En la mesa del hotel de Tafí del Valle donde estaba hospedado, Juan Carlos Torre puso un condición para hacer la entrevista con LA GACETA: dijo que deseaba dejar de lado el presente. No se extendió sobre los motivos, pero su tono de cansancio, su gesto de aprensión respecto de la coyuntura -en ese momento, 24 de octubre de 2021, se desarrollaba la campaña para las elecciones generales de medio término-, lo eximían de mayores comentarios. Parecía que Torre quería librarse de las cadenas de la actualidad o, por lo menos, no ser arrastrado por sus grietas. Dos ejemplares de “Diario de una temporada en el quinto piso. Episodios de política económica en los años de Alfonsín” (2021) colocados sobre el mantel subrayaban el enfoque que debía tener la charla.
Pero un libro, a partir del instante de su publicación, se desliga de los deseos de sus autores y adquiere vida propia. Torre no contaba con la astucia de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner ni con el hecho de que aquella iba a convertir a “Diario de una temporada en el quinto piso” en un tema nacional al elegirlo como obsequio de cumpleaños para el presidente Alberto Fernández. El ensayo acerca de las vicisitudes del manejo de la economía durante los años 80, específicamente en el equipo del ministro Juan Sourrouille, entró así de lleno no sólo en la crisis que atraviesa el país, sino también en el escenario de tensiones que enfrenta la alianza peronista que lo conduce.
La anécdota del regalo difundió la obra de un modo frenético. No es que la publicación haya pasado inadvertida antes del 2 de abril, cuando la fiebre del “Diario” se desató, pero su irrupción como polea de transmisión de las diferencias del Frente de Todos disparó las ventas al mismo ritmo que la circulación ilegal de la versión pirateada. De repente empezó una carrera para entender el mensaje que la vicepresidenta quería comunicar al Presidente y a los círculos de poder. Los exégetas -muchos de ellos lectores de contratapas- se apresuraron por descifrar el jeroglífico. Un libro de 540 páginas no se lee en cuestión de horas. Todo se complicó por la omisión de dedicatoria y por el hecho de que Torre se mantuvo prescindente. Fernández de Kirchner lanzó un misil a su compañero, pero el “fabricante” del artefacto se colocó al margen del torpedeo.
Tal vez porque el pasado argentino siempre vuelve, un libro de memorias sobre las peripecias intentadas para desactivar la trampa financiera que había dejado la última dictadura (1976-1983) se transformó en un testimonio hiperactual. Cualquiera que se haya internado en sus pasajes, incluso de manera distraída, percibe que la narración de Torre se aplica a la realidad contemporánea (ver fragmentos seleccionados). Al menos en ese sentido, la lectura vicepresidencial no puede ser tildada de caprichosa. Asombra tanto paralelismo entre ciclos temporalmente tan distantes: el problema radica en el desenlace. Ya en la época de Alfonsín, la Argentina era una experta repetidora de finales infelices.
Ganadores asfixiados
El quinto piso es la planta del edificio porteño donde funciona el Ministerio de Economía de la Nación. Por allí pasaron los 30 ministros que intentaron resolver las patologías materiales del país entre 1983 y esta fecha, con los resultados conocidos. Un capítulo central de esa tarea es la administración de la relación -adictiva, según algunos analistas- con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En total, la Argentina suscribió 23 acuerdos con ese organismo multilateral de crédito desde que se asoció en la década de 1950. La economista especializada en historia de la deuda externa, Noemí Brenta, dice que las negociaciones más arduas corresponden al período 1982-2001. Torre fue testigo de esa batalla durante los seis años que acompañó a Sourrouille.
En otro artículo sobre el libro publicado en enero en este diario ya se había advertido que, si se borraran los nombres propios del alfonsinismo hacia 1984, quedarían los mismos acontecimientos amenazantes que enfrenta la gestión de Fernández, un Presidente que, para abonar las casualidades, suele identificarse con Alfonsín. Son hechos que, además, el mandatario observó de cerca como subdirector de Asuntos Jurídicos de Economía, y que se resumen en la idea de que los ganadores de las elecciones se encuentran asfixiados por los frentes externo e interno. No cierran los números en las revisiones técnicas del FMI y, lejos de atenuarse, crecen las exigencias de ajustes. Mientras tanto en el ámbito doméstico y apalancado por la entonces oposición peronista, cada sector presiona para mejorar sus ingresos. En esas circunstancias calamitosas, Bernardo Grinspun deja el Ministerio; asume Sourrouille, quien era Secretario de Planificación, y en 1985 nace el Plan Austral.
El legado moral
El programa del nuevo equipo devuelve la credibilidad a la moneda y desacelera la inflación, que hacia 1984 había alcanzado el 400% anual. Un mes después de su presentación, los precios suben un 6,2%, y no entre el 25 y el 30% como ocurría antes. “Juan (Sourrouille) y José Luis (Machinea) se pusieron a llorar. Este clima cargado de emociones presidió la celebración íntima que hicimos en el Quinto Piso hacia el final de la tarde”, relata Torre en uno de los pocos párrafos optimistas que contiene su “Diario”. Tal logro permite a la Unión Cívica Radical revalidar su triunfo en los comicios de medio término, los segundos desde la restauración de la democracia. Pero los votos no se traducen en el capital político que requieren las cirugías dolorosas y los fundamentos del Plan Austral comienzan a debilitarse.
El panorama es aciago hacia diciembre de 1985. Torre escribe: “este es un país con larga experiencia de resistencias exitosas. Visto en perspectiva histórica, es un país que invierte tantas energías en reclamar reformas como en movilizarse para bloquearlas”. El 25 de enero de 1986 tiene lugar el cuarto paro de la CGT y ya es evidente que el sindicalismo está dispuesto a jugar con fuego. En el primer aniversario del Plan Austral, Torre anota que el equipo económico se percibe a sí mismo como un escuadrón de bomberos. Y pronto registra “el problema de confianza” que refleja el mercado financiero y que acompañará a Alfonsín hasta el final anticipado de su mandato.
Un dato llama la atención en este desconcierto: “el tira y afloje de la relación Nación-provincias por la falta de una ley de coparticipación”. La UCR pierde en el turno electoral de 1987 y el peronismo se erige en el único garante contra el caos. La inflación se suelta y, con ella, arrecia el fantasma de la ingobernabilidad. A esa altura y ante las señales de una economía inmanejable, la Casa Rosada concentra sus esfuerzos en el legado moral, la salvación de la democracia.
Del marfil al barro
Torre define su inmersión en la gestión pública como un “descenso” del edificio de marfil de la academia que habitaba y en el que, aunque moldeado por aquella experiencia, continúa residiendo en su calidad de profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella. Estaba por publicar su doctorado adquirido en París cuando el economista Adolfo Canitrot lo convocó a integrarse al Gobierno. El sociólogo “descendió” a la arena política sin perder sus manías de investigador. Cumplió sus funciones (terminó como subsecretario de Relaciones Institucionales de Economía) consustanciado con el rol de observador ubicado en la primera línea de la contienda. Fascinado por esa oportunidad, tomó notas; grabó a sus compañeros; guardó copias de los discursos y cartas que redactó, y con todo ese material elaboró durante la pandemia el libro que la vicepresidenta arrojó a Fernández.
El ensayo comienza con una foto muy decidora. En el primer plano, Sourrouille estrecha la mano del líder sindical Saúl Ubaldini: Torre aparece en el fondo de la escena, con la mirada clavada en los protagonistas. “Ese soy yo. El lugar donde me captó el fotógrafo explica el libro”, dice durante la entrevista en Tafí del Valle. “Diario de una temporada en el quinto piso” parte de algo que también ha estado muy presente en estos días, la Guerra de Malvinas, y se extiende más allá del momento en el que el sociólogo decide que es suficiente y retorna a su torre de marfil. En la parte dedicada a los apéndices, el autor transcribe una columna de su factura publicada en Clarín el 8 de marzo de 1989 con el título “Los muertos del FMI no votan”, una frase que, dicha con otras palabras, retumbó en el debate parlamentario reciente del acuerdo que cerró el ministro Martín Guzmán.
Tantas conexiones con el presente tornan inevitable lo que Torre dijo que quería evitar. En la conversación sostenida en octubre, el sociólogo explicó que él no había buscado que su libro relatara algo que se estaba viviendo ahora, pero que el país es así. “Siempre está dando vueltas en torno a las mismas dificultades, con los mismos actores, con los mismos dramas: se repone siempre la misma agenda”, definió. Aún con su renuencia, el ensayista destacó que en la repetición contemporánea del libreto viejo había una novedad que atañe a la vicepresidenta y al Presidente de la Nación. Diagnosticó: “es tan denso el drama argentino que hasta ha tocado a los intocables, es decir, a los que decían que podían resolverlo todo”.
Fragmentos de hiperactualidad:
Sobre los 100 días de Gobierno de Alfonsín
“En la dureza de las críticas influye algo más que el desconocimiento de las dificultades que confrontan a todo nuevo elenco. Esa dureza es también la expresión de una forma de encarar las cosas de la vida pública que está dominada por la impaciencia: no hay un horizonte temporal dilatado sino un sentido de urgencia permanente que obliga a los gobiernos a rendir examen en el muy corto plazo”. (Abril de 1984)
Sobre el FMI
“Se ha decidido ir al Fondo Monetario para solicitar ayuda financiera y se sabe que los que van a golpear esa puerta suelen regresar con un programa de ajuste bajo el brazo”. (Abril de 1984)
Sobre el shock
“Ricardo López Murphy, entonces en el Banco Central, decía que ‘es preciso aprovechar los primeros días de gobierno para hacer un shock que frene de algún modo el descontrol’”. (11 de mayo de 1984)
Sobre la postura presidencial
“Hasta ahora, lo que (Raúl Alfonsín) ha hecho es sonreír a todos, dar una palmada a todos y bueno… a seguir surfeando hacia adelante”. (20 de julio de 1984)
Sobre la postergación de la lucha antiinflacionaria
“La situación actual no puede ser más inquietante. En efecto, si la Argentina hubiera iniciado por su cuenta un programa antiinflacionario hace tres meses, podría haber llegado ahora a un acuerdo con el FMI donde la lucha contra la inflación no quedaría necesariamente asociada a un acuerdo con el FMI”. (24 de agosto de 1984)
Sobre las contradicciones políticas
“La firma de los acuerdos con el FMI ha llevado al Gobierno a hacer suya la posición que el Presidente había criticado durante la campaña electoral”. (31 de octubre de 1984)