Kevin Benavides, el conquistador del desierto

En una definición increíble, el salteño se hizo con el primer puesto y se convirtió en el primer campeón con dos marcas distintas.

CAMPEONES. El qatarí Nasser Al Attiyah inviste a Benavides con el bisht, la misma túnica de la realeza que le colocaron a Messi en Qatar. CAMPEONES. El qatarí Nasser Al Attiyah inviste a Benavides con el bisht, la misma túnica de la realeza que le colocaron a Messi en Qatar.
16 Enero 2023

Para Kevin Benavides, esto de hacer historia no es nada nuevo: ya en 2021 se había consagrado como el primer (y hasta ahora único) piloto sudamericano en ganar la categoría de las motos en el Dakar. Pero el rally más extremo del mundo no está hecho para conformistas; de hecho, la ambición es un factor clave de supervivencia cuando arrecian las inclemencias del desierto y las fuerzas parecen agotarse. Y así, con ese fuego en los ojos y esa sed de revancha por el paso en falso de 2022, fue que el salteño salió a comerle los talones al australiano Toby Price en una de las definiciones más apasionantes que se recuerden en casi medio siglo de Dakar. Que fue la más apretada, eso seguro: después de más de 8.000 kilómetros de recorrido (la mitad cronometrados) y casi 45 horas acumuladas de velocidad, Kevin le ganó a su compañero en el equipo KTM por apenas 43 segundos. Es decir, no solo remontó los 12 de desventaja con los que había partido al amanecer, sino que además le quedó saldo a favor, por ajustado que haya sido. Y eso cobra mayor relevancia si se tiene en cuenta que muy rara vez se altera en la última etapa (que suele ser muy breve) el orden establecido en la penúltima. Prueba de ello es que en las otras categorías, el final fue el que ya estaba cantado desde la mañana del sábado. En la de Motos, en cambio, esos 136 kilómetros cronometrados hacia la línea de llegada en Dammam fueron un thriller que dejó a todos con la gargante seca. Nunca antes un líder había perdido esa condición en la etapa final, y Kevin lo logró en el más largo de los Dakar que se corrieron desde que la competencia aterrizó en suelo árabe.

Y también la más dura, según reconoció el salteño y varios de los pilotos más experimentados. No solo por la extensión y dificultad de los caminos, sino también porque el barro que dejaron las tormentas complicó el avance y orientación. Prueba de ellos es que grandes candidatos, como Sam Sunderland (campeón defensor) y Ricky Brabec (campeón de 2020) se vieron forzados a abandonar de forma prematura.

Con altibajos, Kevin logró sostenerse hasta el final y conseguir una victoria con sabor a revancha, or lo sucedido en 2022, cuando salió a defender su título y una rotura en el motor lo obligó a abandonar en la etapa 10.

De yapa, Benavides sumó otra marca para los archivos: es el primer piloto en la categoría de las dos ruedas que conquista el “Tuareg” con dos marcas distintas. En 2021 lo había hecho a bordo de una Honda, y en esta oportunidad lo hizo con una KTM. “Ese era mi desafío y lo pude cumplir. Aún no caigo del cielo”, describió.

Consciente de que en el sprint final debía dar lo mejor de sí para superar a Price, el salteño de 34 años decidió despojarse de toda clase de cálculos y enfocarse en lo que mejor sabe hacer: manejar su moto. “Hablé mucho con mi psicólogo y puse la mente en blanco, sin pensar tanto en las posibilidades y sabiendo que podía ser primero, segundo o tercero. En definitiva tenía que hacer mi trabajo, que es manejar lo mejor que se pueda. Por suerte se dio, lo conseguí. Toqué el cielo con las manos nuevamente”, apuntó.

Además, Benavides aseguró que su éxito encontró inspiración en el título mundial de la Selección. “Un saludo para Leo Messi y para toda la Selección Argentina. Creo que su triunfo tuvo mucho que ver, me sentí muy motivado por lo que hicieron, por el desafío de luchar por mi bandera. Por suerte pude ganar en Arabia Saudita y dejar a Argentina en lo más alto del motociclismo a nivel mundial”, declaró el flamante campeón, quien terminó ungido como tal de la misma manera que el propio Messi: con un bisht, la túnica negra con bordes dorados que identifica a la realeza árabe y que le fue colocada nada menos que por el qatarí Nasser Al Attiyah, una leyenda del Dakar y también campeón de esta edición. Mejor, imposible.

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