Una reina que tuvo que adaptar la monarquía al ritmo de los tiempos

Tendrá un funeral de siete días, en la catedral de Escocia y en la Abadía de Westminster, de acuerdo a las reglas del protocolo real

TRADICIÓN. La histórica Abadía de Westminster será el lugar del velatorio de la reina, al que se espera que asistan jefes de Estado y mucho público. Republica.com TRADICIÓN. La histórica Abadía de Westminster será el lugar del velatorio de la reina, al que se espera que asistan jefes de Estado y mucho público. Republica.com
10 Septiembre 2022

LONDRES, Reino Unido.- La muerte de Isabel II puso en marcha la “Operación London Bridge” -que se refiere a una conocida canción infantil inglesa, que dice “El puente de Londres ha caído”- preparada desde hace años. Pero, como la reina falleció en Escocia, se activó un protocolo previo, con pasos a seguir hasta que el féretro llegue a Londres: La “Operación Unicornio”, probablemente llamada así en honor al animal nacional de Escocia, el unicornio.

El mayor logro de la reina Isabel de Inglaterra, que murió en Balmoral en Escocia tras 70 años en el trono, fue mantener la popularidad de la monarquía durante décadas de enormes cambios políticos, sociales y culturales que amenazaron con convertirla en un anacronismo.

Según el protocolo, el féretro de la reina será trasladado de Balmoral al Palacio de Holyrood, en Edimburgo, la residencia oficial de los monarcas británicos en Escocia, en los próximos días.

De allí será llevado en procesión a la catedral de San Giles, donde se permitirá al público verlo, antes de ser transportado a Londres para el velorio y el funeral de Estado.

Ya en la capital, la reina será velada en el Salón de Westminster durante cuatro días antes de su funeral, lo que permitirá que el público le exprese sus respetos. El gran salón es la parte más antigua del Palacio de Westminster, ubicado en el corazón del gobierno británico.

El último miembro de la familia real en ser velado en ese salón fue la reina madre en 2002, cuando más de 200.000 personas hicieron fila para ver su féretro.

El ataúd de la reina descansará sobre una plataforma elevada, conocido como catafalco, bajo el techo de madera medieval del salón del siglo XI. En cada esquina de la plataforma harán guardia soldados de unidades que sirven a la Casa Real.

El traslado al Salón de Westminster desde el Palacio de Buckingham hará en una lenta procesión, acompañada por un desfile militar y miembros de la familia real. La gente también podrá ver la procesión conforme avance por las calles y es probable que se instalen pantallas gigantes para transmitirla en los parques reales de Londres.

Su ataúd estará cubierto con en el estandarte real y, una vez en el Salón de Westminster, se le colocará encima la corona imperial del Estado, el orbe y el cetro, símbolos del poder real.

Se espera que el funeral de Estado se celebre en la Abadía de Westminster en menos de dos semanas. El día concreto lo confirmará el Palacio de Buckingham.

La abadía es la iglesia en la que se corona a los reyes y reinas. Allí tuvo lugar la coronación de la reina Isabell II en 1953 y fue donde la entonces princesa se casó con el príncipe Felipe en 1947.

La abadía no ha albergado el funeral de un monarca desde el siglo XVIII, aunque el de la madre de la reina tuvo lugar allí en 2002.

Jefes de Estado de todo el mundo viajarán a Gran Bretaña para unirse a la familia real y recordar la vida y el servicio de la reina. Políticos británicos de primera línea y antiguos primeros ministros también acudirán.

Puede que la primera ministra Liz Truss sea llamada a leer.

Tras el funeral, el féretro será llevado en una procesión a pie desde la abadía al Arco de Wellington, en Hyde Park Corner, antes de que tome rumbo a Windsor en un coche fúnebre.

Se espera que, ese día, el rey y los principales miembros de la familia real se unan a la comitiva en el Cuadrángulo del Castillo de Windsor antes de que el ataúd ingrese a la Capilla de San Jorge, donde tendrá lugar otro servicio.

Isabel, que reinó más tiempo que ningún otro monarca británico, ayudó a conducir la institución hacia el mundo moderno, eliminando el ritual de la corte y haciéndola algo más accesible, todo ello bajo la mirada de unos medios de comunicación, a menudo hostiles.

Si bien la nación sobre la que reinaba a veces trataba de encontrar su lugar en un nuevo orden mundial y su propia familia a menudo incumplía las expectativas del público, la reina siguió siendo un símbolo de estabilidad, que se ganó el respeto a regañadientes incluso de republicanos convencidos. (Reuters-Especial)

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