Belgrano, la Bandera, el Norte

Ejemplo de civismo, no vivió para ver realizados sus ideales

20 Junio 2022

Elena Perilli de Colombres Garmendia

Presidenta Junta de Estudios Históricos de Tucumán

Su figura ha trascendido como creador de la enseña nacional, que logró ser reconocida como tal, tras un largo proceso en el que Belgrano fue desautorizado repetidas veces a izarla. En Rosario dijo al Triunvirato: “Abajo esas señales exteriores que para nada han servido y con que parece que aún no hemos roto las cadenas de la esclavitud”. De nuevo, en febrero de 1813 al cruzar el Río Pasaje, (luego Juramento), hizo jurar obediencia a la Asamblea y a la Bandera, pero hubo que esperar al Congreso de Tucumán para su aprobación como símbolo nacional.

Manuel Belgrano es mucho más que el creador de la Bandera, su rasgo predominante fue su profundo patriotismo, manifestado en los servicios que brindó, como funcionario, militar, periodista, economista, político. Quizás la tarea más ardua fue tomar a su mando el desmoralizado Ejército del Norte, ordenar el Éxodo Jujeño y enfrentar a los realistas en Tucumán y Salta, las dos únicas batallas en territorio argentino que sellaron la suerte de la Revolución. Se preocupó con firmeza por la formación militar de sus oficiales y no permitió el incumplimiento de sus órdenes lo que le ocasionó muchos sinsabores.

Belgrano estuvo estrechamente vinculado al Norte y a Tucumán, a la que quería como su tierra y es para los tucumanos una figura emblemática. Al llegar a esta región, conocía el territorio, y su gente como los prueban sus escritos. Desde que estuvo en el Consulado adquirió los conocimientos que le permitieron saber por ejemplo, las dificultades que tendrían las fuerzas de su mando para cruzar el río Pasaje, en plena estación de lluvias. En la correspondencia con Guemes esos conocimientos afloraban. Los adquirió por la publicación y lectura de informes y noticias sobre Tucumán, Salta y Jujuy en los periódicos, conocimiento que amplió, precisó y enriqueció con sus vivencias en campamentos, ciudades, caseríos y campos de batalla.

En la tropa distinguió a médicos y capellanes, que marchaban a la lucha al lado de los soldados. Un testigo de esos años, el doctor Manuel Antonio Castro recordaba: “Su diario vestido era una levita de paño azul. Su casita construida en la Ciudadela, a la manera del campo, era una choza blanqueada. Sus adornos consistían en unos escaños hechos de madera, una mesa de comer, su catre de campaña y sus libros militares. Tres platos cubrían su mesa que era concurrida de sus ayudantes y sus capellanes”.

En Tucumán realizó un proyecto urbano, empleando como recurso la mano de obra y los técnicos del ejército, que hacia 1819 fue abandonado. En un difícil contexto político y militar dispuso la creación de una nueva expansión de la ciudad en el sector sudoeste, proyecto realizado entre 1816 y 1819, en lo que se conoce como La Ciudadela.

Su presencia en el Congreso de Tucumán fue decisiva para acelerar la declaración de la Independencia, participó en la sesión secreta del 6 de julio y sostuvo la opción monárquica, lo que no es contradictorio ya que Belgrano respondía a las ideas de su tiempo.

Al frente de las tropas tuvo numerosas desventuras y desvelos, que supo afrontar; rechazó halagos personales y el titulo de Capitán General y debió soportar batallas perdidas, y muchas penurias físicas. Pasó aquí varios años de su vida entre 1812 y 1819 y fue donde nació su hija Manuela Mónica, de su relación con Dolores Helguero.

Cuando estalló el movimiento que derrocó al gobernador Feliciano de la Mota Botello, sus cabecillas intentaron colocar una barra de grillos al General, no pudieron realizar ese agravio por la decidida acción de su médico Joseph Redhead. Permaneció detenido hasta que Bernabé Aráoz ordenó su liberación. Tres meses después decidió regresar a Buenos Aires, donde al entrar en agonía, entregó al doctor Redhead su reloj de oro, único bien con que contaba para pagar sus servicios A su muerte, la familia de Belgrano, cumpliendo su voluntad se hizo cargo de su hija Manuela.

Su honestidad y valentía fueron reconocidas por hombres de su tiempo como fray Cayetano Rodríguez y el doctor José Agustín Molina (luego obispo). Manifestaron en su correspondencia admiración, respeto y afecto, en el momento en que ocurrían los hechos. Murió en soledad el 20 de junio de 1820, a las 7 de la mañana. Recién un año después se le rindieron honras fúnebres. En los años posteriores su nombre se afianzó como ejemplo de civismo. Belgrano no vivió para ver sus ideales realizados, pero contribuyó con sus ideas y acciones a la construcción de nuestra Argentina.

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