Integrar la bicicleta al transporte público

Hay tantas razones para promover el uso de la bicicleta como medio de transporte en las ciudades, que resulta incomprensible que algunos sectores de la sociedad todavía lo resistan. Reduce la contaminación, ahorra dinero y tiempo en los desplazamientos cortos, mejora la salud, y tantos otros.

Claro que no alcanza con bicisendas ya que la bicicleta resulta muy útil para viajar distancias cortas, pero cuando se trata de distancias largas, el transporte público es lo más adecuado. De ahí que integrar ambas modalidades haya comenzado a considerarse una necesidad. Y así lo entendieron los concejales de la capital, que recientemente sancionaron una ordenanza que establece que las empresas de colectivo deben instalar soportes para trasladar estos rodados de manera gratuita. Al integrar estos dos medios de transporte, los ciudadanos pueden hacer viajes largos sin tener que usar el auto particular. Sin embargo, al conocerse la disposición, estalló la polémica y los empresarios del transporte ya anunciaron que no será posible implementarla, lo cual muestra las dificultades que implica hacer avances en esta materia en medio de un sistema que se encuentra en profunda crisis.

Son muchos los países donde el sistema integrado está funcionando perfectamente, e incluso en Buenos Aires ya se usa la bicicleta combinada con el tren o con el subte. “El transporte público es un aliado; esto de poder llevar la bicicleta es una alternativa para aquellos que viven lejos de la ciudad, pero que elegirían moverse por ella en bici”, advirtió Matías Galindo, en una entrevista con nuestro diario. Galindo es presidente de la ONG Meta Bici, que aboga por el fomento de la bicicleta en Tucumán desde hace varios años. Otro ejemplo claro de la importancia de que se implemente la ordenanza lo dio Lucía Palenzuela, secretaria de la organización: “si yo quiero ir a San Javier, pero mi condición física no me lo permite, puedo cargar la bici en el colectivo y circular con ella en el cerro. O si ando en la ciudad, pero no me animo a atravesar una avenida, o se me ha roto la bici, la puedo colocar en el soporte y subirme al colectivo”. El autor del proyecto, el concejal Agustín Romano Norri, destacó: “Se espera que a un año de aprobada la ordenanza, cada unidad (de ómnibus) tenga al menos un soporte para tres bicicletas y se que se instale el soporte en el 50% de las unidades de una flota”. Ese es el objetivo. Es decir, no se trata de algo inmediato, sino que se daría tiempo al empresariado para que adapte sus vehículos. No obstante, Jorge Berreta, vicepresidente de la Asociación de Empresarios del Transporte Automotor de Tucumán (Aetat) anticipó que es muy complicado de cumplir porque implicaría ir con un elemento extraño (los soportes) al frente o en la parte trasera de los vehículos, lo que está prohibido por ley.

Sería de interés que los concejales, los funcionarios, los empresarios y los legisladores se pusieran de acuerdo y encontraran el modo en que sea posible encontrar los caminos para que la norma se cumpla. Ciertamente, la crisis en que se encuentra el sistema de transporte público en nuestra provincia impide que haya una mirada más amplia, que se requiere a quienes tienen responsabilidad en las diferentes áreas implicadas. En otros países se implementaron parrillas externas, que generalmente van delante, y caben tres o cuatro bicicletas. Además, son medidas que deben ir acompañadas de otras, como la ampliación de las bicisendas que hay ahora, que todavía son insuficientes. Lo importante es que se siga avanzando, con mirada positiva y colaborativa, para que la integración de la bicicleta al transporte público se haga realidad.

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