La Argentina se aparta del bloque de EE.UU. y envía gestos de distensión a Putin

Los representantes del país se abstuvieron de vetar a Rusia en las últimas reuniones de la OEA y el G-20. El embajador Raimundi adujo que votar en contra de Moscú en Washington implicaba “una toma de posición en la evidente reconfiguración del orden internacional” que correspondía a los Estados soberanos.

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La Argentina votó el 6 de abril para suspender la participación de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) junto a más de los dos tercios de los miembros de la Asamblea General, pero este jueves se abstuvo de despojar temporalmente a la nación del autócrata Vladimir Putin del rol de país observador de la Organización de los Estados Americanos (OEA), decisión que prosperó con 25 votos, entre ellos el de Venezuela. Un día antes, el ministro de Economía, Martín Guzmán, había omitido sumarse al boicot contra la exposición de su par ruso, Anton Siluanov, en la reunión del G-20. Todas estas medidas de castigo habían sido auspiciadas por los Estados Unidos para penalizar al Kremlin por invadir Ucrania.

Tanto en el caso de Guzmán como en el de la OEA, la justificación oficial y extraoficial para estos gestos de distensión en la relación con Putin fue que la Casa Rosada ya se había pronunciado en contra de la guerra y demandado en forma inmediata el alto el fuego. En el encuentro en Washington del G-20, organización que reúne a representantes de dos decenas de países industrializados y emergentes, el ministro de la Argentina permaneció en su lugar durante la exposición virtual de Siluanov mientras se retiraban abruptamente de la sala Yanet Yellen, secretaria del Tesoro estadounidense; Jerome H. Powell, titular de la Reserva Federal; Andrew Bailey, gobernador del Banco de Inglaterra; Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, y los funcionarios Serhiy Marchenko (Ucrania) y Chrystia Freeland (Canadá). Entre otros, los ministros de Italia, China, la India, Turquía, México, Brasil, Sudáfrica y Alemania hicieron como Guzmán, y no se plegaron al desplante al funcionario de Putin.

La misma forma de repudio adoptaron al día siguiente los ministros Freeland y Rishi Sunak (Reino Unido) cuando un vocero ruso se dispuso a tomar la palabra en el Fondo Monetario Internacional (FMI). “Estas reuniones en Washington están pensadas para fortalecer la economía global y la invasión rusa a Ucrania implica una amenaza grave para ella. Rusia no debe participar ni ser incluida en estos foros. Las democracias no podemos permanecer indiferentes a las agresiones y a los crímenes de guerra”, tuiteó la canadiense Freeland para explicar su postura favorable a la moción del presidente estadounidense Joe Biden, quien pretende acentuar el aislamiento del país de Putin mediante su expulsión de los foros internacionales.

El Gobierno de Alberto Fernández dio señales de que está en contra de la exclusión de Rusia del G-20 e incluso confirmó su participación a la cita de jefes de Estado programada en noviembre en Bali (Indonesia) donde podría presentarse Putin. Ni Guzmán ni la Cancillería que encabeza Santiago Cafiero comunicaron de manera formal su posición respecto de la protesta contra Siluanov, pero trascendió que para la Casa Rosada es suficiente con los rechazos a la invasión y el aval suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos -que preside el embajador argentino Federido Villegas- formulados en la ONU. Días antes del inicio de la conflagración en Europa del Este, Fernández había visitado a Putin en Moscú y allí le había ofrecido a Buenos Aires como puerta de entrada de Rusia en América Latina. Ante el autócrata, el mandatario argentino criticó al Fondo Monetario Internacional y a los Estados Unidos. Lanzada la “operación especial”, como el Kremlin denomina a la guerra, y luego de algunas jornadas de vacilaciones, Fernández y Cafiero tomaron distancia de Moscú, y se alinearon con el discurso crítico del bloque de Biden.

Hacia adelante, la Argentina enfrenta una situación similar al boicot promovido en el G-20 en un órgano de las Naciones Unidas, el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco. Sucede que arrecian las presiones para que ese grupo decline el plan de deliberar en junio en Kazán (Rusia), como tenía previsto. Marcela Losardo, ex ministra de Justicia y de Derechos Humanos de Fernández, ha de tomar una decisión al respecto en su condición de embajadora ante la Unesco.

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Las razones de Raimundi

El Consejo Permanente de la OEA retiró el estatus de observador a Rusia con el argumento de que, al atacar a Ucrania, había perdido las condiciones requeridas para tal función -en el presente, 71 naciones y organizaciones desempeñan este rol de socio estratégico-. La medida prosperó con el apoyo de Guatemala; Antigua y Barbuda; Haití; Jamaica; Panamá; Paraguay; Perú; República Dominicana; Santa Lucía; Surinam; Trinidad y Tobago; Uruguay; Venezuela; Bahamas; Barbados; Belice; Canadá; Chile; Colombia; Costa Rica; Dominica; Ecuador; los Estados Unidos; Granada y Guyana.

La Argentina se abstuvo junto a otros siete países: Bolivia; Brasil; México; Honduras; San Cristóbal y Nieves; San Vincente y las Granadinas, y El Salvador (Nicaragua se ausentó de la votación). De este grupo, sólo Honduras y la Argentina variaron la tesitura de suspensión de Rusia que habían propiciado en la Asamblea General de la ONU, donde los otros seis habían preferido no votar o habían rechazado el castigo que equipara a Putin con el dictador libio fallecido Muamar el Gadafi. En otro sentido mutó la postura de Venezuela, que se ausentó al momento de emitir un pronunciamiento en las Naciones Unidas, pero en la OEA no dudó en asestar un golpe diplomático al Kremlin.

“Dos veces la OEA pidió a Rusia por una mayoría amplia que dejara de hostilizar a Ucrania. Pero, en lugar de ello, hemos visto cómo escalaron la pérdida de vidas, la destrucción y el desplazamiento de millones de personas”, expresó Ronald Sanders, embajador de Antigua y Barbuda, al motivar la propuesta de suspensión de su país, Guatemala, Uruguay, Estados Unidos, Canadá, Colombia y Granada. La resolución que retira la calidad de observador de la OEA a Rusia explícitamente toma como antecedente la suspensión impuesta en la ONU, y menciona la conmoción causada por los informes de “las terribles atrocidades cometidas por las fuerzas armadas rusas” en Bucha, Irpin, Mariúpol y en otras ciudades ucranianas, y en la estación del tren en Kramatorsk.

En su turno de exposición, el embajador argentino ante la OEA, Carlos Alberto Raimundi, expresó que la Cancillería ya había dado una opinión sobre la guerra. “Hemos sido consistentes en el llamado a la paz, y la protección de los derechos humanos, la cuestión humanitaria y la integridad territorial, que es un principio tan caro y prioritario para la Argentina. Esto debe ser sostenido con alcance universal, para todos los casos en los que aquellos valores se vean afectados”, refirió al Consejo Permanente. Raimundi luego deslizó la posibilidad de que la medida contra Moscú implicara un sacrificio de “ese precepto universal”: “(votar por la suspensión de Rusia) sería una toma de posición en la evidente reconfiguración del orden internacional al que estamos asistiendo y no es competencia de esta organización, sino una responsabilidad soberana de los Estados”.

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