La historia de una mamá contra el sistema

“Yo sabía que mi hija no se había suicidado”, dijo Irinea Buendía, mexicana y madre de Mariana Lima, cuando conoció la sentencia del asesino de su hija. “Aunque le dieron 70 años y le dieran más, mi hija no va a volver. Pero sí me queda la satisfacción de saber que ese feminicida no va a matar a otra mujer”, dijo a los medios que aguardaron, expectantes, su declaración. ¿Podrá, esa mujer que esperó 13 años una sentencia para el asesino de su hija, descansar en paz?

La historia de Irinea Buendía tuvo repercusiones internacionales porque desde que su hija murió no descansó un día hasta saber la verdad de lo sucedido. En el camino que transitó para exigir justicia, la causa de Mariana pasó por nueve jueces, más de 20 ministerios públicos, 150 audiencias, más de 30 testigos y 13 años de revictimización y amenazas. El pedido de Irinea llegó a la Corte Suprema de Justicia de México y, tanto ella, como la causa, se transformaron en hitos destacados contra la violencia machista, a nivel mundial.

Mariana Lima Buendía fue asesinada en junio de 2010 en Chimalhuacán, Estado de México. El femicida fue su pareja, Julio César Hernández Ballinas. Según las versiones de Irinea, la hermana de Mariana y la mejor amiga de ella, desde que su hija se casó 18 meses antes, fue víctima de violencia verbal, económica, física y sexual por parte de quien era su pareja.

El cuerpo sin vida de Mariana fue encontrado en la casa donde vivía con su esposo, un policía que trabajaba en el Ministerio Público. Su marido relató que ese día llegó a la madrugada a su casa y que, como no tenía las llaves, tocó en varias ocasiones y, al no recibir respuesta, se metió por la ventana. Una vez en la casa, subió a su cuarto y encontró a su esposa colgada de una argolla, la bajó, la acostó en la cama, le dio masajes para reanimarla, pero ya estaba muerta. La causa fue cerrada al año como un suicidio.

La lucha de Irinea, una vendedora de jugos de un mercado local, hizo que, en 2015, la Corte Suprema de Justicia de México solicite reabrir la investigación para determinar qué había sucedido con Mariana. Una de las claves fueron las pericias a los teléfonos celulares: se descubrió que su marido sí había estado en la misma zona que ella, a la hora estimada de su muerte.

En su declaración, Julio César manifestó que el día anterior había discutido por teléfono con Mariana, que él había pasado la noche con su ex pareja, que encontró colgada a su esposa cuando llegó esa mañana, y que había encontrado una nota suicida en la cama. En una declaración adicional manifestó que no deseaba que el caso se investigara como homicidio, puesto que Mariana se había suicidado.

La investigación estuvo plagada, desde sus inicios, de errores: no consta quiénes realizaron el levantamiento del cadáver, ni de los peritos que analizaron la escena de los hechos, por mencionar algunos ejemplos. Sí consta en ese primer informe, que el marido de Mariana, trabajador del Ministerio Público, se encontraba dentro del equipo encargado de proteger y analizar la escena. La autopsia no incluyó un análisis sobre si habría sido víctima de violencia sexual aunque determinó que Mariana había muerto por asfixia.

Mariana le había contado a su mamá lo que sucedía en su casa: las amenazas, los golpes, las humillaciones y violaciones. Mariana, contó su mamá, se había cortado el pelo para evitar que él la agarrara fácilmente y le pegara. El día anterior a su muerte le contó a su mamá que se iba a ir de su casa.

Cuando Mariana fue asesinada, en el código penal mexicano no existía la figura de femicidio, por lo que no era un delito en sí mismo. Lo que sucedió con Mariana ya había sucedido antes con otras mujeres asesinadas por su condición de género: los fiscales determinaron que Luz Raquel Padilla, en Guadalajara, se había prendido fuego a sí misma. Decenas de mujeres observaban lo que sucedía pero no estaban siendo escuchadas: la estrategia de las fiscalías se repetía en todo el país y explicaban que las cientos de muertes violentas de mujeres habían sido “accidentes” o “suicidios”. “El hombre que pega la primera vez, no deja de pegar”, repetía incansablemente en los medios la mamá de Mariana, para que todos escuchen su potente mensaje contra la violencia machista.

El caso de Mariana fue un hito en México porque estableció que toda muerte violenta de una mujer sea investigada, primero, como un feminicidio. “La sentencia es una forma de reparar el daño para la señora Irinea y el señor Lauro [sus padres], para reconocer a Mariana su dignidad y dignificarla. Una deuda histórica de justicia que las autoridades están saldando”, aseguró Sayuri Herrera, coordinadora de Delitos de Género de la Fiscalía de Ciudad de México al diario “El País” de México. “Es un mensaje poderoso para todas aquellas personas que están buscando justicia, para las madres, de que la justicia llega; tarda, pero llega”, apuntó.

Según un informe de Naciones Unidas, más de cinco mujeres o niñas son asesinadas cada hora en el mundo por violencia de género. Por eso, este “Mes de la Mujer” que se está despidiendo, tiene que ser un recordatorio de las miles de Mariana que hay en todo el mundo. Y de las Irinea que no descansan un segundo, que sostienen con mano el alma de quienes ya no están y no pueden alzar su voz contra la violencia machista.

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