Edadismo y el derecho a mostrar los años de nuestro cuerpo

Hace unos días una usuaria de Twitter compartió una foto de Moria Casán en bikini y repudió su atuendo debido a la edad de la conductora. Prejuicios sobre el paso del tiempo.

Edadismo y el derecho a mostrar los años de nuestro cuerpo

Hace calor, estamos de vacaciones y nada más importa; solo queremos sentirnos bien y disfrutar de la playa o de algún otro espacio al aire libre. Luego, aparecen comentarios virales que nos hacen replantearnos un tema que sale a flote en cada nueva temporada de verano: ¿por qué hay gente que opina sobre los cuerpos ajenos? ¿Por qué tenemos que seguir los parámetros de belleza o juventud que alguien más impone?

Vamos a repasar lo ocurrido: esta semana, una usuaria de Twitter subió una foto de la ex vedette Moria Casán usando un corpiño y la parte inferior de una bikini, mientras ella descansaba en playa Bristol (Mar del Plata). La dueña de la cuenta escribió como texto adjunto “tápese señora, ubíquese como lo que es, una mujer mayor...”, seguido por tres emojis de vómito. La publicación fue repudiado por millones de cuentas y la plataforma de microblogueo acabó por eliminarla debido al incumplimiento en sus reglas de uso. Más precisamente, por contener palabras ofensivas y discriminatorias.

Fiel a su estilo, la diva -de 76 años- respondió “me amo, tapate vos imbécil que gastás una picture en mí”. Internet hizo el resto y el hecho se replicó en diversos portales digitales como prueba de los prejuicios que solemos tener en torno a la edad. Detrás del posteo, lo que predomina es el edadismo.

“Hablamos de un tipo de discriminación que se basa en tener estereotipos o prejuicios hacia alguien debido a su edad. Esto aparece en muchas situaciones, pero en los últimos ocho años prima en el rubro estético. Por ejemplo, al atacar a una mujer u hombre mayor por la manera en que viste, se arregla o por su físico en general”, comenta la gerontóloga María Victoria Guarino.

La problemática posee una mayor incidencia entre el público femenino. “Indudablemente los motivos remiten al machismo y a los mandatos culturales que imperan en la actualidad. Mientras se dice que ‘los varones son como el vino y mejoran con el tiempo’, las mujeres cargan con una medida adicional de limitantes. Crecimos a la par de ideales de belleza que son inalcanzables para el promedio y con los oídos siempre puestos para escuchar agravios o comentarios positivos sobre nuestros cuerpos, habilidades y personalidades”, explica.

En relación a lo ocurrido con La One, la experta considera que la vergüenza actúa como un dispositivo para disciplinar. “Cuando alguien de 60, 70 u 80 años no cumple con la norma (lo esperado para su edad), la mayoría de los discursos hirientes apuntan a que deberían sentir vergüenza por su actitud; casi hay un pedido de que se disculpen por salirse de esa imagen típica de una abuelita tejiendo o regando las plantas. Cada quien es libre de transitar su vejez como desea”, indica la psicóloga.

Guarino sostiene que las recriminaciones entre pares también interfieren en el bienestar que podemos sentir durante la tercera edad. “Todos damos por sentado que los niños, jóvenes y adultos manejan códigos distintos y jamás se podrá seguir por completo el ritmo de los otros. En cambio, que nuestros amigos (o individuos de la misma edad) nos ataquen por ser diferentes o querer salirnos del molde de una vejez aburrida y monótona tiene un impacto más profundo porque no hay de donde aferrarse en los momentos en los cuales necesitamos de contención”, acota.

Si Moria pudo, yo también

Sin contemplar el factor mediático y la lengua karateca de la conductora, el gerontólogo Silvio Abraham le da un valor especial a lo ocurrido en términos de recuperar la dignidad y autoconfianza.

“Al pasar las décadas atravesamos un montón de cambios mentales, psicológicos y biológicos que -de no aceptarlos- conducen a estados de ansiedad, depresión y lamentos por lo que fue. En ese proceso la autoestima disminuye y debemos volver a reconstruir nuestra imagen, apreciar lo que somos pese al cascarón que nos envuelve. Hacerle frente a los comentarios maliciosos y elegirse, como lo hizo la famosa, es un símbolo de aprendizaje y madurez”, reflexiona.

Lo relevante no es el uso de una enteriza o un traje de baño de dos piezas sino esta ganancia de territorio que se hizo a través de tal manifestación. “Con la vejez, mucha gente queda relegada (por el entorno o decisión autoimpuesta) de ámbitos en los cuales antes se desempeñaba; por ejemplo, el laboral, deportivo o social con salidas nocturnas. Combatir la gerontofobia y el edadismo implica estas pequeñas revoluciones en las cuales nos mostramos y hacemos algo distinto o exigido al tener X cantidad de años”, destaca.

Omitiendo las referencias a la Casán, advierte que las visiones en extremo positivas sobre la ancianidad son otra de las caras del edadismo. “Hoy aparecen escenas alternativas en las cuales la gente adulta emplea muy bien la tecnología, asiste a bailes o se mantiene en forma. Creer que esta senectud activa es una meta aspiracional resulta erróneo; solo implica otra exigencia referida a la edad y los parámetros imparciales que le asignamos a cada fase de la vida. Tampoco hay que romantizar el estado, lo importante es estar cómodos con el presente, no opinar de los cuerpos ajenos y tomar las decisiones que consideramos más apropiadas para sentirnos plenos”, resume Abraham.

Para olvidar lo aprendido y apreciarnos

En lo que refiere a viralizaciones vale la pena rescatar del olvido dos iniciativas realizadas por el proyecto de activismo “Mujeres que no fueron tapa” (MQNFT). En 2018, esta comunidad digital lanzó la campaña “Hermana, soltá la panza”; su propósito apuntó a que nos revelásemos contra el “operativo bikini” y la exigencia de estilizar nuestro cuerpo antes del verano. Como parte de la propuesta, en 2021, más de 4.000 mujeres compartieron en redes sociales fotos de sus panzas para sobreponerse a los estándares de belleza y el bombardeo publicitario poco realista. El paralelo, el año pasado también apareció la campaña “Hermana, soltá el reloj” destinada a recalcar que no existe una edad límite para que cumplamos nuestros objetivos o dejemos de hacer aquellas cosas que nos gustan o en las cuales creemos solo por haber pasado la franja de los 20, los 30 o los 50 años.

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