Malvinas y el irrenunciable compromiso soberano

09 Junio 2022

Mañana se conmemorará el Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Malvinas, Islas y Sector Atlántico. La fecha hace referencia a la designación del primer gobernador de nuestro país en el archipiélago, Luis Vernet, en 1829. Y adquiere una particular significación ahora, cuando se están cumpliendo los 40 años de la guerra del Atlántico Sur.

El ejercicio pleno de la soberanía nacional sobre ese territorio fue interrumpido el 3 de enero de 1833, cuando fuerzas inglesas ocuparon las Malvinas, expulsaron a la población (la cuarta hija de Vernet nació en las islas el 4 de febrero de 1830 y se considera la primera persona en llevar ese nombre en nuestro país) y a las autoridades argentinas y las reemplazaron por otras de origen británico. Por tanto, están cumpliéndose 189 años de sistemática violación del derecho internacional por parte del Reino Unido. Y, dentro de ese marco, cuatro décadas completas de congelamiento unilateral por parte de ese gobierno de las negociaciones respecto de la soberanía argentina sobre Malvinas.

En rigor, no se verifica en los hechos que hubiera existido intención británica de reconocer los derechos de nuestro país sobre el archipiélago austral, a pesar de verdaderos hitos en materia diplomática, como el obtenido durante la presidencia de Arturo Illia. El 19 de diciembre de 1965, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas dicta la histórica resolución 2.065, en la cual, en síntesis, se establecen los elementos esenciales de la “Cuestión Malvinas” y la manera en que debía ser resuelta.

La resolución 2.065 (la primera que dictó la ONU sobre la situación en torno de las islas) declara que el de Malvinas es un caso de colonialismo al que debe ponerse final; reconoce que existe una disputa entre el gobierno argentino y el británico; y determina que la resolución debe darse mediante negociaciones bilaterales entre ambos Estados. Y lo que resulta sustancial: en las negociaciones para encontrar una solución a la disputa, ese pronunciamiento de las Naciones Unidas establece que deben ser tenidos en cuenta los “intereses” de los isleños, y no sus “deseos”. Lo cual deja de lado la pretendida aplicación de un principio de libre determinación por parte de quienes hoy habitan ese territorio.

Sin embargo, el Reino Unido nunca se avino a aceptar la resolución 2.065, año tras año ratificada por la ONU, que en una oportunidad llegó a plantear que la Argentina había prestado toda su colaboración para la solución pacífica del conflicto, tal como documenta, por ejemplo, Juan Bautista Yofre en sus libros “1982” y “La Trampa”. Entre 1965 y 1982, el año de la guerra, el ciclo de “comunicaciones, pedido expreso, formal, total, unánime, congelamiento de negociaciones y… cero, kilómetro cero de vuelta”, fue un círculo vicioso constante, reseña el autor respecto de la política británica y del rechazo de los ocupantes de las islas contra cualquier posibilidad de entendimiento.

Pero no sólo las efémerides y el aniversario de la guerra le dan vigencia plena al reclamo de soberanía por parte de la Argentina. La guerra actual en Europa, detonada por la invasión de Rusia a Ucrania, es un escenario en el que se reivindican para las naciones del Viejo Continente los mismos derechos que nuestro país clama en América del Sur. Y con ello mismo queda expuesto el impune doble estándar de algunas potencias del Atlántico Norte.

Tal y como lo expresó el secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Nación, Guillermo Carmona, en la entrevista publicada en la edición dominical de LA GACETA, tanto el Reino Unido como la Argentina han reivindicado, desde que estalló el conflicto bélico, el derecho a la integridad territorial para Ucrania. Sin embargo, es el mismo Reino Unido el que se encamina a cumplir 19 décadas violando la integridad territorial de la Argentina.

El Estado nacional debe mantener de manera permanente su determinación por recuperar mediante la vía pacífica el ejercicio pleno de la soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, así como de los espacios marítimos circundantes. Porque el pueblo argentino mantiene esa voluntad de manera irrenunciable.

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