La memoria viva de la Primera Confitería

La memoria viva de la Primera Confitería PRIMER EDIFICIO. Los visitantes se instalaban en las mesas ubicadas debajo del techo de tejas coloniales sostenido por vigas de madera.

La historia del parque Aconquija y su recordada hostería se fue desarrollando desde los albores del siglo XX. Allá por 1905 llegan al lugar Juan de Dios Salvatierra con su esposa Elisa Soria y construyen una edificación simple y sencilla que con el correr del tiempo se volvió confitería. Las actividades fueron creciendo y la atracción por el lugar también.

Reconstruir aquellos años se vuelve difícil aunque hay alguien, próxima a cumplir un siglo, cuya memoria puede ayudarnos a vislumbrar cómo era aquello. Victoria Irma Salvatierra es una de los 13 hijos de Juan de Dios. Sus recuerdos, quizás cruzados por los de sus hermanos mayores, nos permiten vislumbrar aquellos tiempos. Victoria, que nació en 1923 y tuvo una melliza, Amalia Mauricia, relata que “ellas y algunos de sus hermanos concurrían a la escuela 311 y luego de clases colaboraban en la confitería”. Sus propios recuerdos están enraizados en los años 1920 y 1930, pero en las charlas familiares con su hermanos mayores habrán aparecido recuerdos que ella fue incorporando. Ella recuerda que las personas que iban a lugar buscaban dejar atrás el calor de la ciudad y la zona les permitía algo de frescura. En este sentido, señala que “no teníamos heladera pero las bebidas se refrescaban colocándolas en un sótano con hielo que traían de la ciudad”.

De acuerdo a su relato, lo más solicitado era cerveza y después algunos refrescos. “Traíamos agua del río que luego se pasaba a tinajos grandes que estaban enterrados para refrescarla”, rememora.

El verano era, según Victoria, el momento de más movimiento, y los carnavales. Los fines de semana, a lo largo del año, también eran muy concurridos. Ante estas exigencias se contrataban mozos, muchos de los cuales se quedaban en la zona y otros volvían a la ciudad.

Por un sendero

El acceso a la confitería tenía sus complicaciones, ya que la ruta 338 comenzó a nacer a mediados de la década de 1930 y se concluyó en 1939. La mujer rememora que “el acceso era un sendero por el cual la gente a caballo u otra montura llegaban”; pero agrega que “algunos también lo hacían en automóviles, grandes automóviles que se recalentaban pero llegaban igual hasta el lugar”. Debemos tener en cuenta que por entonces los caminos apenas eran huellas de animales ensanchadas donde primero pasaron carretas y luego los automóviles. El tranvía rural debe haber sido otro modo de llegar a la zona, ya que su estación terminal estaba cerca del pie del cerro y desde allí se seguía la marcha caminando o en montura.

La construcción era a dos aguas de tejas coloniales sostenida por vigas y columnas de madera que con el tiempo se fue cerrando para mejorar la atención del público. Unos años después aquella precaria construcción dio paso a otra de estilo español más sofisticada donde había mesas “con manteles blancos donde se presentaba una elegante vajilla de porcelana y cubiertos de plata”, dice Victoria. Según sus recuerdos, muchos visitantes se quedaban a pasar la noche y algunos días más en habitaciones preparadas en otra edificación que había en el lugar. Al consultársele si los viajeros eran solo de Tucumán. responde que no. “Venía gente de Rosario, de Córdoba, de Buenos Aires y hasta del extranjero”. En 1938 el Gobierno provincial, al tiempo que mejoraba la ruta 338, reformó la confitería.

Orquestas y bailes

Las jornadas eran matizadas por la presencia de orquestas y grupos musicales que tocaban los temas de moda por aquellos años al tiempo que los parroquianos tenían la oportunidad de salir a la pista a bailar tangos, pasodobles, valses, zambas, foxtrot y hasta charleston. La mujer dice que “a toda hora había gente metida en el río cuando hacía calor”; y debe haber sido necesario, ya que aún no había llegado la energía eléctrica; por ende ni ventiladores habría y mucho menos aires acondicionados. La iluminación se realizaba con lámparas de carburo que debían ser cuidadas con atención para evitar accidentes.

La comida era un tema especial y ante la imposibilidad de su mantenimiento la familia “criaba animales que luego acompañaban el menú del día”. El pastel de novia eran la especialidad de la casa y las paellas.

Victoria, a sus 99 años, con lucidez recuerda aquellos tiempos, cuando siendo pequeña y adolescente trabajaba junto a su familia en la confitería que los tucumanos de cierta edad recuerdan con cariño y nostalgia. A ella la precedieron Marcelino, nacido en 1908, Aidée ,en 1907, Florio, en 1916, Federico Segundo en 1919 y Juan Rosa en 1921. En 1926 nació Gregoria. Su otros cinco hermanos murieron muy pequeños.

Victoria, que tras dejar la Primera Confitería trabajó durante años en una fábrica de fósforos, tiene cuatro hijas, 15 nietos, 25 bisnietos y una tataranieta.

Un dato interesante sobre la Primera Confitería lo dio el titular de Vialidad Provincial en 1939, Roberto Robles Mendilaharzu, en el acto de inauguración del tramo final de la ruta a San Javier. En cuanto a la obra, Mendilaharzu agregó: “abriendo picadas por la espesa selva y bordeando abismos, la comisión de estudio realizó su cometido adoptándose como solución el trazado actual por las ventajas de ser el más corto y más panorámico y porque permite el aprovechamiento total de la avenida a Marcos Paz y Yerba Buena y de parte del antiguo camino al parque Aconquija”. Agregó que en los días festivos llegaban hasta el parque Aconquija, por el camino inaugurado en 1938, más de 2.000 personas.

Podemos saber cómo era el camino entre la capital y el pie del cerro, la avenida Mate de Luna, de nueve kilómetros, gracias a la “Guía Social de Intereses Generales y Baedeker de la provincia de Tucumán”, de Arturo Guasch, de 1916. “Desde el boulevard Mitre hasta los antiguos Mataderos forma dos calles de ocho metros de ancho cada una y en sus costados, así como en su centro, lleva una doble fila de casuarinas”, escribió Guasch. Todo este trayecto, decía, “está empedrado y en regular estado de conservación”. Desde ese punto hasta el Camino al Perú, se le había colocado recientemente el “macadam” y era “el paseo favorito de nuestra sociedad en las tardes de verano”. Pasando el Camino al Perú, “nuevamente se divide en dos calles, hasta su conjunción con el camino a San Pablo”, a dos kilómetros y medio de distancia. En ese punto, las calles se unen, “formando una amplia avenida que conduce directamente al Parque Aconquija”.

La Primera Confitería volverá a escena, de acuerdo al plan de recuperación que se está llevando cabo, en octubre próximo. Esa emblemática construcción fue inaugurada en mayo de 1938 por el gobernador Miguel Campero y fue languideciendo hasta cerrar allá por 1995.

Victoria Salvatierra, hija del fundador del establecimiento, recuerda su infancia en la zona

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