Superclásico: el nuevo e inesperado rival "Decano"

Boca, que hace unas semanas parecía estar fuera de toda lucha, ganó el superclásico, sumó su cuarta victoria en fila, se puso a dos puntos de Atlético y va con todo por otro título

DUELO INTERESANTE. Payero y Pérez disputan la pelota en el medio. Durante varios pasajes del superclásico, los volantes se enfrentaron y se sacaron “chispas”. DUELO INTERESANTE. Payero y Pérez disputan la pelota en el medio. Durante varios pasajes del superclásico, los volantes se enfrentaron y se sacaron “chispas”.

Y en este rincón, Boca. El líder Atlético tiene un nuevo contendiente al título: el equipo de Hugo Ibarra, al que muchos daban por muerto, completó su metamorfosis de las últimas semanas con una resonante victoria 1-0 sobre River en La Bombonera y ahora va en busca de su segunda estrella en el año.

Darío Benedetto lo hizo. El “villano” de la eliminación de la Libertadores ante Corinthians, se convirtió en héroe. “Pipa” metió el cabezazo que volcó a favor de Boca un superclásico pobrísimo, pero que puede resultar vital para la definición de la Liga.

Cuando Augusto Lotti sacudió hace apenas dos semanas esa misma red del arco del Riachuelo, el “Decano” se distanciaba a 12 puntos del “Xeneize”. Una hora y pico después, merced a su remontada, Boca quedaba a seis unidades de la cima.

Pasaron apenas dos semanas y Boca le descontó cuatro puntos más a Atlético para situarse a dos y constituirse, seguramente, en su principal amenaza. Ni hablar si sabe aprovechar el envión anímico de haber ganado por segunda vez en 2021 el campeonato aparte que libra ante su clásico rival.

Créase o no, un técnico novato en Primera como es “Negro” Ibarra le ganó la pulseada a un colega experimentado y exitoso como es Marcelo Gallardo.

Mientras el DT de Boca hizo todo simple en cuanto a la alineación titular (“el inodoro en el baño y la heladera en la cocina”, diría el inefable doctor Carlos Salvador Bilardo”), el “Muñeco” se complicó la vida solo.

Porque decidió apostar por el mismo efecto sorpresa de la primera final de la Libertadores 2018, en idéntico escenario: optó por poner tres centrales y los laterales más adelantados.

Pero más sorprendente aún fue su decisión de jugar sin un nueve de área. Ni Lucas Beltrán, ni Miguel Borja. En cambio, incluyó a dos que llegaban “tocados” como Matías Suárez y Pablo Solari (salió en el entretiempo, no estaba al 100%).

El entrenador visitante movió el banco por triplicado en el intervalo: vuelta a línea de cuatro y Borja adentro. Y mediocampo reforzado con Rodrigo Aliendro (a propósito, no funcionaron ni “Juanfer” Quintero ni Esequiel Barco).

“Equivocarme puedo equivocarme siempre”, concedió “Muñeco”, aunque aclaró que ya había pensado jugar con dos esquemas tácticos, uno en cada tiempo. Como sea, no le resultó ninguno de ambos.

En contraposición, Ibarra ni “mu” en el entretiempo. Difícil de creer que estuviera satisfecho. Hasta entonces, Boca solo había sido la promesa incumplida de los cinco minutos iniciales y alguna que otra aproximación como aquella que terminó con pifia de Martín Payero e inofensiva media chilena de Juan Ramírez.

La más clara de River llegó de córner: cabezazo de Emanuel Mammana y atajadón de Agustín Rossi.

Peor no podía ser el complemento. Y no lo fue, por ese testazo de pique al suelo de Benedetto. Y por el impacto emocional que la apertura del marcador supuso, tanto en uno como en otro.

Boca ya había dado buenas señales con ese remate de “Pol” Fernández neutralizado por un fenomenal Franco Armani.

Ya en ventaja, Carlos Zambrano reforzó la zaga, mucho antes que Marcos Rojo volviera a ver la roja. Y un River endeble, sin fútbol ni rebeldía, terminó apostando inútilmente sus fichas a un centro aéreo o un remate de media distancia.

“Fuimos totalmente superiores”, se envalentonó Ibarra tras su debut en el superclásico como entrenador. Como sea, el resultado no admite discusiones, aunque pudo también ser empate.

A River todo le resultó mal, incluida la fractura de malar de Aliendro. Y a Boca todo le salió bien. Y de Benedetto, quien después de una sequía de 10 partidos, de su pelea con Zambrano y de su castigo, pudo darse el lujo de gesticular “sigan hablando”.

Ahora, el mundo del fútbol vuelve a hablar de un Boca increíble, que apenas si patea al arco pero, incluso sin Sebastián Villa, otra vez se ha convertido en una máquina de ganar.

Comentarios