2022: Volatilidad en los mercados financieros

El 2023 podría ser un año de desaceleración, pero como siempre, el mercado se anticipa y se adelanta a lo que será el nuevo ciclo de recuperación y auge

DÓLAR. DÓLAR.

“Siempre hay cosas para seguir soñando, es el propósito de la vida. A todos les digo: sigan soñando, sigan creyendo. Si trabajan, se sacrifican, y sobre todo, son buenas personas, cada día están más cerca de lograr sus objetivos y sus sueños". Julián Álvarez, futbolista

El que no arriesga no gana

En 2020 nos encerramos para sobrevivir. En 2021 nos empezamos a reencontrar. En 2022 nos quisimos ilusionar. Inicialmente sería el año de la recuperación tras la apertura pos pandemia.  Arrancamos bien. En enero, el índice S&P alcanzó máximos históricos, convirtiendo a Apple en la primera empresa con una capitalización superior a los U$S 3 billones. Pero el año que se va trajo nuevas sorpresas en los mercados financieros. Nos sorprendieron situaciones no vistas en las últimas 4 décadas.

Inestable. Oscilante. Volátil. Así despedimos 2022, año atravesado por una Guerra, altísima inflación y desplome de los mercados bursátiles. La caída arrastró al burbujeante mercado cripto y a la anteriormente indestructible banca suiza. La economía real, lejos estuvo de estar mejor, con sequías en el Hemisferio Sur y Ciclón Bomba allá por el Norte.

Inflación y recesión fueron las dos palabras más buscadas. Las cotizaciones de los activos financieros respondieron al día a día de los datos en torno a actividad y precios.

Si bien la volatilidad puede ser sinónimo de caos también puede ofrecer una oportunidad. Después de todo un activo más volátil tiene mayor riesgo, y a mayor riesgo, mayor será la rentabilidad esperada. Bien dice el refrán: “El que no arriesga, no gana”. Será por eso que apostar a acciones argentinas, permitió ganar a la Inflación. Si la canasta de empresas, incluía solamente energéticas, podría haber obtenido una rentabilidad en pesos superiores al 200%.  

Argentina, no lo entenderías

Actividad Económica per cápita estancada a niveles de más de una década atrás. Inflación de 3 dígitos. Pobreza que alcanza a 4 de cada 10 argentinos, a pesar de los 141 planes sociales que reciben casi 1 de cada 2. El silencio de los sindicatos y la izquierda ante la erosión del poder adquisitivo de los trabajadores es ensordecedor.

El fracaso de la política económica se pone de manifiesto, entre otras cosas, en el desfile de los 3 Ministros de Economía creadores de los “N” tipos de cambio.  Agitación política, ausencia de liderazgo y vacío de poder, caracteriza a una clase dirigente atravesada por la corrupción. Las medidas paliativas no solucionan los problemas de fondo y sólo buscan ganar tiempo. Las distorsiones se acumulan y deberán resolverse más adelante. No sólo la foto es alarmante sino la dinámica de crecimiento también. La economía está devastada. La ausencia de un Programa Económico es peor que si la misma Guerra hubiese tocado nuestra puerta.

Los bonos argentinos, a pesar del reciente rally, valen menos que los bonos de Ucrania. Los problemas van en aumento, con el guiño del establishment local y del FMI, que revisión tras revisión, pone el gancho. Si nos suelta la mano, sería peor. Ya tenemos la experiencia del 2001. Son todos socios en este partido.

¿Qué mirá, bobo? Anda p’allá

La inestabilidad argentina es una constante. Tan es así que el sistema financiero local es prácticamente inexistente. Es la consecuencia de tener un país sin moneda. El peso argentino, al servicio del poder de turno, no puede utilizarse como forma de atesoramiento. Ello explica que, del total de la Industria de Fondos Comunes, más del 60% esté invertido en activos de cortísimo plazo. Transaccionalidad y especulación, son dos características de nuestro mini mercado. Es por ello que, ante situaciones de volatilidad, los capitales miedosos, buscan refugio en el Primer Mundo. Se gana aquí. Se ahorra afuera.

El año que se fue se caracterizó por una inflación que se mantuvo más alta que lo esperada y Bancos Centrales que reaccionaron con subas de tasas más agresivas desde los años 80. Como consecuencia, el rendimiento de un bono del Tesoro americano a 10 años, el activo considerado libre de riesgo, subió de 1,48% a 3,55% en el último año. Suba de tasas implica baja de precios y aumento del costo de endeudamiento. Si el acceso al capital se encarece, entonces se frenan los planes de inversión y por ende se desacelera la economía. Recesión, ya te siento.

Ello explica por qué la mayoría de las decisiones de inversión en 2022 fueron erradas. Por primera vez en 40 años los bonos no fueron activo refugio. Los de mejor calidad crediticia se encuentran abajo un -10% en dólares en el año.

Elijo creer

El período de relativa estabilidad ha llegado a su fin. La volatilidad lleva a revisiones permanentes y ajustes en los portafolios de inversión. El tradicional 60% bonos y 40% acciones quedó obsoleto. Sin embargo, el mal desempeño de los activos financieros en 2022 puede significar un atractivo punto de entrada, con valuaciones más razonables. El 2023 podría ser un año de desaceleración, pero como siempre, el mercado se anticipa y se adelanta a lo que será el nuevo ciclo de recuperación y auge.

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