“Durante la pandemia muchos chicos han perdido a sus abuelos, han sufrido encierro y han estado un año completo sin ir a la escuela ni ver a sus compañeros. Esto lleva a un gran cambio en la forma de ver la escuela desde el punto de vista de las relaciones interpersonales y el aprendizaje. Debemos cambiar pero no la currícula sino el abordaje de los contenidos”, afirma María Angélica Chávez, directora de Fundemi, institución que trabaja en la inclusión escolar con alumnos con dislexia y DEA. Chávez, autora de un método propio de aprendizaje, sostiene su pedagogía en el cultura de la autoestima y el manejo de las emociones.
“Modificar la currícula es algo muy difícil, que lleva tiempo, un estudio muy profundo que requeriría diversas reuniones y debates en el Consejo Federal de Educación”, afirma. Por el contrario, piensa que hay que hacer algunas adecuaciones. Por ejemplo: “los proyectos curriculares institucionales deben tener un apartado en donde se hagan los aconsejamientos de estrategias metodológicas para cada uno de los contenidos de manera que se los trabaje en forma de mapas conceptuales y se pueda acceder a un desarrollo globalizado de la materia”, dice. Sugiere incorporar las emociones en el trabajo diario del docente, más contenidos de salud social comunitaria y mucha práctica de la lengua a través de cuentos y narraciones.