Una fiesta diabólica y un detective ágil en los cerros de Salta

mundo ficcional que remite a contradicciones de la realidad norteña.

Una fiesta diabólica y un detective ágil en los cerros de Salta
29 Enero 2023

POLICIAL
¿DÓNDE ESTÁ MARTITA KRAUT?
MARCO CAORLIN
(Falta envido - Tucumán)

Un arquitecto exitoso le encarga al detective salteño Verónico Mamaní que busque a su hija, la inefable Martita Kraut. Después de recibir una cuantiosa suma de dinero, el detective pasa por el mecánico y se sube a su Torino con destino a Cafayate. En medio del camino, el auto se rompe y debe dejarlo en manos de una mujer mecánica. Eso no impide que llegue a la ciudad turística, en la que casi nunca llueve. Pero como esta es una novela policial y en los policiales siempre llueve (¿será el anuncio de la llegada del Mesías?), los días de la incansable y violenta búsqueda estarán regados por una lluvia que no cesa.

Rápidamente, el detective se mete en problemas: pelea con un matón, es atrapado por los esbirros de un yanqui delirante y es encarcelado. Todo detective noir tiene un ayudante. En este caso es la hermana “casi” fea de la chica perdida y bella, Martita Kraut. Los dos serán los encargados del rescate.

Del otro lado, en el bando de los malos, están el predicador new age Urco Arquímedes, el dueño de la finca y de la estancia, el norteamericano James Pinkerton, el pelado que hace sus necesidades en baños ajenos, y el grupo anómalo que concurre a una fiesta de ricos y perversos.

En la novela, lo notable es cómo el autor ha logrado introducir las marcas de lo local como una huella virtuosa. El detective tiene su oficina en una calle de Salta, consume coca, habla con ciertos tics verbales o les atribuye a otros personajes esas marcas (changuito, sucucho, zumbando, viaba, chispeando, gente muy salada, etc.), circula por las calles reconocibles de Cayafate y se encuentra con chicas y mafiosos propios de la aristocracia norteña. Verónico Mamaní habla sin pelos en la lengua (“me cago; “la pucha, qué boludo”; “cagón”), usa los diminutivos que son señas norteñas (media horita, doñita, saloncito, etc.) y destaca los colores y las superficies de los cerros de la zona norte. En este marco lingüístico y cultural, el autor coloca una secta diabólica que persigue fines no santos: hacia el final del libro el lector se encuentra con una fiesta satánica y sexual, liderada por el predicador new age Urco Arquímedes, quien se inspira en unas palabras del escritor de terror Lovecraft. En este punto, la novela puede ser leída como una forma de bovarismo literario o como una parodia. ¿El predicador es un personaje ingenuo y culto (¿un oxímoron?) que cree en lo que dicen los libros? ¿O la novela propone una burla de las prácticas ridículas de un predicador incauto? Sea como sea, Marco Caorlin ha logrado introducir una fiesta diabólica y un detective ágil en los cerros de Salta: los personajes delirantes y desquiciados deambulan entre televisores sucios, un Torino desvencijado, un yanqui fabulador y mafioso, autos caros, un pseudocoliseo lujoso (de madera), un Fiat 147 viejo, pistolas y violencia. La novela introduce la fiesta satánica (es decir, se trata del orden católico) en un conflicto de clase (ricos que viven en un limbo, más allá de los pobres). Las prácticas “malignas” del predicador ingenuo (o bovarista) y el descontrol siniestro de los ricos en la noche del diablo (“El día anterior al del nacimiento de Jesús se supone que el anticristo surgirá del vientre de una mujer virgen violada”) forman parte de la estética que he denominado gótico del norte argentino.

El gótico del NOA

La novela de Marco Caorlin puede ser leída como una pieza que crea un mundo ficcional en el que conviven -sin desajustes ni contradicciones- los personajes siniestros que son buenos padres de familia, la ley (jueces, policía) corrompida por el capitalismo decadente de las ciudades provincianas, bajo el amparo de la religiosidad oficial o popular que admite violaciones y crímenes. En este sentido, es importante pensar cómo se conforma la estética del gótico norteño: surge de la combinación de elementos que, en otro contexto, pueden ser vistos como contradictorios. En el gótico norteño, esos elementos conforman un conjunto amorfo de creencias, supercherías, símbolos, historias, corrupta ética católica, mezclados con el autoritarismo conservador (machismo, estructura patriarcal, homofobia, crímenes y violaciones, etc.) y que, de alguna forma, se vinculan con las admitidas atrocidades que han sido plasmadas en las novelas de William Faulkner, en los cuentos de Flannery O’ Connor y en las novelas de Cormac McCarthy, en Estados Unidos.

© LA GACETA

Fabián Soberón

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