Leí el editorial del 11/10, “Una pista como promesa para el Parque 9 de Julio “. Aprovecho este espacio para ampliarlo. A fines del Siglo XIX el gobierno tucumano expropió 400 Hectáreas para la construcción de un parque público, que dotará a la ciudad de un gran espacio verde. Fue el paso inicial, que llevó al nacimiento del actual Parque 9 de Julio. El paseo fue proyectado en 1908, por el arquitecto paisajista Charles Thays, respetando el criterio de “estar integrado al mundo total de la naturaleza y destinado a la recreación de todas las clases de habitantes”. Priorizó las especies autóctonas (implantación de lapachos, jacarandás, cedros, nogales, etc.), y según datos históricos fueron plantados 18.000 árboles, 41.000 arbustos decorativos, 1.000 palmeras y otras plantas ornamentales. En 1968, el parque fue transferido al municipio de la Capital y en 1997 fue declarado Monumento Histórico Nacional. Desde su inauguración (23/09/1908), aquel grandioso proyecto de paseo público fue sistemáticamente recortado y degradado, hasta llegar al estado actual (no supera las 200 Hectáreas). Cualquier vecino que recorra el parque podrá observar: 1) Que los fines de semana o feriados, se parece más a un parque de diversiones. 2) Deterioro del pavimento, de los senderos y de las veredas peatonales. 3) Escasas especies vegetales y muchas de las existentes aparentan estar enfermas o haber llegado al fin de su ciclo de vida. 4) Contaminación ambiental por los gases de escapes de los vehículos, ruido, etc. 5) Tránsito de vehículos desordenado, sin respetar las normas de seguridad vial. 6) Población de ave fauna escasa, tanto en cantidad como en diversidad. Los miembros del Estado municipal capitalino deben comprender que el valor de los espacios verdes abarca y excede lo económico, lo científico, lo histórico y lo social y que son parte ineludible de nuestro diario vivir. Lo que deben hacer es ocuparse para que el parque recupere lo que perdió: Su identidad.
Juan Francisco Segura
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