Hasta pronto, compañero

Por Augusto Ávila - Ex juez y familiar.

08 Abril 2022

Era la forma de despedirnos en nuestras frecuentes conversaciones con Miguel Ángel, que nacido en el hogar de mis tíos Omar Estrella -librero y poeta- y Anita Ávila Borges, recitadora y directora de Escuela en los lares de Vinará, Santiago del Estero, tierra polvorienta que por muchos años parecía abandonada de la mano de Dios. Rejuvenecida con la instalación de los talleres de Música Esperanza Filial Termas en el solar de mis abuelos paternos, trajo nuevos bríos a la comunidad, digamos mejor esperanza. ¿Y qué es la esperanza, sino una utopía que ayuda transitar senderos que conducen a un destino mejor? Miguel Ángel o el Chango como prefieran, tenía el sino de ser el excelso pianista que nos representó en todos los continentes con la música de Bach, Mozart, Chopin, Bartok, Guastavino y tantos compositores y en ello tuvo que ver la amistad íntima con su familia de don Atahualpa Yupanqui, filósofo decidor de la vida y la guitarra, que alentó al entonces changuito a desplazar sus manos anchas y firmes sobre el teclado de un piano. Instrumento que lo elevó a los más altos niveles en el mundo y una herramienta para su incansable prédica de los derechos humanos, amor al prójimo, a los desprotegidos de una villa de emergencia, de un gueto de inmigrantes africanos en Francia, de Gaza Palestina; y más lejos en el tiempo llevar un piano a nuestros valles tucumanos para conectarse con los pueblos indígenas.

En las últimas charlas ponía énfasis en señalar que la mayor distinción que recibió en su vida fue el ser honrado con el título de “El Chasqui” por un grupo de jóvenes de pueblos originarios en Tafí del Valle, es decir, ser la voz de los sin voz más allá del valle. Hasta siempre, primo y compañero.

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