Tocaba con la misma entrega una zamba o una partita de Bach

Nos conocimos con Miguel hace más de 60 años. Hablar del pianista Miguel Ángel Estrella sería casi redundante; pero aún en ese aspecto es importante subrayar que su origen musical ha sido tan diverso al de los demás pianistas argentinos de su generación, ya que por haber transcurrido su infancia en un pueblo pequeñito de Santiago del Estero (Vinará), su primer contacto con la música fue el folklore. Recién a los 12 años descubre que existen otros músicos además de Atahualpa, capaces de conmocionarlo “hasta las tripas”, como a él le gustaba siempre resaltar. Aparecen entonces ante él las colosales obras de Bach, Beethoven, Chopin o Brahms, y sin embargo, nunca rechazó su origen musical modelado por la música tradicional de sus pagos santiagueño y tucumano; tanto es así, que puede tocar una zamba con la misma entrega que si se tratara de una Partita de Bach.

Concluido su paso por la escuela secundaria, se trasladó a Buenos Aires, y allí se desarrolla una ininterrumpida sucesión de descubrimientos relacionados con las injusticias sociales. Llega entonces a su existencia la militancia política, y con ella uno de los períodos más tristes y difíciles: la detención en Uruguay, la tortura, y más tarde la deportación. Con su partida a Francia comienza una etapa muy prolífica, de viajes por conciertos, pero también para apuntalar con su presencia física el desarrollo de su magnífica creación: Música Esperanza. Los años pasaron, pero su vida transcurre así, entre viajes, conciertos, reuniones, además de haber sumado una distinción más al ser nombrado embajador ante la ONU.

Habiendo revivido la trayectoria de Miguel hasta el presente, me siento una vez más impactado y conmovido ante el vértigo con el que transitó por el mundo; por su fenomenal capacidad de trabajo, su voluntad y su firme decisión de luchar contra las injusticias desde la música. Miguel: ¡toda mi admiración por la forma tan original que supiste construir para vivir y para desarrollar tus talentos!