Casi no ve, ama los libros y se recibió con una tesis sobre los ciegos

Mariana Romano se impuso a su problema visual y se recibió de licenciada en Letras, cumpliendo el sueño que tenía desde chica.

UNA PARTE. Mariana dice que la discapacidad no la define; tiene otros rasgos que le interesa destacar más. LA GACETA / FOTO DE Analía Jaramillo UNA PARTE. Mariana dice que la discapacidad no la define; tiene otros rasgos que le interesa destacar más. LA GACETA / FOTO DE Analía Jaramillo

De chica le encantaba escuchar cuentos y soñaba con escribir en tinta, “como los chicos en la tele”. En su etapa escolar, era la alumna que siempre amaba redactar historias en lengua, materia que obviamente era su preferida.
De grande, la decisión fue fácil: “cuando vi el programa de estudios en la Facultad dije ‘esto es lo mío’”, recuerda. Y así, pese a las vicisitudes que se le presentaron, pudo cumplir su sueño: hace dos semanas defendió su tesis y se convirtió en Licenciada en Letras.

La protagonista de nuestra historia es Mariana Agustina Romano. Y su testimonio de amor por la literatura y la escritura toma más valor por un detalle -que destaca ella- no es lo más importante: tiene discapacidad visual. Nació prematura y con retinopatía, un desarrollo anormal de los vasos sanguíneos en la retina del ojo. Y el uso excesivo de oxígeno en la incubadora le produjo un desprendimiento de retina, que desencadenó la pérdida de su visión. “Tengo muy baja visión en un ojo, y en el otro nada”, cuenta a LA GACETA.

Pero no existen frenos -dice-. Quiso aprender a escribir como todos los niños, y lo logró; su gran amor por la lectura fue creciendo con ella y, ni bien aparecieron los audiolibros, encontró todo lo que necesitaba para seguir con su pasión. “Antes tenían que leerme todo. Cerca de mi último año empezaron a aparecer los audiolibros, con esa voz sintética- recuerda entre risas-; en ese momento, también comenzaron a enseñar computación adaptada en mi escuela. Eso me ayudó mucho; yo podía descargar los textos en digital y los programas me leían con esa voz”.

Futuro y reflexiones

Los primeros días de octubre Mariana hizo la defensa de su tesis, que hasta muestra orgullosa para ser fotografiada por LA GACETA. Su trabajo estudia la discapacidad en la literatura. “Fue sobre las estereotipaciones de la ceguera en cinco novelas de Benito Pérez Galdós, un novelista de Islas Canarias que en sus obras escribió varios personajes ciegos”, explica.
Con la etapa universitaria finalizada, ahora se aventura a pensar que podrá hacer en el futuro. “Me gustaría trabajar en la Universidad -admite-; y también quiero seguir escribiendo libros. Ahora que tengo más tiempo, me gustaría viajar para ver cómo son otras provincias en cuánto a la discapacidad, para plasmarlo en algún libro”.

En Tucumán -dice- hay algunas falencias. “Ayer fuimos al supermercado y la gente no respetó la caja de prioridad, pero también me pasa que subo al colectivo y nadie me da el asiento... Siento que por ahí, en estas cuestiones, a nuestra sociedad le falta trabajar -resalta-; imagínate cuando cada uno de nosotros tenga su vida propia, tenga que salir y hacer todas esas cosas cotidianas sin ayuda...”.

Adaptación

Elegir la carrera no le costó, pero el salto a la universidad sí. “Me llevó tiempo ambientarme a la facultad, que es enorme -comenta Mariana-. Después, tuve algunas complicaciones con los textos (su carrera le exigía mucha lectura). Pero te vas adaptando con lo que encontrás. Hice casi toda la carrera con audiolibros; fui encontrando gente con discapacidad visual de otras universidades que me ayudaba con textos a medida y también muchísimos amigos, docentes y no docentes me ayudaron. Además, en la facultad está el Prodis (Programa de Discapacidad e Inclusión Social). Yo llevaba la fotocopia del libro y ellos me lo hacían audiolibro o me lo pasaban a Word para que yo lo transforme en audio”.

Con una sonrisa eterna, comenta su paso académico sin hacer hincapié en las vicisitudes. Sí, relata que a veces los profesores mostraban películas y ella necesitaba que alguien le cuente qué estaba pasando, o que había ocasiones en las que necesitaba bibliografía no disponible para ciegos y debía ir a una biblioteca “como cualquiera”. Pero, se nota, no quiere c en los palos en la rueda: es que dice, una y otra vez, que lo importante “es encontrar la manera” de sortear las dificultades.

Prejuicios

También asegura, tajante, que la discapacidad no la define. “En 2019 publiqué ‘Mirando desde la frontera’, un libro de poemas, mostrando algunas estampas sobre cómo siente una mujer con discapacidad -dice-; para sacar esos prejuicios; de si puede o no puede tener pareja, hijos... Esos prejuicios están muy arraigados, pero creo que los movimientos de género y los jóvenes están tratando de cambiar ese paradigma”.

Y esto es de lo que más le emociona hablar. “No hay que ver la discapacidad como una especie de sufrimiento -subraya-; sí, hay momentos en los que uno la pasa mal, pero es normal, somos personas comunes, con defectos y virtudes, que sí, tienen algunas limitaciones. Y hay otras características que nos definen; las personas somos muy complejas y, en mi caso, la discapacidad es sólo una parte”.

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