muestra del giro en la situación del tucumano quedó expuesta en un tuit que pasó prácticamente desapercibido también este mismo jueves. Desde su cuenta, el Presidente se mostró en una reunión de trabajo con Manzur al regreso de su gira. “Esta mañana me reuní con Juan Manzur, con quien nos pusimos al día tras mi regreso. Seguimos trabajando para que el enorme crecimiento que atraviesa el país llegue a cada argentina y argentino”, escribió Fernández al pie de la foto en la Casa Rosada.

Internitas

Tanto en el kirchnerismo como en el albertismo admiten que la situación, en un par de semanas, cambió para el tucumano. Pero, ¿realmente estuvo o está en peligro su continuidad dentro del gabinete nacional?

Entre los colaboradores de Manzur aseguran que la reciente foto con el Presidente desactiva los pronósticos más agoreros respecto de su futuro y que es una señal contundente de respaldo a su trabajo. En el albertismo, en tanto, admiten que separar al tucumano en plena negociación con el FMI, de lazos comprobados con la comunidad de negocios internacional y con Estados Unidos, sería absurdo. Porque generaría inicialmente un cimbronazo más en un Gobierno que hace aguas y cuya hambruna política es innegable. Una jugada innecesaria por el contexto y porque tampoco cuentan con un nombre incuestionable para suplir a Manzur sin pagar el costo político de otra crisis.

Entonces, ¿de dónde vienen los rumores que lo acechan? En el manzurismo tienen la mira puesta en dos mujeres que caminan la Casa Rosada a diario: la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra; y la portavoz presidencial Gabriela Cerruti. Un escalón más abajo, ubican a los decapitados Santiago Cafiero (antecesor de Manzur en el cargo y actual canciller) y Juan Pablo Biondi. Se trata de los dos hombres de máxima confianza de Alberto Fernández que pagaron la factura de la embestida cristinista tras las PASO de 2021. ¿Cuáles serían los motivos? Van desde ambiciones para que una mujer, por primera vez en la historia del país, ocupe la Jefatura de Gabinete, hasta cuestiones que se vinculan con la postura antiaborto y alejada del feminismo que identifica al gobernador en uso de licencia. Fernández, como contracara, intentó desde su asunción mantener un discurso de igualdad de género que, en la práctica, está lejos de concretarse.

Por lo pronto, el nuevo tubo de oxígeno que le acercaron a Manzur alcanza para mantener con aire al vicegobernador a cargo del Poder Ejecutivo tucumano, Osvaldo Jaldo. El actual inquilino de la Casa de Gobierno local tiene en claro que de nada sirve para sus aspiraciones electorales de 2023 un Manzur débil en lo nacional o, peor aún, de vuelta en casa. Por eso, celebra cada gesto que fortalezca al jefe de Gabinete, evita cualquier confrontación y consensúa cada medida, como ocurrió con los recambios de funcionarios en Seguridad y en Desarrollo Social. “No me voy a pelear con Juan”, responde a quienes lo indagan sobre los pasos que dará.

Hay una razón que subyace implícitamente en esa relación de armonía: la suerte de ambos para 2023, en este contexto nacional y provincial de incertidumbre, está estrechamente ligada.

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