La idea de unificar el sentido de algunas avenidas de la ciudad ha abierto un debate inesperado en la sociedad tucumana. El proyecto no es nuevo. Años atrás se ha pensado en esa iniciativa. Tampoco es innovador. No se trata de algo que vaya a cambiar demasiadas cosas. Sin embargo, responde a un criterio típico que se repite en muchas ciudades del mundo que cuando han visto desbordadas las avenidas de doble carril les han dado un solo sentido. De esa manera el tránsito ha tenido un flujo diferente. En esos casos se han cambiado las rutinas de viajes y de recorridos y algunas arterias perpendiculares han aumentado considerablemente su flujo de tránsito. Pero lo llamativo de esta iniciativa ha sido que tanto políticos como ciudadanos comunes se han dedicado a analizar cuestiones a favor y en contra de esta transformación que podría tener el tránsito de la ciudad. Ha servido también para proyectar un futuro. Ediles, profesionales, miembros de la sociedad y políticos en general no sólo se han puesto en situación sino que además han pensado cómo sería su vida en el hipotético caso de que las arterias más importantes para llevar a los tucumanos de un extremo al otro tengan sentido único. Es decir, la política se ha puesto a debatir, a analizar y a proyectar el futuro. Inesperadamente estaba cumpliendo su mejor función.
A nadie debe haber sorprendido las reacciones. Quedó la sensación de que distintos actores de la sociedad han elegido a analizar la situación y plantearla como una problemática con sus ventajas y desventajas. Pero ha sido la dirigencia política la que no ha podido de ante mano llegar a esas instancias. El proyecto nació de un concejal del peronismo que gobierna la provincia, pero que es oposición en la municipalidad de Capital. Además carga con el peso de ser pariente de otro político con mayor trayectoria. Entonces ambos antecedentes han servido para que otros políticos ataquen al autor de la iniciativa por esos antecedentes. Ese ha sido el fondo de la cuestión y el justificativo ha sido el proyecto. Por el contrario, el cambio de sentido de las avenidas debió haber sido el centro de la discusión y los beneficios que hubiera tenido la sociedad o sus perjuicios podrían haber sido parte del debate. Sin embargo la discusión fue detrás de oponerse por el lugar político o por las relaciones que tenía el concejal.
La sociedad, sin dudas, busca de los dirigentes otro posicionamiento. No esas confusiones porque lo alejan del ciudadano común que este año tiene que votar y elegir a sus representantes tanto en Tucumán como en la Nación.
Del debate profundo sobre la iniciativa han quedado cuestiones dignas de ser revisadas. Por un lado, los profesionales han establecido un punto de vista que consideran viable la puesta en marcha de esta idea. Por el otro, se ha dejado en claro que las decisiones referidas al tránsito no sólo afectan a la ciudad que las toma sino a las otras ciudades vecinas y por lo tanto deberían ser debatidas en conjunto con otros municipios.
Es muy posible que la grieta que día a día se profundiza en la Argentina va a impedir que avance este proyecto. Sin embargo ha dejado como enseñanza que hay un diálogo posible y que es muy necesario para tomar decisiones que cambien sistemas y procesos en la vida de una sociedad. Ensayar más este tipo de acciones desde la política y en conjunto con los ciudadanos comunes puede ser un punto de partida para ir achicando esa grieta que como un virus se ha propagado desde La Quiaca hasta Ushuaia.