Por estas horas, el pasatiempo preferido de los dirigentes tucumanos de Juntos por el Cambio pasa, primero, por apostar quién de los dos candidatos ya lanzados dará finalmente el paso atrás. Segundo, si ese gesto no ocurriera, cómo se resolverá quién encabezará la fórmula en 2023 y quién acompañará.
Mientras algunos justifican hipótesis y otros se encargan de desbaratarlas, Germán Alfaro y Roberto Sánchez avanzan por caminos diferentes. Desde sus posturas hasta sus dichos, las disparidades son elocuentes. Lo que transmite hoy la alianza opositora en la provincia es, sencillamente, una contradicción política. Así, el intendente de San Miguel de Tucumán endurece su postura frente a Osvaldo Jaldo, el diputado nacional coquetea con la cercanía al gobernador interino.
Lo curioso es que ambos se lanzaron a disputar el principal sillón de JxC sin previo aviso. Si hay que ubicar temporalmente el instante en que se encendió la luz verde hay que remontarse a aquella reunión, sin foto, que mantuvieron en un hotel de Yerba Buena el 6 de julio. Esa noche, Alfaro, Sánchez y los intendentes Sebastián Salazar (Bella Vista), Mariano Campero (Yerba Buena) y Alejandro Molinuevo (Concepción) salieron con la convicción de que era el momento de largar. Lo supieron todos cuando el yerbabuenense planteó la necesidad de discutir el modo con el que JxC dirimirá las postulaciones para 2023 y el capitalino se opuso a abrir ese debate. El primero, impulsado por la convicción de que si hay presiones nacionales para resolver las candidaturas pierden fortaleza; y el segundo, convencido de que su mayor capital radica, justamente, en esperar que se produzcan esos llamados. Al amanecer siguiente, la carrera estaba lanzada.
Lo que sigue es una secuencia de desavenencias. El póker de radicales abrió una mesa de diálogo con Jaldo y se puso a “disposición” con el pretexto de la gobernabilidad. El solitario peronista salió al cruce de esa maniobra política y se esmeró por instalar la idea de que se trató de una muestra de debilidad de sus aliados. En rigor, hay un hecho no menor que subyace: Alfaro viene bregando sin éxito por esa reunión con Jaldo desde hace meses. Lo volvió a expresar ayer, cuando se cruzó con el mandatario por el contrato del estacionamiento pago en la capital. “Hace cuánto que le estoy pidiendo una audiencia para tratar temas que hacen al municipio de San Miguel de Tucumán”, rezongó en una entrevista con LG Play.
Masitas del sur
Los radicales, esta semana, volvieron a desfilar por el primer piso de la Casa de Gobierno y dejaron expuesta una nueva diferencia, no menos trascendente, con Alfaro. Pasó casi desapercibido, pero tras otro encuentro con Jaldo adelantaron que la UCR, presidida por Sánchez, no se sumará a los planteos judiciales contra el adelantamiento de las elecciones. En efecto, el líder del Partido por la Justicia Social acudió a tribunales para entorpecer la pretensión del oficialismo de que se vote en junio de 2023 y no en agosto, como prevé la Constitución. Lo emuló el PRO tucumano, ya casi convertido –y asumido- en un acople del PJS e hizo lo propio el bussismo, que cuestionó la intentona del justicialismo. Pese a que los radicales alfaristas presionan a Sánchez para que se sume a los reparos, Salazar y Campero dejaron entrever que la UCR no lo hará. “Lo hablamos con Campero, venimos sosteniendo que si están pidiendo un adelantamiento de las elecciones nosotros estamos dispuestos. Estamos recorriendo la provincia y dispuestos a enfrentar al oficialismo de la provincia en el momento en que convoquen a elecciones. Sí vamos a sostener y a trabajar para que cumpla con la manda constitucional del voto electrónico y otros cambios, como la boleta única”, dijo el martes el intendente de Bella Vista, mientras a sus espaldas su par de Yerba Buena reforzaba la idea ante los periodistas.
Hacer un zoom sobre los comportamientos de estas semanas permite enmarcar cada movimiento en la estrategia decidida, tanto por Alfaro como por Sánchez. También comprender las especulaciones que se hacen sobre el desenlace que tendrá este andar paralelo. Hay quienes aseguran que el peronista, en caso de que el oficialismo llegue unido a la contienda, finalmente desistirá de su postulación para preservar la Municipalidad y evitar una eventual derrota provincial. Pero están aquellos que ven al intendente decidido, jugado en sus reproches –ya personales- a Jaldo y dispuesto a usar una doble candidatura. En favor de esta teoría, hay un dato interesante: entre los imprenteros locales se dice que Alfaro ya tiene comprados los papeles necesarios para imprimir los votos que le garanticen presencia en las escuelas de toda la provincia. Se estima que un candidato con expectativas serias de ser gobernador debe contar, para empezar, con el equivalente en votos a siete padrones; es decir, un mínimo de siete a ocho millones de papeletas en el caso de Tucumán.
La eventual postulación de Alfaro tienta a otros jugadores que se mantienen expectantes al devenir de la interna en Juntos por el Cambio. Por ejemplo, al bussismo. Ocurre que muchos interpretan que, como gesto de buena voluntad, si finalmente la fórmula es encabezada por él, el intendente debería ceder el municipio a manos de un aliado. Alfaro se entretiene y alimenta estas habladurías, como las de un potencial acuerdo con Fuerza Republicana o la aparición de un candidato “outsider” para sucederlo en el despacho de 9 de Julio y Lavalle. Es interesante detenerse en el rol del partido conducido por Ricardo Bussi tras aquel encuentro de marzo con Alfaro, en la intendencia. Además de bajar el tenor de las críticas a la gestión municipal, tampoco hubo reproches en masa al sistema de estacionamiento callejero que tanta polémica causó en estas semanas. De hecho, sólo hubo fuertes reparos del legislador republicano Gerardo Huesen y del concejal Eduardo Verón Guerra.
También alimentan esta posibilidad desde algunos sectores del radicalismo, que ven una oportunidad de recuperar la Intendencia capitalina y que no coinciden con el empeño de Sánchez de disputar ciegamente el primer lugar sin abrir la puerta a una negociación razonable. Por lo pronto, los radicales que rodean al ex corredor mantienen su decisión. Así, el diputado avanza como lo hizo a lo largo de su corta carrera política: pocas palabras o declaraciones explosivas y un perfil casi anodino. Hasta aquí, le dio resultados y eso pone los pelos de punta a más de un alfarista.