Problemas de las buenas formas

Por Sergio Hernández - Psicoanalista.

30 Marzo 2022

¿Debería haber puesto cara de circunstancia y, en honor a las buenas formas, conservar la llamada compostura? ¿O será que nuestras sociedades posgenocidios entienden que las buenas formas son formas de silencio ante los excesos de los demás? Una mujer fue humillada públicamente y su compañero emitió un mensaje claro: no te burles de ella. Y el chirlo afirma que es algo que no está sobre la mesa de negociaciones, aunque tal vez no lo inviten más a los premios Oscar.

¿Sentenciarlo como violento no encubre ese modelo de pensamiento que juzga violentas las pintadas en protesta por los múltiples femicidios? ¿Las mujeres debieran mantener la calma pese a que matan una cada 27 horas en la Argentina? ¿Los pueblos debieran permanecer calmados ante el saqueo? ¿Qué es preferible: la indignación agitada o el autismo de las buenas formas?

Al igual que el público de los Oscar, hay sectores de la sociedad que no registran el exceso. El Poder Judicial, por ejemplo, como lo demuestran las 14 denuncias que realizó Paola Tacacho sobre el riesgo que corría su vida. ¿Cómo no esperar reacciones sin “buenas formas”, cuando la ley se transgrede obscenamente?

Es cierto que fracasó la palabra, pero cabe preguntarse, ¿dónde comenzó ese fracaso? ¿En el interior de la subjetividad de Will Smith? ¿O más bien es preciso remontarse a la tentación de Chris Rock de humillar a una mujer?

Como enseñó Freud, en los confines de la subjetividad reina la violencia, y lo que permite que esta oscura e íntima tentación se atempere es la posibilidad de hacer pactos. Esto supone que las transgresiones no sean llevadas a los empujones al olvido, sino puestas en relación con la ley, que los transgresores puedan pagar por su exceso, y así volver a dar vigencia al intercambio simbólico que nos resguarda del imperio del mas fuerte.

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