In memoriam: Zaraspe deja huella en el mundo del arte

El bailarín y coreógrafo Héctor Zaraspe falleció en Nueva York. Durante más de 60 años fue una de las figuras más reconocidas del ballet a nivel mundial. La “suerte” que lo llevó a la cumbre del éxito

EN TUCUMÁN. Imagen tomada durante una entrevista de LA GACETA en 2014, en el Hotel Sheraton. EN TUCUMÁN. Imagen tomada durante una entrevista de LA GACETA en 2014, en el Hotel Sheraton. La Gaceta / foto de Juan Pablo Sánchez Noli

Aprendió a bailar y a cantar en Aguilares, pero, como los sueños no conocen de fronteras, llegó a pisar los escenarios más importantes del mundo. Gracias a su madre y a Eva Perón -según contaba- empezó en la danza; de “grande” se desempeñó como docente de la academia de artes más importante del mundo y mantuvo el talento argentino en lo más alto. Descubrió artistas, recorrió el planeta y fue generoso con las nuevas generaciones. El maestro Héctor Zaraspe falleció ayer a los 92 años y deja una huella en la historia del baile.

“Vivo como un individuo que cumple su misión. Jamás he planeado nada; me considero un afortunado”, fueron las palabras con las que se definió en una de sus últimas entrevistas con LA GACETA. Y sí, puede que haya sido afortunado, pero también talentoso y tenaz. Zaraspe nació el 4 de junio de 1930. Comenzó en el baile a la corta edad de ocho años, luego de que su madre “cedió” ante sus incesantes pedidos. “En la escuela y en mi casa conocí y aprendí zambas y chacareras -relató-; fue mi madre la que apostó a lo que todo el mundo consideraba una locura. Un día me vio llorar y dijo: ‘mi hijo va a estudiar baile porque no me gustaría que un día, viendo un ballet, piense que él podría haber sido uno de ellos’”.

Amor por la enseñanza

De niño limpiaba pisos para pagarse las clases de baile. “También las pagaba con gallinas y huevos. La suerte me cruzó, mientras vendía caramelos en la calle, con Elisa Duarte, la hermana de Eva Perón. Le dije que era pobre y que era un artista. Así llegué a Eva, que me consiguió un trabajo y la inscripción a la escuela de danzas del Teatro Colón”, contó. Y el resto es historia. Del Colón (donde estudió con Otto Weber, Esmée Bulnes y Gema Castillo) se fue a España. Y de Madrid, a la eternidad. Bailó, enseñó y coreografió en Europa; en 1961, girando por Estados Unidos conoció a los bailarines Rudolf Nureyev y Margot Fonteyn, de quienes se convirtió en maestro.

Más tarde fue contratado por el American Ballet Center de Nueva York como primer ballet master. Pero sería otra cosa la que marcaría su vida; la vocación por la docencia lo llevaría a la meca de la enseñanza. El presidente de la Julliard School lo instó a unirse a la academia. “Cuando me llama -recordó Zaraspe- el presidente de Juilliard me dice que por petición de los otros profesionales, directores, quería que enseñara allí”. Estuvo 35 años en esa casa de estudios, hasta que se jubiló. En nuestro país tampoco pasó desapercibido: en 1989 recibió un premio Konex y, desde 1993, funciona la Fundación Zaraspe en nuestra provincia.

El último adiós

En el último tiempo, sufrió algunas complicaciones de salud, e incluso tuvo que ser internado en enero en el Memorial Hospital de Nueva York. Finalmente el lunes, a las 23.43, Zaraspe dio su último aliento. Falleció en su casa de Manhattan, acompañado por su amiga tucumana Cristina Martínez Castro. El martes próximo habrá una despedida íntima -como Zaraspe hubiera querido- y el miércoles a las 10 se realizará una misa homenaje, en la iglesia Blessed Sacrament (ubicada en 152 West, 71 Street, New York).

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