Rugby: malabarismo fijiano bajo la lluvia

En 1980, también en la víspera de un censo nacional como el de mañana, los Naranjas enfrentaron al seleccionado de Fiji en cancha de Atlético Concepción

DANZA. El seleccionado isleño ejecutó su haka en la previa del partido en cancha de Atlético Concepción. Su velocidad y destreza en el juego de manos asombraron a los espectadores tucumanos. La Gaceta / Fotos de Archivo DANZA. El seleccionado isleño ejecutó su haka en la previa del partido en cancha de Atlético Concepción. Su velocidad y destreza en el juego de manos asombraron a los espectadores tucumanos. La Gaceta / Fotos de Archivo

En 1980, justo en la víspera de un censo nacional como el que se llevará a cabo mañana, Tucumán disfrutó de una visita muy particular: la del seleccionado nacional de rugby de Fiji, que como prácticamente todo equipo extranjero que pisaba suelo argentino, incluyó en su itinerario una visita a nuestra provincia para medir fuerzas con los “Naranjas”.

Al día siguiente de derrotar a un combinado B de Los Pumas, los isleños arribaron al aeropuerto Benjamín Matienzo el 19 de octubre, todos prolijamente vestidos pero con detalles que daban cuenta de su personalidad festiva: collares típicos y guitarras para amenizar los viajes en avión.

El plantel estaba compuesto por una gran mayoría de empleados estatales de Fiji, algunos artesanos y un par de estudiantes universitarios. El más pintoresco y simpático de los isleños era Peceli Kina, primera línea rebautizado en aquella gira por los tucumanos como “el gordo Kina”, quien fuera del rugby se ganaba la vida animando turistas en un hotel de lujo en las afuera de Suva, la capital del país. Para gente acostumbrada a vivir al nivel del mar, el paseo por Villa Nougués resultó tan mareante como maravilloso.

EN EL CENTRO. El plantel de Fiji, observando desde el balcón de la Casa Gobierno. EN EL CENTRO. El plantel de Fiji, observando desde el balcón de la Casa Gobierno.

“Es que este sofisticado seleccionado de rugby representa a la delegación más exótica que haya visitado la Argentina. Todo es novedad en ellos: su lengua (privan los sonidos palatales, completamente cacofónicos para nosotros), sus hábitos (la noche en que llegaron a Tucumán solicitaron una vasija y prepararon un brebaje basado en hierbas y con mucho hielo, que les resulta delicioso) y su aspecto físico. Lo único similar es el fervor por el rugby y su voluntad de ganar amigos”, describía la crónica del periodista Nicanor González del Solar.

RITMO. En agradecimiento, los fijianos cantaron una canción típica de su tierra. RITMO. En agradecimiento, los fijianos cantaron una canción típica de su tierra.

Esa distancia entre Tucumán y Fiji también se extrapolaba al rugby: las prácticas previas en Lawn Tennis anticipaban un estilo juego vertiginoso y plástico, pero bastante desentendido de las formaciones fijas. ¿Maul? Para ellos resultaba casi tan exótico como para nosotros su haka, su danza tribal previa al partido.

MÚSICA. Iokini Finau toca la guitarra mientras espera su turno para ser censado. MÚSICA. Iokini Finau toca la guitarra mientras espera su turno para ser censado.

El choque tuvo lugar en la noche del 21 de octubre en Banda del Río Salí. Se esperaba que la cancha de Atlético Concepción estuviera repleta, pero la intensa lluvia conspiró contra la recaudación en boletería. Así y todo, fueron muchos los tucumanos que asistieron, en parte para acompañar a los Naranjas y en parte atraídos por la curiosidad de ver a los fijianos en acción.

Tucumán, entrenado por Alejandro Petra, formó con: Pedro Sastre, Jorge Posse y Juan Carlos Rodríguez; Telmo De Luca y Jorge Rocchia Ferro; Héctor Cabrera (capitán), Rodolfo Pacheco y Pedro Molina; Gabriel Palou y Ricardo Sauze; Lucas Ferro, Carlos Imbert, Julio Williams, Pablo Zelarayán y Alejandro Bleckwedel. En el complemento, también jugaría Carlos Paz.

UNA PILETA. La lluvia anegó el campo de juego, lo que le dio mayor espectacularidad a los tackles y al juego de los fijianos. UNA PILETA. La lluvia anegó el campo de juego, lo que le dio mayor espectacularidad a los tackles y al juego de los fijianos.

Aunque las condiciones barrosas del terreno se prestaban mejor para el estilo físico de Tucumán, Fiji sorprendió con un rugby de alta velocidad y precisión. “Tenían una habilidad con las manos impresionante”, recuerda Williams. El malabarismo fijiano superó las marcas locales y comenzaron a llegar los tries: Tevita Makutu apoyó los primeros dos e Illa Lutumailawi firmó otros tres, para un resultado final de 24-9. “Físicamente, eran unos animales. Ese día diluvió y creo que fue peor para nosotros, porque ellos se movían con mucha velocidad”, rememora Lucas Ferro, autor de los tres penales de Tucumán.

ALEGRES. Los fijianos bajaron del avión con collares y guitarras. ALEGRES. Los fijianos bajaron del avión con collares y guitarras.

Los charcos que la incesante lluvia iba formando en la cancha le daban mayor espectacularidad a los tackles. Lo más curioso fue el final: el árbitro Felipe Ferrari debió terminarlo 10 minutos antes por falta de pelotas. “Las que se pateaban afuera de la cancha no volvían. Se las robaron”, constata Rocchia Ferro. “La última ya era un bofe, una de cuero con la que no se podía jugar”, completa Williams. Los jugadores aguardaron bajo el agua un rato, a la espera de que se lograra recuperar alguna, pero fue en vano.

El tercer tiempo con los fijianos superó la barrera idiomática y se extendió hasta bien entrada la madrugada. “Después la seguimos en la casa de los Bleckwedel, como hasta el mediodía. Es que para nosotros era algo nuevo, y nos entusiasmaba mucho. Estaba empezando a tomar forma la mejor época de los Naranjas”, aporta Lucas Ferro. “Yo solo recuerdo que tackleé como loco, pero la pelota siempre corría. Se multiplicaban y aparecían de todos lados”, describe desde Australia “La Babosa” Pacheco, quien debió partir raudamente de aquel festejo a eso de las 7 porque tenía un deber cívico que cumplir: salir a censar vecinos.

Ni los isleños se salvaron de hacer el censo

Antes de emprender el regreso hacia Buenos Aires, la delegación de Fiji se encontró con una sorpresa: de acuerdo a las normas, debía censarse a todos “aquellos que estuvieran vivos a la hora cero del día del censo, en el lugar donde hubieran pernoctado o donde se hallasen al momento de llegar el censista”. Aún siendo extranjeros, los fijianos debieron ser encuestados por haber pasado la noche en Tucumán. El encargado de la delegación isleña se negó en un principio, argumentando que podrían cumplir con el trámite en Buenos Aires, donde varios jugadores habían dejado su pasaporte. No hubo caso: no iban a poder salir de Tucumán hasta ser censados. Con ayuda de dos intérpretes y de algunas revistas de rugby donde figuraban algunos de sus datos, los fijianos pudieron completar el cuestionario. Al final, uno de ellos dijo sonriendo: “ahora me siento un argentino más”.

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