Desafíos y cambios de las paternidades de hoy

Los modos de querer, educar y criar a los hijos se modificaron en relación al pasado. Una apuesta hacia la afectividad consciente.

EN CAMBIO. Los semblantes masculinos clásicos han sido reemplazados por diversos modos de encarar el rol EN CAMBIO. Los semblantes masculinos clásicos han sido reemplazados por diversos modos de encarar el rol

El tucumano Gabriel Artaza Saade es psicólogo y autor de varios libros en los cuales se abordan las masculinidades (dentro del sexo, las relaciones amorosas, los estereotipos de la ficción, etcétera) en el presente.

En su última publicación “Ni machirulo ni varón deconstruido (Una explicación psicoanalítica a partir de series, canciones y películas)”, les dio espacio a las nuevas paternidades y contraposiciones.

La relación de Bart con Homero de Los Simpsons, la de Johnny Lawrence de Cobra Kai con su hijo biológico y con Miguel (su alumno de Karate), la del cantante Luis Miguel e incluso la del rapero L-Gante son algunos ejemplos que abordó. Sobre este tema dialogó con LA GACETA. A continuación, los principales tramos de la entrevista:

- ¿Cuáles considerás que son las diferencias entre ser padre en el pasado y en la actualidad? ¿Evolucionamos?

- Asistimos a una época en que las identificaciones conectadas a los semblantes masculinos clásicos se encuentran evaporadas. De allí que resulte cómica su comparación con estereotipos masculinos antiguos. A diferencia del pasado, actualmente se percibe mayor cantidad de hombres cumpliendo roles tiernos hacia sus hijos; no creo que eso sea una evolución sino que más bien responde a la incomodidad que plantea ocupar ese lugar, ya que nunca se está a la altura suficiente para desempeñar sus funciones. Para el psicoanálisis el padre no es el género ni tampoco quien engendra a un hijo, es por ello que es un fenómeno de esta época que quienes ocupen ese lugar sea una abuela o abuelo. En este sentido, los nuevos modelos de masculinidad, como el varón deconstruido, son un avatar de este tipo de filiaciones.

- ¿Qué cosas aún se mantienen igual y son un “pendiente” para alcanzar una paternidad sana?

- Hace poco vi una obra de teatro, “Camarines” (texto de Rafael Bruza y dirigida en Tucumán por Patricio Gómez De la Torre); en ella vemos a un padre (actor de teatro) trabajar junto a su hijo (su asistente). El padre es un hombre que se sitúa en el campo de la sexualidad como un seductor empedernido, es decir que acumula conquistas con mujeres. Lo que vemos es que ser un varón seductor funciona como una defensa para evitar asumir compromisos en su vida. Lo interesante de la obra es que vemos el devenir del hijo interpretando ese deseo. Para sintetizar, la función esencial de un padre es la de dar testimonio como aquel que transmite un deseo y eso implica encarnarlo. En ese sentido, esa transmisión no comporta nada de sano (ya que el deseo es impuro) sino que se vincula a una singularidad que resulta imposible de generalizar ya que no hay una paternidad buena ni mala sino diversos modos de encarnar una función que nos trasciende.

- En esa misma línea, ¿los padres adquirieron un mayor compromiso dentro del rol de cuidado o aún prima la imagen de la madre todo terreno y del mero proveedor de dinero?

- Solo puede ser mero proveedor de dinero y quedarse en la casa cuidando a sus hijos aquella mujer casada con un “varón exitoso”, pero eso no es lo más frecuente. Efecto de la economía capitalista que interviene en nuestros modos de vida, hace que el dinero no sea suficiente y hoy es necesario que ambos, en una configuración familiar de pareja, trabajen para sustentar una familia. Eso implica tareas compartidas dentro del hogar para el cuidado de los hijos y para que el marido no se convierta en un hijo más.

- ¿Creés que los hombres hoy “pueden llorar” y enseñarles a sus hijos a ser sensibles y abiertos desde lo emocional?

- Los hombres siempre lloraron, solo que no estaba habilitado el espacio público para que se expresen. El cuestionamiento de parte del feminismo al sistema patriarcal produjo un relajamiento que fue liberador para los hombres, en ese sentido. Sin embargo, por supuesto que aún persisten posiciones de resistencia a estas modificaciones, sobre todo en instituciones clásicas como el Ejército, la Iglesia e incluso la Justicia. A ese fenómeno se lo conoce como “Backlash”, de ahí que se pueda entender a las reuniones fraternales de hombres en Tucumán conocidas como “Ramonazo” y fenómenos más complejos como aquellos grupos de derecha diseminados por todo el mundo que añoran por un antiguo orden y hacen un llamado a la mano dura. Aspectos que podemos sintetizar como “supremachismo frustrado”.

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