Selección: del bailecito al pogo

Hasta que faltaban unos 11 minutos para el final, era ficha metida, pero no pagada por completo. Hasta ese entonces, el escenario parecía óptimo para que la Selección se ¿despida? del público argentino con uno de esos espectáculos a los que nos venía acostumbrando. Pero algo sucedió durante la mayor parte del partido. Quizás el rival -en principio el más débil de las Eliminatorias- no se resignó al rol de actor secundario. Tal vez el equipo se dejó invadir por la ansiedad de querer hacer muchos goles y lucirse para devolver el afecto que la enfervorizada multitud que fue a La Bombonera le dispensó. Es probable que los jugadores hayan concurrido nomás hacia la última línea venezolana, pero de ataque concreto, ese que lastima al rival, no hubo demasiado. En definitiva, quedó una pintura algo desteñida de algo que se pensó iba a rebosar de colores. Por otro lado, era un partido para probar jugadores, ante las obligadas ausencias. El DT Scaloni lo dijo en la conferencia de prensa previa: “tengo un lindo problema para definir la lista completa de quienes van a ir al Mundial”. En eso también las cosas quedaron a medias.

Pero entró el jugador disruptivo de esta Selección. Fue un volver a las fuentes para este equipo made by Scaloni. En un ratito, un gol de fantasía y un pase mágico para el tercero. Y lo que era un bailecito de salón se convirtió en un pogo, obra que llevó la firma de “Fideo” Di María, un jugador en estado de gracia.

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